Light.

Capítulo 3: La fiesta.

Una vez despierta intento despabilarme al ser consciente de que a pesar de mis titánicos esfuerzos, he vuelto a quedarme dormida. Completamente exhausta bostezo mientras me froto los ojos y masajeó mis sienes ante la punzante migraña que el insomnio comienza a desencadenar. Desconozco como he logrado resistir, pero a excepción de algunos breves instantes de flaqueza, me he mantenido en vela casi toda la noche. Durante la cual no volví a tener señales del hombre misterioso, pero tampoco de Mark.
Él me avisó de que llegaría tarde, pero no que se iba a ausentar durante toda la noche. En otra ocasión no es algo que le recriminaría, pero mientras la adrenalina y el miedo corrían por mi sistema a toda velocidad, solo deseaba escucharlo abrir la puerta de casa. Las horas transcurrieron con extrema lentitud mientras mi mente reproducía flashes de la definida figura del hombre al otro lado de la calle, regresando, pero en esta ocasión para matarme.
Ahogada por la ansiedad trato de alejar esos recuerdos, así que apartando la fina manta que me ha mantenido cálida durante la noche, comienzo a incorporarme experimentando los rescoldos de mi mala posición. Cada músculo del cuerpo grita con desesperación a medida que me estiro, soñando con un largo baño caliente que calme el dolor. Previendo que los Black están al caer, acudo al aseo, donde el agua se lleva la incomodidad y aleja el miedo y la confusión.
Escojo mi vestimenta sin demasiada atención con el único objetivo de que el día pase rápidamente, y una vez que termino los cereales salgo de casa al oír el claxon del coche. Sentándome esta vez en los asientos traseros junto a Erika, dónde recibo a todos con un saludo antes de que Ethan ponga el coche en marcha, atisbo un ligero cambio en sus rostros percibiendo las señales de un profundo cansancio.
Los hermosos ojos de Ethan se ven hundidos bajo unas violáceas ojeras que me incitan a querer preguntar que hicieron anoche, cuando recuerdo que yo misma luzco bastante demacrada y temo tener que darles explicaciones del porqué.
—Esta tarde tenemos que prepararnos para la fiesta —menciona Erika sacándome de mis pensamientos e irrumpiendo en el silencio sepulcral que reina en el coche.
Al inicio tengo que hacer un gran esfuerzo para contextualizar sus palabras, hasta que recuerdo la fiesta del equipo de rugby a la que me veo forzada a asistir. Mi atención se dirige a Ethan cuyo rictus se ensombrece de inmediato, a pesar de que percibo sus esfuerzos por mantenerse ajeno a nuestra conversación. Es cierto que ayer no se mostró especialmente ilusionado al respecto, pero esa renovada ira me hace sospechar que algo grave ha sucedido.
—Ya casi no lo recordaba —me sincero cayendo en la cuenta de que no le he comentado aún nada a Mark sobre el tema. En cierto modo no lo he visto desde ayer por la mañana, pero la incertidumbre ante su posible negativa es lo que me cohíbe.
—Si quieres puedo ir un poco antes a tu casa esta noche y te ayudo a prepararte.
—Me vendrá bien, gracias —acepto al percibir la ilusión reflejada en su rostro ante la posibilidad de compartir un momento de chicas, y porque en estos momentos no me veo con las fuerzas de preocuparme por semejantes coqueterías. Esperando sobre todo no tener que llamarla en unas horas para cancelar debido a la negativa de mi tío.
—¿A las nueve? —pregunta con una deslumbrante sonrisa—. ¡Será genial! Ya lo verás —asegura ante mi breve asentimiento de cabeza. Realmente dudo encajar en la fiesta, mi objetivo es no separarme de ellos y de esa manera quizás poder pasar un momento agradable, aunque el carácter de Erika siempre me motiva a mostrar lo mejor de mí, así que intento fingir cierta alegría esperando contentarla.  
La jornada de clases transcurre de manera tranquila, en todas intentó poner la mayor concentración a pesar de la bruma de pensamientos y el cansancio que enturbia mi ánimo. Almorcé junto a los mellizos quienes se mostraron extrañamente callados e incluso algo taciturnos, avivando mi curiosidad. Creí que el día no tendría mucha más emoción, cuando caminando por el pasillo unos ojos grises se aproximan en dirección contraria observándome hasta que nos cruzamos separados por unos escasos centímetros. 
Durante esos segundos el aire se torna más denso, de hecho creo haber atisbado una pequeña sonrisa traviesa acompañada de un atractivo hoyuelo en su mejilla. Es como una reacción química, una atracción incontrolable que parece capaz de arrasar con todo lo que se cruce en su camino, pudiendo incluso destruirnos a nosotros mismos. Es por ello que trato de olvidar a Brian, a pesar de que el recuerdo de lo sucedido permanece en mi mente incluso ahora, mientras saco las llaves de casa de la mochila. Al entrar ojeo el despacho de Mark para comprobar que afortunadamente se encuentra en su interior, así que armándome de valor golpeo la puerta.
—¿Se puede? —preguntó contemplando su elegante figura sentada al otro lado del escritorio atestado de papeles, los cuales revisa con absoluta concentración.
