Light.

Capítulo 16: Wisterias.

Despierto agitada de la escandalosa pesadilla regresando al presente, donde desesperada por alejar el miedo que siento apartó las suaves sábanas de mi cuerpo empapado por el sudor y me siento en la esquina de la cama tratando de recuperar el aliento. Reviviendo el contenido del mal sueño, meso mis cabellos consciente de cómo la oscuridad clamo por mí y lejos de aterrorizarme quede paralizada ante la sensación de pertenencia que nació en lo más hondo de mi ser.
Es como si hubiera hecho contacto con algo, pero al instante el cartel con el rostro de aquella joven desaparecida que descubrí en la feria, se perfiló en mi psique ayudándome a huir del ensueño. Bajo la maraña de oscuridad que intentaba seducirme, mis pensamientos se vieron inundados por el ansia de herirla y emplear a aquella muchacha dulce e inocente para mi propio beneficio. De inmediato justificó tales delirios acusándolos al cansancio y el progresivo estrés que sufrí ayer, pero aun así, me levanto desesperada por alejar todo lo posible esa ilusión que por unos instantes pareció tan real como la vida misma.
Atormentada caminó por la habitación captando por primera vez la ostentación de esta, ya que anoche tras un corto baño, caí rendida en la cama esperando hallar el descanso que tanto necesitaba. El cuarto está pintado de un tono azul muy suave, con detalles en dorado y muebles que encajan dentro del delicado marco arquitectónico. La cama de cuatro postes es inmensa, cubierta por unas cortinas de tul y vestida con sábanas de la mejor calidad. Las características baldosas blancas que recorren Anfor aportan un contraste gélido a mis cálidos pies, por lo que me aproximo a una de las ventanas deseosa de disfrutar de lo mejor de la habitación, las vistas.
Asomándome contempló la enormidad de Anfor bajo la radiante luz del sol, consciente de cómo la mañana pone en marcha a sus habitantes. Ante la cálida esperanza que da un nuevo amanecer, recuerdo las palabras del arcángel Miguel y su promesa de que hoy podré volver a encontrarme con los chicos. Una cita que me retuerce el estómago de nervios, con tan solo imaginar cuánto han de odiarme por lo que les hice. Además de que yo también guardo nuevas reservas, ahora que sospecho que podrían ser partícipes de una farsa en mi contra.
Un descubrimiento que aún recae con pesadez sobre mis hombros, incapaz de comprender cómo ninguno de ellos fue capaz de advertirme de que estoy destinada a derrotar a la oscuridad en algún tipo de batalla ancestral, que encuentro muy alejada de mis habilidades. Perdida en esos pensamientos me sobresalto ante el sonido de unos suaves golpes en la puerta y consciente del sencillo camisón largo que visto, me cubro con la bata situada a los pies de la cama antes de abrir.
Allí encuentro un rostro familiar que por momentos pensé que no volvería a ver, pero conteniendo la emoción permito que Erika entre para situar la bandeja repleta de comida que porta en la mesa más cercana, antes de abalanzarnos en un efusivo abrazo. Dejando salir la preocupación y las lágrimas después del miedo que hemos experimentado, el temor a que pueda odiarme queda relegado, pues es evidente que se encuentra tan feliz de verme como yo a ella.
—Ethan y Ricky ¿Están bien? —pregunto nada más separarnos mientras seco mis lágrimas de emoción, temerosa en parte de su respuesta pues conozco el carácter de Ethan e imagino como se tuvo que haber encarado con los guardias para proteger a sus hermanos.
—Ellos están perfectamente, Ethan está entrenando y Ricky intenta que Renny lo perdone —responde con una sonrisa que le sienta genial a las ojeras que se advierten bajo sus ojos castaños—. Los guardias no permiten que entre más de una persona a tu habitación, por eso les he pedido que me dejen ser la primera —añade con cautela previendo cuál será mi reacción.
—¿Qué? —pregunto molesta, sin comprender cómo he podido pasar de una celda a otra.
—El arcángel prefiere mantener un ojo sobre ti hasta conocerte mejor. Entiende que tiene una gran responsabilidad y no puede confiar ni siquiera en lo que nosotros le hemos contado —me calma demostrando cómo el mandatario está comenzando a imponer sus límites sin preocuparse demasiado en lo que yo pueda opinar al respecto—. Lo importante es que hemos salido de esta y los chicos quieren que te diga que todo está bien. A Ethan le costó un poco al principio verse acusado de traición y tener después que enfrentarse al enfado de nuestros padres, pero me dijo que volvería a hacerlo con tal de que descubrieras la profecía —asegura trayendo a colación el problema más grande que reina calladamente entre nosotras.
