Sorprendida de escuchar unos golpes en la puerta me encamino a abrir al inesperado visitante imaginando que debe tratarse de Erika u en todo caso Ethan o Ricky. De hecho espero encontrar a cualquiera antes que a él, pues tras el incidente de ayer con las Wisterias y la dictatorial reducción de mi libertad, he estado encerrada aquí aparentemente tranquila. Aunque resistiendo a escondidas los impulsos por ir en contra de los guardias y de su inamovible actitud impertérrita.
Invitándolo a pasar con un breve gesto, me sorprende cuando lo ignora, pareciendo haber venido para ejecutar una misión concreta de la que solo cabe esperar, no complique de nuevo las cosas. Pues no sé cuantas imposiciones más podre soportar, independientemente de la fe que tengo en las leales palabras de Ethan.
—Buenos días, Jessica.
—Buenos días —respondo respetuosa, siendo extraño rechazar de manera directa a alguien al que tanta gente adora con fiereza.
—Si me concedes unas horas de tu tiempo, quisiera mostrarte algo —pide despertando mis sospechas, pues tras sus tajantes órdenes de ayer lo último que esperaba es que tan solo unas horas después, se reúna conmigo bajo un talante mucho más afable. De hecho puedo advertir su intención de manejar esta situación con cierto tacto, reafirmando mi incertidumbre y debido a lo cual, evito hacer más preguntas al respecto.
Con un asentimiento de cabeza abandono mi prisión, consciente de cómo los guardias se mantienen a las puertas dejándome avanzar a solas junto al arcángel. Dicho gesto me hace pensar que quizás no se trate de un acto de cortesía, sino de una orden clara por la que cuestiono con más ahínco a donde estará conduciéndome. A pesar de la curiosidad respeto el silencio que el arcángel impone, bajo la única certeza que de haberles sucedido algo a los Black o a Mark, ya hubiera sido informada.
Así mismo cuando nos sumergimos en uno de los pasillos más oscuros de toda la Torre, la inquietud se vuelve casi insostenible, hasta que el arcángel se detiene junto a una peculiar escultura. Extrañamente oculta, representa algo distinto al resto del arte que plaga la Torre, donde suele predominar el canto a la vida y el orgullo de la raza. La gran figura enmarcada en un recóndito hueco en la pared y situada sobre un pedestal, representa a un ángel de la muerte con una enorme guadaña entre sus manos, de mirada seria y alas extendidas parece advertir que nada bueno se esconde tras él.
—Sube a ella —ordena invitándome a montar sobre la plataforma que sustenta la escultura, despertando mi más absoluta confusión. Hasta tal punto que por un momento planteó negarme, pero incapaz de advertir nada extraño en su semblante, lucho por superar la desconfianza que me sobreviene.
Identificó que para él es de lo más natural e incluso quizás crea que soy conocedora a estas alturas de a dónde nos dirigimos, pero nada más lejos de la realidad. Así que expectante subo al ángel de piedra, accionando con mi peso alguna clase de sutil mecanismo por el cual sus alas me envuelven y comenzamos a elevarnos juntos.
Parece que se trata de un ingenioso ascensor que en secreto conduce a las zonas más altas de la Torre y de inmediato la excitación me invade al imaginar que salas se esconden allí. Por suerte no tarda demasiado en detenerse con un suave parón, liberándome de la protección de sus alas para conceder una primera visión de la estancia. Adentrándome en la circular antesala mis pasos resuenan por el suelo de mármol, a medida que disfruto del frescor que entra por las ventanas y de su exquisita belleza.
En medio de la estancia cuelga una enorme lámpara de araña que ha de proveer al lugar una luz más cálida durante la noche, el techo está pintado a base de querubines regordetes y el motivo por el que el arcángel me ha traído hasta aquí debe encontrarse detrás de la puerta ante mí. A diferencia del fastuoso estilo que reina de manera general en el edificio, está compuesta por simple madera oscura, aunque se evidencia el titánico esfuerzo que tuvo que haber sido carvar cada uno de sus grabados, incluyendo las enredaderas que se extienden por la pared conformando el marco.
—¿Tienes idea de donde nos encontramos? —pregunta el arcángel tomándome por sorpresa y situándose a mi lado es consciente de que no sé que es todo esto, al ver la manera en la que examinó la sala con fascinación.
—No —respondo un tanto intimidada por la molestia que parece generarle mi ignorancia, pues supongo que para cualquier ángel de mi edad la habitación ha de ser fácilmente reconocible.
—Tras mi conversación con los chicos y los elegidos, he podido comprender mejor todo lo referente al pasado —informa tratándome por primera vez como a una igual, despertando con ello una absurda necesidad de estar a la altura—. Está claro que Julianne actuó con gran valor, pero más allá de su audacia, debió haberme hecho conocedor de sus sospechas sobre el bebé que portaba —declara rompiendo cualquier vestigio de control que hubiera mantenido hasta el momento, al ver puesto en tela de juicio el nombre de mi madre.
