Light.

Capítulo 11: La luz.

 

Continuando mi camino con fingida decisión, trato de convencerme de que he hecho lo correcto e ignoró esa voz que clama por regresar a su lado y acabar con esta farsa. Entonces como si me hubiera leído el pensamiento, lo escucho aproximándose raudo, demasiado obstinado para dejar las cosas estar.
Por ello cuando agarra mi muñeca ofreciendo la oportunidad de soltarme con facilidad, escojo dejarme llevar, acompañándolo por los pasillos hasta ingresar en el armario de la limpieza. Escondidos en el reducido espacio, Brian se adelanta a encender la luz provocando que nuestras miradas se encuentren de forma clara, generando un estado de tensión que se refleja en cómo el pulso de ambos se acelera y nuestra respiración se torna casi jadeante.
—Olvidarte es precisamente lo último que deseo —revela con autoridad tras unos minutos, atreviéndose a romper la quietud que reina entre nosotros.
—A veces no importa lo mucho que uno quiera algo, en ocasiones pesa más hacer lo correcto y eso es lo que estoy intentando —rebato consciente de que jamás lograremos salir de esta espiral hasta que las cosas queden zanjadas y eso implica ofrecerle algunas aclaraciones—. Pero me lo estás poniendo muy difícil —añado en un susurro inconsciente, refiriéndome no solo a mis intentos de alejarlo sino también a lo doloroso que resulta controlar lo que siento cuando estamos tan cerca.
—Es evidente que no piensas compartir las razones que te llevan a actuar así —asegura para sí mismo, tratando de poner las cartas sobre la mesa—. Pero por mí está bien, puedo obviarlo todo siempre que no te alejes de nuevo —promete rompiendo mis esquemas, pues parece sincero al asegurar no importarle los secretos mientras podamos estar juntos.
Aun así reconozco el trasfondo de ello y es que en un futuro, a medida que nos conozcamos mejor, espera que tenga la necesidad de compartirlos. Pero es algo que jamás va a ocurrir, del mismo modo que siempre he pensado que las medias verdades en una relación nunca funcionan y la nuestra está plagada de ellas. No sé cómo explicarlo, pero mientras el cerebro pide que huya, mi corazón y alma ruegan por ceder a sus encantos.
—Brian tenemos que irnos, no podemos estar aquí —digo buscando la manera de disuadirle a abandonar todo esto, y en el fondo para olvidar su tentadora oferta.
—Mírame a los ojos y dime que no sientes nada por mí. Si es así, te juro que no volveré a molestarte jamás —decreta con voz profunda acercándose lentamente, haciendo que mis rodillas flojeen, hasta que el centro del universo parece hallarse en su hipnotizante mirada gris.
—¿Y si no? —me atrevo a retarle cuando sus labios se encuentran a tan solo un palmo de los míos, pudiendo sentir su cálido aliento y el aroma tan característico que desprende. Un deseo que nos recorre como una corriente eléctrica incitándonos al pecado.
—Entonces haré algo en lo que llevo pensando demasiado tiempo —advierte antes de fusionar nuestras bocas, desatando todo un nuevo universo de sensaciones que soy incapaz de rechazar. Al inicio acaricia mis labios con delicadeza, tanteando los límites y despertando un ansia que acaba consumiéndome feroz. Teme intimidarme, mientras que mi mayor miedo es volver a la realidad para descubrir que he faltado a Mark, a Ethan y a la loable intención de mantenerme alejada.
Así que necesitando olvidar todo por un instante, me pierdo en esta pasión delirante. Busco con manos temblorosas la firmeza de su pecho ante la posibilidad de caer al suelo y por su parte rodea mi cintura acercándonos aún más. Este no es mi primer beso, pero en cierto modo parece serlo pues jamás he imaginado que tan simple contacto pudiera liberar tales emociones.
—Escápate conmigo —ofrece cuando encontramos la fortaleza para separarnos, a medida que intentamos recuperar la compostura.
—No puedo —respondo conocedora a pesar de su hechizo, de la peligrosidad que ello acarrea. Pero inconforme vuelve a acercarse para unir nuestros labios, dejándonos cuando termina, deseosos de más.
—Solo serán unas horas, volveremos antes de que se acaben las clases, nadie lo notara —asegura haciéndome suponer cuál es su sucia estrategia para obtener mi beneplácito.