—¿Cómo habéis podido ocultármelo? —pregunto con cierta resignación, pues no tengo el valor de echárselos en cara después de lo que han hecho por mí.
—Ven vamos a desayunar, también debes estar famélica —dice sentándome delante de ella en la mesa, donde comienza a servir en dos platos una jugosa cantidad de fruta, ya que algo como el bacon o la carne en general están vetadas para los ángeles. Yo por mientras la dejo hacer, consciente de que necesita este pequeño interludio antes de embarcarnos en un terreno más pantanoso—. El arcángel nos contó que trataste de salvarnos ofreciendo tu vida a cambio de la verdad, aún no confía en que seas un ángel de luz, pero no importa, esa es la realidad y tu destino —asegura transmitiéndome una gran inseguridad.
—Sabes que es imposible —sentenció incapaz de creer que alguien pueda pensar que el disponer de un poder como la luz, me convierte directamente en una heroína.
—Por esto todos coincidimos en que no debíamos decirte nada. Mark pensó que sería demasiada presión y que lo mejor era que tomarás tus propias decisiones, sin más responsabilidades de por medio —alega como si estuviera reviviendo aquel preciso instante. Aunque encuentro lógica en su justificación, no veo el beneficio en mantenerme ajena a esto. He comprobado que tarde o temprano el pasado siempre regresa, así que ahora que conozco mis verdaderos deberes para con todas las razas, me siento más desprotegida que si lo hubiera descubierto bajo la protección y el abrazo de Mark.
Puedo imaginar la presión que ha recaído sobre sus hombros desde que mamá murió y tuvo que hacerse cargo de mí, teniendo en cuenta lo que representa. Pero recuerdo los años que ella pasó escondiendo nuestros orígenes para que al final todo saliera a la luz después de su fallecimiento. Hay secretos que son imposibles de ocultar, en especial cuando esconden partes de nosotros mismos. Por eso a pesar de no verme como una líder, estoy dispuesta colaborar en la lucha contra la oscuridad.
—¿Qué pensabais hacer si el arcángel descubría mi existencia? —pregunto sabiendo que habrían diseñado estrategias ante cualquier eventualidad que pudiera presentarse.
—Al principio Mark pensó en hablar con él y explicárselo todo, pedirle que te confiara a su protección. Pero sabíamos que era inútil, pues habría acabado sucediendo lo que está pasando ahora, así que decidió callarse y concederte un poco más de libertad al menos por un tiempo —responde mostrando la inmensa consideración que sé, me profesa mi tío.
—¿Y qué crees que está sucediendo?
—Miguel es un gran líder, pero igual que lo hará el pueblo cuando sepa que eres un ángel de luz, alberga sus propias esperanzas sobre tu poder y los errores que cometas se convertirán en algo de gran magnitud —reconoce avivando la ansiedad que trató de refrenar a toda costa—. Puede que aún no sepas cómo, pero eres nuestra única esperanza de lograr una victoria sobre la oscuridad.
—Lucharé contra ellos porque es lo correcto, pero no soy vuestra salvadora —establezco un tanto molesta de que sea incapaz de ver algo tan evidente.
—Todos creemos en ti, Julianne sabía que eras especial incluso antes de que nacer. De hecho más gente de la que imaginas ha entregado su vida por esta causa —replica instruyéndome en esa férrea confianza que todos me brindan, inconscientes del error que cometen al idealizarme de este modo.
—Lo último que deseo es que alguien muera por mí.
—Si no comprendes cuál es tu papel y lo valoras, muchos inocentes serán asesinados a manos de la oscuridad y siglos de esfuerzo habrán sido en vano —responde con una intensidad que jamás he visto en ella, sacando a relucir a la joven guerrera que se esconde tras su alegre carácter.
—Maldeciría el momento en el que se lo conté todo, si no fuera porque ha sido eso lo que nos ha salvado —confieso con resignación al ver las inmensas repercusiones que pueden tener unas inocentes palabras.
—Hablamos con el arcángel durante casi toda la noche y después con nuestros padres —comenta dando una explicación al evidente cansancio que denota incluso su postura, mientras cuestiono por qué les habrá permitido hablar con Carmen y Alex en cambio yo he de esperar para reunirme con Mark.
—¿Mi tío también lo sabe? —pregunto soportando el aguijonazo de culpabilidad que recibo.