—Por supuesto Jessica, buenas tardes —dice invitándome a entrar mientras organiza los escritos que pululan por doquier, adoptando además una posición más cómoda en su silla—. Me gustaría disculparme por no haber podido estar contigo esta mañana, me salió una guardia de último momento y tuve que quedarme —se excusa otorgándome una explicación a su ausencia. Sin embargo supuse desde el primer momento que jamás me dejaría sola de no ser por algo importante, como salvar vidas.
—No te preocupes, me las apañaré bien sola —miento acomodándome en uno de los sofás, creyendo que lo mejor es hacerle ver que puede irse de casa sin preocupaciones aunque esté cavando con ello mi propia tumba. No obstante un breve gesto en su expresión me hace sospechar que la idea le despierta una gran reticencia, lo que me alivia enormemente.
Es entonces cuando me contempla con expectación, deseoso de escuchar el verdadero motivo de mi presencia y despierta un poderoso nerviosismo que carga el ambiente con una extraña tensión.
—¿Qué tal el instituto? —pregunta paciente, decidido a romper un poco el hielo al ver mi falta de motivación.
—Muy bien, los chicos son geniales y los profesores son bastante comprensivos… —respondo vagamente mientras trato de concentrarme en la manera correcta de formular mis siguientes palabras—. Venía para consultarte sobre una fiesta que hay esta noche —confieso escupiendo las palabras, como si fuera un oscuro secreto y la reacción no se hace esperar, pues su semblante cambia de inmediato haciéndome temer por las promesas que le he hecho a Erika.
—¿Una fiesta? —pregunta reticente, aunque luciendo dispuesto a escucharme.
—Bueno realmente fue idea de Erika —mencionó observando como el dato no lo sorprende, ya que incluso sin apenas conocerles queda claro que ella es capaz de poner en marcha a cualquiera—. Pero también van a ir Ricky y Ethan —añado a trompicones lamentando mi incapacidad para expresarme de una manera más sosegada y coherente.
—En ese caso, no me parece mal que asistas —concede olvidando de repente sus reservas ante la mención de los dos jóvenes y aliviando mi temor de decepcionar a Erika. Al mismo tiempo me siento algo insultada, pues a pesar de no estar muy puesta en asistir a fiestas, soy lo suficientemente inteligente y consciente, como para saber diferenciar entre lo bueno y lo malo en un ambiente de ese estilo—. Siempre que prometas que llegarás a una hora prudente, que tendrás cuidado y sobretodo, que no te separaras de los chicos. En especial de Ethan —estipula despertando un poco más de mi rebeldía, pero cayó ante la posibilidad de arruinarlo todo.
—Claro, además Erika vendrá a las nueve para prepararnos —digo advirtiéndole de la presencia de la joven, ante la cual no muestra problema alguno.
La seguridad de que al menos por esta noche aquel oscuro hombre no podrá encontrarme es algo que me otorga una poderosa confianza. No lo medité en un principio, pero la fiesta representa en cierto modo mi salvación, entonces recaigo en que si el forastero regresa la ira al no encontrarme podría llevarlo a atacar a Mark.
—¿Tienes planes? —preguntó con fingida tranquilidad, con la única esperanza de que mi salida le haya dado carta blanca para hacer planes quizás con los Black o algún compañero de trabajo. Cualquier cosa que lo saque de casa, al menos por hoy y mañana ya veré que soy capaz de urdir.
—La verdad es que tengo bastante papeleo por terminar —responde crispándome los nervios, aunque logró controlarlo tan bien que apenas lo percibe. Cuidadosamente examinó su semblante más pálido de lo normal y sus hombros alicaídos, sintiéndome culpable de forzarlo a socializar cuando es evidente que lo que necesita es una buena siesta. Pero no puedo contárselo y la única manera de protegerlo es alejándolo de aquí.
—Deberías salir un rato y relajarte. Quizás con Carmen y Alex para rememorar viejos tiempos… —le incito con la desesperación palpitando tan fuerte en mi interior que temo, sea capaz de percibirla a través de esta falsa actitud anodina.
—Puede que me animé a preguntarles —asegura con una pequeña sonrisa, como si le resultara tierno que me preocupe por él de esa manera. Algo lógico, siendo el único familiar de sangre que me queda con vida, al menos que yo sepa.
—Seguro que ellos también se animan —declaró con ilusión buscando infundirle algo de ánimo y esperando de todo corazón que Carmen y Alex no me defrauden. Pues de lo contrario tendré que quedarme para protegerle o quizás incluso hacer frente a mi enemigo—. Gracias por permitirme ir, te dejo continuar.
Y tras esas sencillas palabras lo abandono en su silencioso santuario rodeado de papeles, mientras que ya en mi cuarto me visto con ropa más cómoda, tendiéndome en la cama para leer algún libro de texto con la intención de no quedarme atrás con las clases. Casi por azares del destino el tomo de Literatura sobresale de la mochila e incapaz de resistirme lo cojo, pasando las páginas hasta alcanzar en concreto una de las poesías que analizamos en la última clase. Llevada por el simbolismo de sus versos acude a mi mente una mirada profundamente gris y perdida entre los recuerdos, no soy consciente del momento en que mis ojos se cierran y Morfeo me cubre con su manto, haciéndome dormitar junto al desgastado libro.




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