—No estaría bien —continuó pues sé que es lo correcto, aun así resulta cada vez más difícil mantener una actitud regia. Entonces vuelve a besarme, pero en esta ocasión con calma, incitándome a perderme en él.
—Te besaré todas las veces que sean necesarias hasta que digas que sí —sentencia entretanto solo puedo pensar en el miedo que siento a que algo le suceda. Pero también deseo compartir tiempo con él, aunque sea mediante una breve escapada—. Ves ya ni siquiera encuentras motivos para negarte —afirma con una sonrisa pícara.
—Solo unas horas —claudico al final incapaz de comprender cómo logra nublarme el pensamiento de este modo, aunque quizás es porque consigue sustituir mis mayores inseguridades por una extraña fe, como si a su lado nada pudiera salir mal.
Así termino corriendo por los abandonados pasillos del instituto y subida en su moto, en esta ocasión disfrutando de cada segundo. Libres por las calles de Manhattan, Brian ha preferido ocultarme cuál será nuestro destino, pero no me importa intoxicada de las emociones que ofrece la libertad. Quitándome el casco y bajando de la moto cuando está se detiene, contempló la enorme feria plagada de música, risas y atracciones que se abre paso ante nosotros.
—¿Qué te parece? —pregunta guardando los cascos en la cajuela.
—Me encanta —respondo fascinada, rememorando cuando de pequeña mi madre y yo acudíamos en ocasiones a ferias como está, que lograban romper con la monotonía de la rutina diaria.
—Madame —dice galante ofreciéndome su brazo para ingresar al mágico lugar.
Durante horas paseamos por el recinto, atreviéndonos incluso a probar alguna de las atracciones y en una de las cuales, Brian consigue una pequeña rosa roja de peluche que atesoro con cariño. Por suerte el clima está de nuestro lado y el brillante sol no solo aporta una razón más para sonreír, sino que además genera la creencia de que la maldad no puede ocultarse entre tanta belleza.
—¿Te arrepientes de haber venido? —pregunta mientras continuamos con el recorrido.
—Me lo estoy pasando muy bien —confieso un tanto esquiva, incapaz de negar que cuando el encuentro finalice, la culpa que ya toca a mi puerta terminará por carcomerme sin piedad. Así que trato de olvidar y consolarme con el placer que aporta su compañía.
—¿Qué te parece si continuamos con esa? —dice señalando algo a lo lejos.
—No sé … —contestó dubitativa al observar la intimidante enormidad que representa la noria, despertando tan solo con dicha visión esa horrible sensación de vértigo que cualquier persona temerosa a las alturas sabe reconocer.
—Las vistas arriba son maravillosas, te lo prometo —asegura ilusionado.
—Está bien —acepto sin pensarlo demasiado, creyendo que quizás con él a mi lado conseguiré ganarle la batalla a uno de mis mayores miedos.
Entusiasmado saca los tickets y tras esperar tan solo unos minutos en la fila, estamos a punto de subirnos en uno de esos inseguros cubículos metálicos. Disimulando mi nerviosismo lo acompañó sujetando al instante la barra de seguridad, convirtiéndolo en el único punto de anclaje fiable hasta el final del trayecto.
—¿Estás bien? —pregunta Brian notando mi extraño comportamiento, además de la evidente reticencia a caminar tranquila por la cabina.
Incapaz de ofrecerle una respuesta que no levante sospechas sobre el terror que me embarga, asiento ligeramente, aderezando el gesto con una sonrisa que alivia su preocupación al menos de momento. Parece que somos los últimos en unirnos a la divertida atracción, pues tras embarcarnos en ella, la noria comienza a moverse. Poco a poco asciende hasta los cielos, mientras mi presión desciende a fin de alcanzar cotas preocupantes. Pero demasiado avergonzada como para comunicarlo, fijó la mirada en el suelo e intentó respirar con tranquilidad, pidiéndole al universo que esto acabe lo antes posible.
—Jessica, estás muy pálida —comenta Brian, acercándose de inmediato dispuesto a auxiliarme—. Tienes miedo a las alturas ¿Verdad? —averigua apartando el cabello pegado a mi rostro empapado de un sudor frío y envolviéndome entre sus brazos trata de infundirme algo de seguridad.