—Sí. El arcángel no dijo mucho sobre cómo se lo había tomado, pero parece que al menos está tranquilo de que estés a salvo. Ya que Anfor es el único de los mundos en el que la oscuridad no puede penetrar —responde haciéndome lamentar aún más el no tenerle a mi lado para preguntarle sobre lo que se avecina y a sí mismo, darle respuestas a tantas cosas que quedan pendientes entre nosotros—. ¿Por qué no te arreglas y vamos a dar una vuelta? Creo que nos sentará bien algo de aire fresco —ofrece minutos después, tratando de levantarme el ánimo.
—¿Y los guardias? —preguntó con clara irritación por haber pasado del escrutinio de los demonios, al impuesto por mi propia raza.
—No dirán nada mientras vayas conmigo y no abandones Anfor, además hace un día estupendo —responde poniéndole su habitual buen humor al asunto. Tras ayudarme a seleccionar la ropa adecuada para nuestro recorrido, acabó vistiendo un conjunto sencillo de pantalones largos y una blusa vaporosa, todo ordinariamente blanco.
Cuando nos aventuramos fuera de la habitación los guardias no impiden nuestra huida, de hecho ni siquiera se atreven a hacer alguna pregunta sobre a dónde nos dirigimos, lo que rebaja en cierta medida la incomodidad que me produce tenerlos cerca. Particularmente debido al odioso recuerdo que conservo del guardián. Pero a pesar de sus estrictos protocolos de seguridad o quizá gracias a los conocimientos de Erika sobre la Torre, la abandonamos para sumergirnos en las calles de Anfor, donde advierto cuanto he añorado las sensaciones que este lugar transmite.
Ahora que el sol de la mañana resplandece sobre nuestras cabezas, trayendo consigo alegría y jolgorio por doquier, sigo a Erika quien me explica con detenimiento curiosos detalles sobre su cultura. La importancia de vestir de blanco, sus tradiciones, como es la crianza de los más pequeños… Siendo curioso cuanto se asemejan a los humanos, al menos cuando la vida era humilde y se tendía a confiar más en la bondad de las personas. Pues aquí todos son hermanos y se ayudan entre ellos bajo la búsqueda de un bien común.
Explica que cuando la luz creó a los ángeles muchos no se vieron preparados para ser guerreros y ante dicha postura en lugar de relegarlos, el arcángel Miguel les permitió no tomar las armas, pudiendo servir a su raza de otras maneras. Por ello comenzaron a trabajar en la Torre como cocineros, parte del servicio, cuidando de los animales o en el invernadero, donde se cosechan los alimentos que surten a todo Anfor. Al igual que con los años otros han establecido pequeños puestos en los que brindan a los demás de artesanías, libros u objetos provenientes de Elis, en general cualquier detalle con el que puedan aportar a la sociedad.
—¿Y si deseo comprar algo? —preguntó con curiosidad.
—No tenemos una moneda, la gente no hace esto con el fin de enriquecerse, si lo quieres solo tienes que pedirlo. Pero a cambio debes apreciarlo y ser consciente del esfuerzo que conlleva —responde con una pequeña sonrisa orgullosa, sabiendo igual que yo, cuan diferentes son las cosas en la Tierra. Aquí cualidades como la avaricia no tienen cabida, pues todos los ciudadanos son criados bajo el respeto y el altruismo.
—Es impresionante —aseguró fascinada de que rijan un mundo tan gigantesco empleando la bondad como base.
—Los humanos habrían podido ser también una gran especie, pero por suerte la luz siempre es piadosa con todas sus creaciones por igual —asegura haciendo que medite en cuan diferente sería mi carácter si me hubiera criado aquí como ellos.
—Tú dijiste que los seres de Elis no pueden ingresar a Anfor, ¿Qué hay de Edgar? —pregunto recordando al infame carcelero.
—Ellos han de habitar siempre su mundo, pues debido a sus características no tienen cabida ni en la Tierra, ni aquí en Anfor. Poseen sus propias leyes y tradiciones y aunque todas giran en torno a su lealtad hacia la luz, es complicado para ellos mantener la fe cuando su mundo se marchita a su alrededor —explica con mayor detenimiento, ofreciendo una visión tenebrosa de un lugar que desconozco—. Edgar es un troll y tiene su propia historia con el arcángel. Por eso le permitió quedarse a vivir en la Torre, lo que demuestra la enorme confianza que le profesa—responde escueta. Quizás porque ni siquiera ella conoce bien qué es lo que le trajo hasta aquí, aunque no es de extrañar, teniendo en cuenta lo reservado que parece Miguel.
