Ligera y agridulce

Al final de cada viaje en la vida: Capítulo 19

Uno de sus alumnos le pidió dar saludos a Ken antes de abandonar el salón de clases. A pesar de apenas haber almorzado se apresuró en conducir hasta el hospital, donde su amigo, aun por sobre el cansancio lo saludó con una sonrisa. Le entregó la revista que había encargado y bromeó respecto a las esperanzas de sus alumnos en que volviera pronto, pero ambos eran conscientes en que aún si lo daban de alta, tendría que estar un buen tiempo fuera de toda actividad que requiriera el más mínimo esfuerzo.

- Hoy les enseñé tu adaptación en saxofón para April Moon.

- “se supone que eso debía hacerlo yo”- se apresuró en escribir en la pantalla de su celular.

- y supongo que no te importa que tomara prestado tu saxofón- bromeó- de hecho, lo tengo en el auto.

A pesar de su actitud divertida Ken pareció resignado. Y tras varios minutos pensativo lo vio escribir un nuevo mensaje.

-…”Quiero que se lo des a Hotaru”

Él parpadeó un par de veces antes de encontrar una buena respuesta.

- Tendría que enviarlo por encomienda ¿no te imaginas lo costoso que podría ser eso?- Además- bufó- no encontrarás un mejor instrumento que ese en toda tu vida.

Su amigo sonrió evidentemente incrédulo, pero no, no estaba dispuesto a permitirle dejarse vencer de esa forma.

- A todo esto- agregó tras un sorbo a su vaso de té de máquina- no tuve el atrevimiento de hablar más a mi sobrino tras la muerte de Keiko, pero él mismo me escribió para decirme que durante algunos días volverá a Tokio.

A penas finalizar sus palabras Ken se esforzó para sacar de su velador una nueva carta.

Conteniendo su pesar intentó conducir de vuelta al departamento, la apariencia de su amigo, la jovialidad que lo había caracterizado de la cual ya nada quedaba, incluso para intentar anunciarle que comenzaba a sospechar que su tiempo se acortaba. Se habría quedado taciturno tras el volante, de no ser por aquella llamada desconocida de varios segundos en su celular, que no tuvo la rapidez de contestar.

…Me alegra saber que tienes algún tipo de inclinación por la música…

Esa mañana abrió los ojos de sobresalto y con el corazón y la garganta apretados, suspiró profundo y se sintió culpable al reconocer que ya llevaba tiempo sin tocar su flauta.

Volvió a suspirar ahora siendo interrumpida por una notificación en su celular, y aun deseando que se tratara de Jonh, igual de emocionante fue leer a Jun indicando que esa tarde estaría en el instituto.

Un poco más animada salió de la cama, se vistió, arregló su cabello con una delicadeza que pocas veces tenía, y se roció un toque de perfume.

Abajo Anne la esperaba con sus suplementos vitamínicos y el desayuno. Antes de salir depositó con extrema delicadeza los últimos pasteles de arroz relleno de frutilla en un pequeño paquete.

-…Admito que me siento un poco ansiosa al pensar en que aun hay cosas que debería repasar- murmuró Umi sentándose a su lado- pero creo que Hero tiene razón en que si no nos alimentamos bien podríamos enfermar justo antes del examen.

Se quedó pensativa y asintió, para luego preguntarse si Keiji, que se había pasado las últimas semanas casi sin salir de la biblioteca, se estaría alimentando también de forma adecuada. Observó ahora con detención el bento que su amiga acababa de abrir.

- ¡Y tú también deberías alimentarte bien!- agregó.

Aunque casi no tenía apetito, Anne le había obligado a llevar al menos un par de onigiris.

-…¿te has sentido bien?

Bajó la mirada antes de responder.

-…creo que…si intento ignorarlo…- suspiró- está bien.

Umi se acercó y le acomodó la bufanda.

-recuerda que si te sientes mal está bien- musitó- y no quiere decir que seas débil.

Le fue imposible no sentirse un poco avergonzada.

Antes de despedirse Umi le recordó que seguía en pie la invitación para asistir a la presentación, una idea que quedó por un rato incomodando en su cabeza.

Le fue difícil concentrarse en clases, y para el horario de salida el corazón ya le latía expectante por la idea de ver a Jun. Fue al baño a retocarse el brillo labial, y a paso lento, pero firme caminó hasta el salón de música.

Sentado en el borde del escritorio Jun dejó de lado su celular y se incorporó al verla. A ella de inmediato le agradó que luciera mucho menos formal de lo que acostumbraba. Apretó las mejillas para evitar sonreír.

-…¿Ya no vienes a ensayar?- murmuró frunciendo el ceño.

Ahora, un poco avergonzada, supo que no valía la pena intentar explicar.

- acabo de despedirme de los demás, y a fin de cuentas creo que para muchos será un alivio- rió para sí mismo.

Bajó la mirada, secretamente admitiendo que estaba en lo cierto.

- …yo…seguiré practicando en casa.

Él levantó las cejas.

- ¿no te agrada la profesora?

-…bueno…creo que su visión de la música es diferente- suspiró resignada- hubiese preferido que te quedaras hasta el fin del semestre.

Llevándose una mano sobre la boca se quedó viéndola fijo. En ese momento ella notó el anillo plateado en el dedo anular de su mano derecha, y por alguna razón sintió que se le apretaba el estómago, ahora le fue inevitable preguntarse si su ausencia se debería a algún tipo de compromiso, pero no pudo emitir comentario.

Antes que su propia incomodidad le impidiera hacerlo, se apresuró en abrir su bolso para sacar aquel paquete de papel que contenía los pastelillos de arroz.

-…Traje…Quería dártelo- titubeó un poco avergonzada, e incapaz de verlo a la cara dejó el paquete sobre la mesa- son para tu madre.

Sin quitarse la mano de la cara, con una suspicacia intimidante, él le sonrió de vuelta, en segundos volviendo a suspirar.

-…Mi madre ha muerto- murmuró con una voz menos sonora.

Sorprendida por tal repentina confesión, no pudo dejar de sentirse tonta, sabiendo que debió haber preguntado por ello desde el inicio.

-…lo siento- se quedó cabizbaja- hubiese querido saberlo antes.




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