—Puede —reconozco titubeante, esperando un regaño por mi mutismo.
—Tranquila, confía en mí —pide con un tono cargado de decisión, tomando una postura totalmente contraria a la que había imaginado, pues coge mis manos aferradas con fuerza a la barandilla y me motiva a avanzar a su lado.
—Brian —digo a punto de entrar en pánico, asiéndome a él con más rudeza de la que debería, pero al no escuchar queja alguna decido esforzarme para superar este trance bajo su calmante influencia.
—Cierra los ojos —dice sin perder la paciencia y por ello acató dicha orden tomando su voz como única conexión con la realidad—. ¿Qué es lo que más temes de las alturas?
—Caer —respondo experimentando de nuevo la manera en que mis piernas se aflojan, hasta que tengo la sensación de que el suelo desaparece.
—Yo jamás te dejaré caer Jessica —sentencia en un susurro trayendo a la vida un poderoso nerviosismo, como una ardiente oleada que me sobreviene al sentir su cálido aliento en mi cuello—. Ven conmigo.
Al principio avanzo reticente aún entumecida por el miedo que he permitido que me embargue, pero con cautela y sin separarse ni un milímetro, el joven consigue poner a prueba mis límites.
—Abre los ojos —pide detrás de mí, mientras aprovecho para disfrutar de las sensaciones que ofrece la firmeza de su pecho, su rostro cerca del mío, su mano envolviendo mi cadera.
—Es maravilloso —sentenció en un susurro ahogado. Al cumplir con su petición encuentro una visión de la bulliciosa ciudad de Manhattan bañada por el manto anaranjado del atardecer, dando como resultado una imagen imponente.
—Extraordinario…
—¿En qué piensas? —pregunto un instante después tras su escueto comentario, volteando el rostro para descubrir con sorpresa que en realidad se halla contemplándome con una expresión cargada de fascinación.
—Que eres la persona más buena y pura que he conocido jamás —confiesa perdido en el propio simbolismo de sus palabras. Trayendo el rubor a mis mejillas y una sonrisa tímida, incapaz de creer que alguien se refiera a mí en términos tan dulces.
El resto de nuestra travesía en la atracción resulta maravilloso, siendo irrisorio que al comienzo contara los segundos para acabar y ahora me gustaría detener el tiempo. En las alturas las presiones de la vida parecen más livianas y si además estoy a su lado estás desaparecen por completo, convirtiéndose él en mi único centro de gravedad. Dudo que mi temor se haya disipado para siempre, consciente de que el miedo solo ha sido opacado por una emoción mayor, la atracción que existe entre Brian y yo. Pero al menos es un gran paso y no puedo evitar sentirme orgullosa.
—¿Quieres comer algo? —pregunta dispuesto a aprovechar las horas que nos quedan.
—De acuerdo —respondo percatándome del hambre feroz que ruge en mi estómago.
—Iré por uno de esos perritos calientes, espérame aquí —ofrece surcando la multitud que a estas horas comienza a aumentar, hasta alcanzar el colorido puesto ambulante.
Paciente espero disfrutando de las vistas del lugar cuando que algo se queda pegado a mi zapato, un papel que se ha adherido a la suela con la ayuda de un chicle. Un tanto asqueada despegó el folio con la intención de proseguir e intentar deshacerme de la odiosa goma rosa, cuando su contenido me llama la atención de tal manera que a pesar de mis escrúpulos lo desplegó. Es un cartel de búsqueda sobre la desaparición de una joven, cuyo rostro inocente remueve algo en mi interior.
Sin saber por qué, dobló la hoja introduciéndola en el bolsillo del pantalón, meditando sobre la extrañeza del caso. Ahí perdida en mi empatía por la muchacha tardó en percibir las molestas punzadas en la nuca, que me conducen finalmente a escudriñar la multitud en búsqueda de una cabellera pelirroja. Mi corazón se acelera instándome a revisar el estado de Brian, encontrándolo sano y salvo en la fila del puesto ignorante de que a tan solo unos metros más allá, un ser encapuchado con ojos negros como la noche lo vigila.