—¿Tan mal están las cosas en Elis?
—Quizás incluso peor que en la Tierra. Hay razas allí que no son salvajes por lo que solo pueden intentar huir de los demonios y los Borats —responde con una mirada cargada de pena, que me lleva a empatizar con el dolor que han debido arrastrar por tantos siglos.
—¿Borats? —cuestiono confusa.
—Es una larga historia —responde como si fuera incapaz de indagar más en el tema, sobrecargada por los recuerdos—. Pero se dice que el heredero al trono de Elis está luchando entre las sombras para recuperar el control y los ángeles en las guaridas de allí intentan ayudarlo. Realmente espero que lo logre, mi abuelo murió defendiendo esas tierras y merecen un destino mejor que el que les espera —comparte explicando por qué este tema despierta tantas emociones en ella. Por lo que continuó caminando a su lado sin insistir más y por el contrario trato de distraerla con banalidades hasta que la veo recuperar su preciosa sonrisa.
Aunque ahora comienzo a sospechar de las verdaderas razones por las que ha insistido en sacarme de mis aposentos, pues rodeada de toda esta noble gente e imaginando a los inocentes que sufren a manos de Dominik, es imposible no estar dispuesta a entregar la vida con tal de liberarlos. Desearía poseer la fuerza para ser la persona que ellos merecen, pero cuanto más rasco en mi interior comprendo que lo único que yace ahí es miedo e incertidumbre, unos componentes que desde luego no son los que definen a un guerrero.
—Voy tan solo un segundo a saludar a alguien —menciona de repente, sacándome de mis pensamientos para verla alejarse tímida hasta un joven bastante guapo que la recibe con la mejor actitud. Desplegando sus encantos, el muchacho cae rendido a sus pies y aunque la imagen resulta enternecedora, aparto la vista dispuesta a concederles algo de intimidad.
Meditando sobre lo mucho que Erika merece tener a alguien que sepa apreciarla, más allá de sus protectores hermanos, soy golpeada por una insólita sensación que me recuerda al punzante dolor que sentí ayer a mi llegada. Aunque en esta ocasión es completamente diferente, pues el sufrimiento se ha diluido dejando solo la sensación de que algo lucha por atraerme, y seducida por su canto continuo caminando sumida en dicha fantasía.
Mis pasos parecen ser guiados en la dirección correcta, pues a medida que continuo las emociones se intensifican. El pensamiento de que no debí alejarme tanto de Erika se cruza como un destello, pero es desterrado a lo más profundo de mi psique. Cuando la veo, encerrada en una cúpula que a simple vista parece de cristal y custodiada por dos guardias armados, se alza la bella Wisteria mostrando su grandeza en medio de la enorme plaza.
Sus flores violáceas destellan de una manera especial, mientras que sus robustas raíces se aferran al suelo con fuerza, empeñada en no permitir que nada la derribe. Pero a medida que camino hacia la causante del delirio curiosa de contemplar todos sus detalles, el árbol brilla con un fulgor azulado muy similar a mi luz. Reconociendo la conexión que nos une, avanzo advirtiendo cómo los guardias se apartan sorprendidos de lo que están viendo.
Aunque nada más existe para mí y cuando estoy delante de ella, alcanzo a ver como la luz en realidad asciende en pequeños canales hasta sus hojas, nutriéndose de toda la energía que absorbe desde las raíces en un ciclo infinito. Mi poder relegado durante tantos años reacciona a su presencia, llenándome de una fuerza sin igual y animándome a alzar la mano para palpar su rugosa corteza, desconocedora del efecto que causaría.
Cuando tan solo la punta de mis dedos lo alcanza, un poderoso destello de luz sale disparado hacia el cielo, impactando contra la cúpula generando un sonoro ruido eléctrico. Su resplandor es advertido en cada rincón de Anfor, eclipsando incluso el brillo del sol y a pesar de saber lo que estoy generando, no puedo contener la necesidad de mantener nuestra conexión. Llena de esa sensación de pertenencia, parece que todo lo que he hecho me hubiera conducido a este preciso instante.
Entonces algo busca alcanzarme, un ente más antiguo que el tiempo desea transmitirme un mensaje, avivando un temor por el que rompo de lleno con todo, y aparto la mano esperando que comprenda que aún no estoy preparada. Cayendo al suelo exhausta, observó como la Wisteria regresa lentamente a la normalidad mientras trato de hacer lo mismo. El bullicio alrededor me desorienta, hasta que el rostro de Erika se abre paso entre ellos desesperada por alcanzarme.
