- Lleva un paraguas- sugirió su madre esa mañana mientras se esforzaba en acabar el desayuno- según el pronóstico hoy debería empezar a nevar.
Aun así notó a través de la ventana de la cocina que el cielo estaba despejado. A pesar de la ansiedad se sintió aun con esperanzas.
Caminando solitaria al instituto se apretaba el bolsillo derecho donde el sobre se había transformado en un peso extra que le incomodaba en el pecho. No se había sentido tan decidida hace mucho. Se había puesto un poco de brillo labial y rociado del perfume de Anne, quería lucir firme aunque por dentro estuviese temblando.
El timbre sonó, y cuando estuvo segura que todos los alumnos ya se dirigían a sus salones, caminó a un paso tan lento, como si así pudiese lograr detener el tiempo.
Entrando al salón con el pecho apretado y las manos temblando deseó como pocas veces que Ryo no apareciera, aunque se resignó al verlo en su lugar. La saludó con una fugaz mirada que ella respondió con una sonrisa forzada. Y al tomar asiento le fue imposible dejar de sentir cada uno de sus movimientos a sus espaldas.
No pudo evitar suspirar durante toda la mañana, ninguna otra cosa importaba, todo lo que pasara desde ahora era sinónimo de sentirse triste y humillada, y aunque ya no sentía esa confianza que la había inspirado a escribir su carta, supo que el día no podría acabar sin dar el siguiente paso.
En el descanso comió a penas, incapaz de hablar como lo habría hecho hasta hace un par de días, sintiéndose aliviada en el momento en que lo vio caminar fuera del salón.
Suspiró profundo, dio el último sorbo a su botella de té viendo a su alrededor, a pesar del clima, sólo un par de alumnas seguían en sus asientos. Como si sus músculos se hubiesen de momento paralizado y el corazón amenazara con detenerse dejó una de sus libretas de apuntes bajo su escritorio. Fue una estrategia extraña, teniendo en cuenta que la libreta siquiera tenía su nombre, y al verlo volver debió bajar la cabeza avergonzada, ya no había retorno.
Ryo por su parte, tomó su lugar y bebió algunos tragos de jugo antes que la siguiente clase comenzara. Suponiendo que debía apuntar las indicaciones de la profesora de inglés se extrañó de encontrar una segunda libreta bajo el escritorio. Sin la suficiente astucia de identificar a algún sospechoso, un sobre sin remitente se asomó al pasar la primera página. Fastidiándose por ahora tener que adivinar su procedencia, el suave aroma a cerezas y avellanas en pocos segundos encendió una especie de chispa en su cabeza. Elevó la vista hacia Hotaru, y como nunca antes le había sucedido, con una especie de nudo en el estómago, no deseó comprobar su contenido.
Con sus cuadernos dentro del bolso de antemano, a penas sonar el timbre se incorporó apresurándose por el pasillo. Saludó con la cabeza a la profesora de literatura, que acaba de salir de un salón contiguo, y quien sin notar su desesperación se le acercó para felicitarla por su último ensayo. Ella sólo se limitó a asentir con una sonrisa forzada, probablemente dejándole una sensación extraña.
Al fin en la salida tomó algunas cosas del casillero, y aunque quiso volver a caminar de prisa, Naoki estaba ahora sonriéndole al otro lado de su puerta.
- ¿Ya te vas? – exclamó con entusiasmo- he estado ensayando una nueva canción, deberías venir a vernos, me complacería mucho oír también tus consejos- le guiñó el ojo.
Apretó la mandíbula, sonriendo con evidente esfuerzo.
- lo siento…tengo…trabajo…
- entonces debería enviar una grabación ¿verdad? Así de todas formas podrás vernos.
Tras él Ryo asintió, paralizándola a tal punto que no pudo percatarse que era la primera vez en que estaban de acuerdo en algo.
- bien- Naoki apoyó la mano en el hombro de su compañero- ¡nos vemos!
Posó fugazmente sus ojos en él, ahora, teniéndolo de frente y rogando en que no se le acercara.
-…Olvidaste algo- murmuró llevando consigo su cuaderno de apuntes.
-…claro…- dudó- gracias-…en su otra mano, intencionalmente cerca de ella, sostenía el sobre sin remitente.
De manera brusca su mundo se tambaleó. Parpadeó un par de veces, el estómago se le revolvió y, por completo avergonzada, no fue capaz de emitir comentario. Bajó la mirada, respirando profundo antes de despedirse.
Con movimientos torpes, rígidos y poco calculados intentó dar media vuelta metiendo el cuaderno en su bolso, para acabar chocando con una chica que pasaba a su lado.
-…Hotaru…¿quieres hablar?- insistió él con un tono de voz tan robótico como las expresiones de su rostro.
Sintió su pecho apretarse, y aun ante sus deseos, supo que de a poco se iba volviendo pequeña y cobarde.
- No…no tienes que decir nada…- se esforzó, consciente que en realidad prefería no tener que escuchar las palabras del rechazo.
-…tal vez ahora tú puedas escucharme- repitió, confirmando que ya la había leído.
Apretó los labios, siendo aplastada por un profundo sentimiento de derrota. Sin querer estar consciente de quienes se interponían a su paso caminó a un ritmo intencionalmente lento.
Sin duda se había expuesto a esta situación de forma voluntaria. Era además horriblemente incómodo y egoísta que a pesar del evidente desenlace él planeara obligarla a escucharlo…Bueno…ella hace sólo un rato ya lo había obligado a enterarse de algo que seguro tampoco quería saber. Saliendo del edificio arrastró su existencia en dirección a los jardines.
La brisa fría rozando su cara, el sonido del movimiento de las ramas de los árboles y las voces de unos alumnos que iban dejando a su paso se mezclaron con el ruido de sus pensamientos, que por más que intentara dilucidar le era imposible saber cómo debía hacerle creer a Ryo que su respuesta no le importaba.
-…Realmente Julie y yo…no estamos saliendo- murmuró de pronto.
Apretó los dientes, incrédula, como si eso pudiese significar un atisbo de esperanza.
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Editado: 01.07.2025