Con actitud amenazante el demonio sonríe sádico, evidenciando que su deseo recae sobre la carne del joven. Desesperada por alejarlo de dicha idea, trazó un breve plan sin preocuparme en lo que pueda ser de mí. Lejos de mostrarme débil, endurezco mis facciones y alzó la mano brindándole un provocador corte de mangas que despierta cada uno de sus instintos de caza, pues de inmediato avanza empujando al gentío ansioso de alcanzarme.
Sorprendida de la efectividad de mis actos, huyo luchando por mantener la mente lo suficientemente clara como para encontrar el lugar correcto, perdiéndome rauda en su interior cuando lo encuentro. En medio de la oscura habitación de los espejos espero que el monstruo no haya abandonado su sed de sangre, a medida que contengo la respiración expectante. Solo cuando entre, intentaré perderlo de vista, encontrar la salida y abandonar la feria con Brian cuanto antes.
Bajo la poca visibilidad que ofrece el lúgubre lugar, estoy obligada a caminar despacio por los pasillos, cuyas paredes constituidas por espejos muestran imágenes distorsionadas. Contemplando mi figura anormalmente ancha en uno de ellos, captó el reflejo de una sombría silueta que se aparece por detrás y agarrándome del cabello golpea mi rostro contra el cristal. Caigo al suelo sobre las esquirlas comprobando que tengo las manos manchadas de sangre al tocarme la frente, y aterrorizada el demonio aprovecha para situarse a horcajadas golpeándome de nuevo la cabeza contra el suelo.
Sé que busca noquearme y que ello implica una irremediable sentencia de muerte, así que empleo toda la fuerza que soy capaz de reunir y me retuerzo, logrando incluso asestarle algún que otro golpe. Pero él es claramente superior lo cual genera una desesperanza que acciona algo en lo más profundo de mí, y cuando vislumbro que se avecina otro impacto me cubro el rostro a medida que una energía sobrehumana se abre paso deseando manifestarse. Sin comprender en lo absoluto su alcance, liberó el brillante rayo de luz azul que impacta en el pecho del demonio, haciéndolo retorcerse en agonía pues su cuerpo se consume hasta ser reducido a cenizas ante mis estupefactos ojos. Solo al saberme segura la luz retrocede regresando a algún desconocido recoveco de mi alma, dejando tras su paso el cascarón de una joven incapaz de comprender lo que acaba de hacer.
Asombrada examino las palmas de mis manos esperando encontrar alguna respuesta, pero solo presto atención a las inexplicables gotas de agua que caen sobre ellas y que instantes después comprendo que son lágrimas. Deseosa de abandonar el lugar camino desorientada en busca de la salida, dejando atrás los restos del maligno ser junto con cualquier esperanza que hubiera albergado sobre mi origen humano.
Por suerte logró volver al exterior donde la luz me deslumbra, hasta que con paciencia atisbo a lo lejos un rostro conocido marcado por la preocupación mientras escruta la multitud. Como si pudiera sentirme incluso entre un millar de personas, Brian posa su mirada sobre mí, acercándose para auxiliarme.
—¡Jessica! —exclama horrorizado ante mi magullado aspecto, empleando un tono cargado con una mezcla de profunda rabia e impotencia—. ¿Quién te ha hecho esto? —pregunta tomando mi rostro entre sus manos como un intento de despertarme del trauma.
Pero por mucho que yo misma trato de regresar al presente, estoy pérdida en otra realidad, en la cual comienzo a asimilar que por desgracia soy un ángel, junto con todo lo que ello implica. Reafirma el acto de deslealtad por parte de mi madre, explica por qué ese tal Dominik busca asesinarme con tanto afán, todas las extrañas evidencias físicas y emocionales que he experimentado en estos días… Soy un ser poseedor de un increíble poder que no puedo controlar. Afortunadamente esto es una muestra más de la sinceridad de Mark y los Black, pero no es algo que ahora mismo acalle el inmenso miedo y dolor que me consumen.
—Tenemos que ir a un hospital —sentencia tomando el bajo de su camiseta para limpiar la sangre de la herida que ya gotea por mis mejillas, otorgándome un aspecto perturbador.
—No, tropecé con uno de los espejos y me asusté porque no encontraba la salida —explicó con voz entrecortada cuando al fin proceso sus palabras. Hilando una excusa lo suficientemente convincente a sus oídos, pues abandona la violencia que refleja su mirada al imaginar que alguien me ha agredido.