—Ella solo buscaba protegerme y lo demostró hasta el último momento —sentenció dejando en claro que la dureza de su sacrificio es algo para lo que no atiendo a réplica. Pues a pesar de haber lamentado en un inicio su decisión de ocultarme este mundo, no toleraré que nadie someta a juicio el amor y entrega hacia su familia o la raza.
—No lo dudo, pero si hubiera actuado con la sabiduría que pensé que la caracterizaba, se habría dado cuenta de que Anfor es el único lugar seguro de Dominik y la oscuridad —réplica destruyendo el último ápice de autocontrol que por su cargo, me he obligado a mantener—. Cualquier cosa hubiera podido sucederos en ese tiempo…
—De ese modo habría perdido a su supuesta salvadora ¿No es cierto? —le interrumpo viendo como se cree con el derecho de cuestionar las decisiones de los demás.
—Si hubieras crecido acompañada de la raza a la que perteneces, no te encontrarías perdida ahora mismo —alecciona pasivo, ajeno a la rabia que me consume.
—Puede que no conozca todo sobre los ángeles y me haya perdido mucho de este mundo, pero no me arrepiento de haberme criado en la Tierra —respondo tras exhalar un corto suspiro que logra calmar mis nervios, para pronunciar dichas palabras de manera clara y decidida, consciente de la sinceridad que encierran—. De hecho quizás mi madre sabía bien que entregándome a usted mi vida sería miserable, tratando de cumplir con las expectativas de todos, sin que a nadie le importe lo que yo pienso. Me dio un regalo increíblemente valioso, la libertad —añado sintiéndome culpable por no haber creído en ella desde el principio, sin embargo estoy descubriendo hasta qué punto cuido de mí.
—Eso es lo que crees ahora, pero cuando enfrentes a Dominik desearás haber recibido la educación correcta —asegura con un gesto que parece querer provocarme para ver hasta donde llega la lealtad hacia mi familia.
—Entiendo que debe hablar como un líder, sin embargo lo que tiene ante usted es lo que soy. Dudo ser capaz de hacer todas esas cosas que dice la profecía, pero las personas a las que quiero confían en mí y el pueblo ahí fuera me importa más de lo que creía, así que pienso al menos intentarlo —confieso aprovechando la ocasión para dejar en claro mis intenciones, demostrando que hay más honradez en mí de lo que cree.
—La luz nos escogió a mí y a los serafines para regir la raza por nuestra entrega, porque las decisiones de un mandatario no siempre son fáciles, ni comprendidas —confiesa con tiento, advirtiendo que quizás el bravío discurso ha hecho mella en sus elucubraciones sobre mí, y desea que entienda estas palabras como un intento de pedir disculpas por su casi cruel actitud—. Puede que haya errado con usted, y exista más coraje del que pensé detrás de esos ojos azules.
—Puede que más del que incluso yo creo poseer —aseguro meditando en que esa joven inocente que llego a casa de Mark sin saber quién era o su papel en la vida, ha ido desvaneciéndose casi sin darme cuenta.
—Por eso creo que mereces conocer lo que se esconde tras estas puertas —sentencia disponiéndose a abrirlas, mientras cierro las manos en puños en un intento de ocultar como tiemblo presa de la inquietud.
Cuando estás se abren de par en par, el arcángel me concede el paso a la infinita sala, en cuyo alto techo aparece representado «El jardín de las delicias» de El Bosco con sorprendente exactitud. Distraída apartó la vista un instante de la obra para encontrar que en el suelo se haya también plasmado un gran caduceo, perdida en tan nimios detalles tardó en visualizar las losetas de mármol con nombres y fechas que se apilan por doquier, advirtiendo por último que el lugar representa un fastuoso mausoleo.
—Bienvenida al santuario —dice introduciéndome con cuidado a su siguiente explicación—. Los ángeles creemos que tras la muerte las Fades se encargan de extraer el alma de nuestro cuerpo y llevarnos a buen recaudo junto al creador en el Paraíso. El santuario es un lugar construido para los más altos cargos de la jerarquía, y tras conocer lo que le sucedió a Julianne, merece descansar en su hogar —desvela a medida que tomo asiento en uno de los bancos de madera oscura que hay por el lugar, incapaz de encontrar las palabras correctas para expresar lo que esto significa.
—Gracias —digo en un susurro cargado de gratitud cuando recupero la compostura, consciente de que al fin ambas podremos encontrar algo de consuelo estando más cerca y sabiéndonos seguras en Anfor.
—Por supuesto le he pedido opinión a tu tío y creímos que lo mejor era un lugar próximo a tus abuelos —añade mostrando con claridad donde se encuentran, sintiendo que una profunda pena me embarga al contemplar sus nombres, Isidora y Victor.
A quienes jamás podré conocer, aunque por las palabras del arcángel sobre el Paraíso, espero que ellos sí tengan conciencia de mí. Lágrimas surcan mis mejillas y a pesar de haber descubierto una nueva faceta de Miguel con este gesto, no puedo evitar seguir escondiéndolas.