—Jessica ¿Qué ha ocurrido? —pregunta angustiada agachándose para tomar mi rostro entre sus manos.
—Solo la he tocado y ha reaccionado a mi luz —respondo desconcertada, resumiendo de manera pobre una respuesta masiva. Pues las Wisterias, al igual que la cúpula fueron creadas por la luz y ambas se han manifestado por primera vez al encontrar a otro ser que comparte su sustento vital.
Al observar como la atención de Erika se desvía hacia algún punto detrás de mí, sigo la dirección de su mirada, encontrando a Ethan a lomos de un increíble caballo alado que dirige con absoluta destreza. Pero esa dicha se ve apagada al encontrar que el guardián lo acompaña, junto con un importante comando de guardias que comienzan a tomar el control de la situación.
—Acompáñame —pide Ethan cuando nos alcanza, ofreciendo su mano con más serenidad de la que esperaba. Y tras observar a Erika quien asiente motivándome a marchar con él, aceptó su propuesta.
—Ethan te juro que no sabía lo que sucedería si… —aclaro mientras me levanto del frío suelo.
—No es el momento —interrumpe con cariño, pudiendo leer en su expresión que me conoce lo suficiente como para saber que esto no ha sido algo intencional—. Vamos, te ayudo a montar —dice cuando nos situamos junto al imponente animal.
—¿Y Erika? —preguntó mientras la veo hablar con el guardián.
—El arcángel la necesita para comprobar el estado de las Wisterias, pero no te preocupes, todo está bien —asegura logrando que encuentre cierta paz en medio de tanta tensión—. Los pegasos son animales muy mansos, no te hará daño —advierte al ver la curiosidad mezclada con cierta desconfianza que inundan mi expresión ante el enorme caballo, cuyas pomposas alas blancas se agitan debido a su ansia de volar. Con paciencia Ethan me ayuda a subir, dispuesto a conducirnos de nuevo a la torre, aunque una parte de mí se queda en este lugar.
—Me gustaría pedirte perdón por lo que ocurrió con el plan. Debí de escucharte desde un principio y haber tomado otro camino que no os perjudicara —confieso tras varios minutos de trayecto, sabiendo que lo mejor es dejar salir lo que siento con la esperanza de redimir parte de la culpa que aún me mortifica.
—En su momento te dije que nosotros somos los únicos responsables de las decisiones que tomamos —asegura con fiera convicción—. Conocía las consecuencias y las acepté, por lo que no has de lamentarte.
—Parece que todo lo que hago solo consigue empeorar las cosas —confieso, manifestando por primera vez un pensamiento que a lo largo del tiempo se ha vuelto cada vez más recurrente.
—Eso no es cierto, pero has de ser más precavida de ahora en adelante —advierte comprensivo—. Ya todos saben quien eres, ha sido incluso una muestra para el arcángel. Pero también ha reforzado sus miedos, ninguno conocemos el alcance de tu luz e intentará controlarte a toda costa —explica comprendiendo mi reticencia a seguir las órdenes del líder, pero tratando de enseñarme que es lo más beneficioso para todos.
—¿Qué significa eso? —pregunto incapaz de ocultar mi disconformidad ante la idea de ser sometida.
—Sabes que habrá repercusiones, solo afróntalas y déjale creer que tiene el mando, es lo único que conseguirá tu libertad a largo plazo —responde en un susurro, buscando que solo mis oídos se hagan eco de la información, a medida que ya puedo atisbar a lo lejos el puente que conduce a la Torre.
Tal y como previmos nada más llegar el arcángel solicito mi presencia en el consejo, donde estando a solas pudo recalcar las numerosas faltas cometidas durante mi reciente actuación, y dejar en claro que no tolerará semejante alteración del orden de nuevo. Sin embargo haciendo oídos sordos de su irritante palabreo, me centro en los consejos de Ethan y solo tomo la palabra para dejar claro que lo ocurrido fue algo inesperado, además de que no tengo intención de herir a las Wisterias.
A pesar de ello tuvo bien clara la condena, relegándome a un confinamiento indefinido en mi habitación, donde los guardias se asegurarán de que esta vez no escape ni de noche, ni de día. Incluso entonces a pesar del visceral deseo por revelarme, tome un largo suspiro aceptando el injusto castigo consciente de que llegado el momento tendré el mando de mi vida, y ni él, ni Dominik o la oscuridad podrán hacer nada para impedirlo.
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