—Voy a sacarte de aquí —asegura consciente de cómo cada vez más gente se fija en nosotros, murmurando entre ellos. Así que cubriéndome con su cuerpo, atravesamos el recinto de vuelta al aparcamiento.
—¿A dónde vamos? —preguntó cuando localizamos su moto.
—A urgencias, a que te cosan esa brecha —responde determinado.
—Brian por favor llévame a casa, Mark se puede ocupar de la herida —pido tomándole del brazo para llamar su atención, hasta que nuestras miradas conectan y lee que es lo que de verdad necesito. Púes ir a un hospital solo complicará más las cosas.
—Está bien —acepta aunque mostrando cierta inseguridad de estar haciendo lo correcto.
En menor tiempo del que creí posible Brian nos conduce de vuelta a casa a toda velocidad, con un manejo certero y profesional, bajo el que no tuve ni un ápice de temor en ningún momento. Estacionándonos enfrente de la casa, me retira con mucho cuidado el casco, comprobando con tiento el estado de la herida.
—Ha dejado de sangrar, aun así quiero saber que opina tu tío —menciona concentrado, entretanto no puedo evitar embeberme de él y sus amorosos gestos—. ¿Te duele?
—A penas —respondo siendo yo quien por primera vez une nuestros labios en un corto, pero emocionante beso, necesitando su cercanía más que nunca. Al acabar el aire que circula entre nosotros parece estar cargado de la misma aura electrizante que nos recorre, al menos hasta que la puerta de casa se abre obligándome a tomar distancia—. He de entrar —digo incapaz de ocultar la tristeza que me produce tener que abandonarlo, aunque sé que he de mostrarme fría debido a la presencia de Ethan, quien espera recostado en el marco de la puerta sin quitarnos la vista de encima.
—No voy a dejarte hasta que tu tío se ocupe de esa herida —dictamina percibiendo mi cambio de actitud y la irritante presencia del otro joven, ante la que no pretende dejarse intimidar.
—Él debe estar en casa, no te preocupes.
—Me iré si me prometes que volveremos a hablar —ofrece temeroso de que estas horas juntos se vean opacadas por la realidad, y retornemos a ese punto de partida de forzosa ignorancia mutua. Aunque siendo sincera después de hoy, es evidente que todo ha cambiado, en más sentidos de los que él puede llegar a comprender.
—Eso es chantaje —aseguro mientras arquea su ceja, como si fuera algo evidente, pero necesario—. Vale, te lo prometo.
Tras el juramento me despido discreta y mientras entro en casa puedo sentir su mirada recelosa clavada en Ethan, quien cierra con un portazo la puerta detrás de mí. De inmediato se dispone a cuestionarme, hasta que advierte el hematoma en mi frente. Sin pronunciar una sola palabra nos conduce al despacho de Mark, donde me sienta en uno de los sillones dispuesto a revisarme justo cuando aparece mi tío, maletín en mano, probablemente tras cambiarle las vendas a Ricky.
—¿Sucede algo? —pregunta desde la puerta avergonzado de haber interrumpido algún momento íntimo entre nosotros, mientras asumo que no puedo mentirle acerca de lo ocurrido y sobre la presencia de Brian en todo ello. Rompí nuestra promesa y debo sufrir las consecuencias a pesar de lo estrictas que puedan ser.
—Un demonio me ataco de camino a casa —respondo siendo consciente de la falsedad de esas palabras una vez que termino de pronunciarlas. Pero el imaginar tener que dejar a Brian de nuevo, en especial después de sus besos, sus caricias, su gentileza… Me rompe el corazón y el alma. El rostro de Ethan se ensombrece al captar el engaño, pues él mismo acaba de verme junto al joven humano y para mi sorpresa, no parece dispuesto a revelar la verdad.
—¡¿Qué?! —exclama Mark alarmado—. ¿Cómo sucedió? —pregunta dejando su maletín en el escritorio y acercándose a nosotros.
—Todo pasó muy rápido, no llevaba un arma, sino que más bien parecía querer dejarme inconsciente —respondo sintiéndome una rastrera al haber escogido el camino del engaño con una de las personas que más me quiere.
—¿Estás segura de eso Jessica? —pregunta Ethan quien a pesar de su enfado se muestra realmente inquieto al saber que mi herida se debe a un ataque.
—Sí, golpeo repetidamente mi cabeza contra el asfalto, intentaba hacerme perder el sentido —aseguró. Observando que sus expresiones se tornan confusas, despertando mi propia inseguridad.
—¿Cómo lograste huir? —cuestiona Mark preocupado, imaginándose lo peor.
—No huí. Creo que lo mate —respondo con voz temblorosa al recordar la forma en que aquel haz de luz, convirtió en nada al terrorífico ser—. No sé cómo, pero ese poder solo… Apareció.
Ambos lucen anonadados ante mi confesión, de hecho Ethan se ve tan nervioso que se aparta mesando sus cabellos, conscientes mejor que yo misma de lo que he logrado sin buscarlo en lo absoluto. Tras varios minutos en los que comparten sendas miradas, parecen establecer alguna clase de protocolo mudo entre ellos.
—Es muy extraño —murmura Ethan rompiendo el silencio y dirigiéndose únicamente a Mark.
—¿El que? —pregunto necesitando formar parte de cualquier elucubración que tenga que ver conmigo.
—Está claro que Angelique buscaba matarte. Pero ese demonio no lo hizo ¿Por qué? —responde como si hablará para sí mismo a medida que su ceño se frunce por la concentración.
—El demonio que apareció la noche en que llegue a esta casa tampoco. Entro en mi cuarto y dibujo ese símbolo, pero no me hirió de algún modo —añado tras meditar mejor sus palabras.
—Quizás lo espantamos antes de que pudiera acercarse aún más —interviene Mark con evidente alivio en su tono.
—No lo creo —confieso recordando que lo que me despertó entonces fue la sensación de un susurro en mi oreja.
—¿Podrías dibujar ese símbolo? —pregunta Ethan dirigiéndose al escritorio para hacerse con un cuaderno y un lápiz que deposita entre mis manos.
—Sé que fue Dominik, solo él tiene el poder suficiente como para desaparecer sin dejar ni rastro después de hacer algo así —comenta Mark con un tono que jamás ha empleado en mi presencia, mientras alterno la mirada entre ellos y finalizar el dibujo.
—Entonces no la quiere muerta. No lo hizo esa noche y tampoco hoy —asegura Ethan tratando de ponerse en la mente de ese horrible ser, un monstruo que tal y como alguna vez mencionó Mark, tiene todas las papeletas de haber sido el asesino de mi madre.
—Si no desea acabar conmigo ¿Qué quiere de mí? —preguntó con voz entrecortada producto de la ira y el horror que me invade.
—No lo sé pequeña —responde Mark lamentándose de no poder ofrecer ni el consuelo, ni las respuestas que merezco.
—¿Te suena de algo? —pregunta Ethan brindándole mi dibujo.
—No, pero quizás detrás de esto se encuentren las respuestas que precisamos.
—Si el demonio intentó noquearla es porque hay algo en ella que Dominik necesita, o de lo contrario con la luz que posee no se arriesgaría a dejarla con vida.
—¿Y Angelique? —cuestiona Mark determinado a no pasar por alto ningún cabo suelto en sus cavilaciones.
—Es un ser celoso, quizás el que Dominik dispusiera no matar a Jessica despertase su miedo a que alguien pueda interponerse entre ella y su amo —responde mostrando su repugnancia hacía la mujer.
—No es un pensamiento del todo errado. Consultaré a tu madre y algunos viejos colegas, quizás ellos sepan que significa este símbolo —dice Mark esperanzado ante el nuevo rumbo que han tomado las cosas—. Vigila la casa, no tardaré —pide listo para marchar, no sin antes dirigirme una mirada interrogatoría.
—Estoy bien, ve —aseguró con confianza, pues la herida en mi frente no tardará demasiado en sanar y respecto a las del alma, estoy aprendiendo a esconderlas como toda una profesional.
Cuando nos quedamos solos, lejos de comenzar una pelea, Ethan se abstiene a contemplarme decepcionado antes de abandonar la habitación. Donde me torturo sabiendo que he cometido la peor de las faltas al engañar a Mark, hiriendo a Ethan y todo por un errático deseo. Que lejos de apagarse, palpita con más fuerza, vaticinando que el amor será mi condena.




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