—Puedes venir aquí siempre que lo desees, el ascensor te dará paso ahora que tienes mi permiso —indica sintiéndome especial ante tal privilegio, pues podré encontrar consuelo aquí cuando el miedo y las dudas me acosen—. Antes de irme creo que he devolverte algo —dice sacando del bolsillo de su impoluto pantalón de lino blanco, mi llamador.
—¿Por qué? —pregunto sin creer como hace tan solo un momento existía tanto rechazo e incluso hostilidad entre nosotros, y ahora está siendo derribado por el peso de un odio en común en contra de la oscuridad.
—No me quedaré con algo que no me pertenece y no te engañaré diciendo que no temo lo que puedas hacer con él, pero ser un buen líder implica tener cierta fe en tus aliados. El arco también ha de encontrarse ya en tus aposentos —responde generando en mí un gran aprecio y comprendo que ambos pecamos juzgando las decisiones y los orígenes del otro demasiado pronto. Esto no representa una rendición por la lucha de nuestras independientes voluntades, pero parece ser el comienzo de un cierto respeto mutuo.
—¡Miguel! —lo llamó en el momento que se dispone a abandonar el santuario, sabiendo que necesito un largo tiempo a solas—. ¿Cuándo podre ver a mi tío y a Carmen y Alex?
—En estos momentos se encuentran en Elis, pronto acabarán con sus obligaciones allí y podrán haceros una visita —responde girando el rostro para demostrar a través de su expresión que no tiene nada que esconder al respecto. Así que más tranquila al saber que volveré a reunirme con mi familia, me pierdo en las letras doradas que trazan el nombre de mi madre sobre la fría piedra—. Escogí con gran cuidado quienes serían los elegidos y no juzgo a Julianne por sus actos, sino que quizás pensé que confiaba más en mí. Aunque veo que ha conseguido criar a una excelente jovencita que posee grandes cualidades tanto de ella, como el tesón que algún día tuvo su padre. Más allá de la profecía te deseo que puedas hallar lo que esperas de esta vida Jessica —confiesa con cierta contrariedad, pero atreviéndose a dejar de lado su cargo para hablarme casi como un amigo.
Ya sola en la habitación no puedo evitar pensar en la irritante mención de Dominik y en que similitudes guardo con el ángel traidor. Pero más allá de eso las horas pasan entre llantos imaginando lo que pudo haber sido, hasta que decido dejar atrás el santuario ahora que he podido despedirme de mamá como se merece. Sin duda todo es un tanto agridulce pues no puedo esperar palabras de alivio por su parte, pero mientras recitaba en un susurro las cosas que por tanto tiempo he deseado compartir con ella, sentí que de algún modo estaba cerca escuchando con atención.
Ahora mientras trato de encontrar el camino a mi habitación estoy dispuesta a aceptar el encierro con una nueva perspectiva, aunque después de andar durante un largo rato es momento de reconocer que me he perdido. Por lo que esperando dar con alguien que pueda ayudarme, avanzó desorientada por un extenso pasillo de piedra cuyas vistas al mar y a la preciosa costa de Anfor logran distraerme de mi verdadero cometido.
Tanto es así, que embebiéndome de la singular imagen continuó caminando inconsciente, hasta que termino sin saber como delante de una robusta puerta de metal que parece haber sido diseñada con el fin de proteger a toda costa su interior. Esperanzada de dar con alguien que pueda prestarme su ayuda, me asomo aprovechando que se encuentra un tanto entreabierta y quedo impresionada con lo que allí se esconde.
Es una habitación amplia, con suelo de madera y las habituales paredes de piedra que en general conforman la Torre, pero teñidas de un tono gris más oscuro. Repleta de estanterías que a su vez almacenan millones de libros, piedras, botes con extraños contenidos e incluso objetos que soy incapaz de identificar. El resto del mobiliario gira alrededor de un formal escritorio de caoba donde reposa un viejo tintero y un considerable desorden de ajados papiros. Las ventanas son lo único que aligera el cargado ambiente, vestidas con cortinas de terciopelo naranja y un móvil de cristales que al incidir la luz en ellos, reflejan un espectro de hermosos colores por toda la habitación.
—¿Hola? —clamó en voz alta esperando a que alguien se manifieste, cuando mi vista recae en el techo donde observó impresionada que este se divide en tres aros dorados que muestran varios cielos, los cuales supongo han de pertenecer a la Tierra, Anfor y Elis. Cautivada por la simultaneidad de la imagen y de cómo algo así es posible, avanzó hasta situarme debajo, soltando un grito de sorpresa cuando una enorme ave irrumpe por la puerta. Sobrevolando la sala antes de posarse en el escritorio, amonestándome por mi atrevimiento.
Intimidada por la bravuconería del animal retrocedo evidenciando mi rendición, pero cuando giro para abandonar definitivamente la habitación topo con una mirada almendrada que me examina con actitud acusadora, hasta que parece reconocerme y su expresión se inunda de un inexplicable cariño.
—Discúlpeme por haber entrado, ha sido una confusión —aseguró de inmediato dispuesta a pasar por su lado lo más rápido posible para marcharme.
—No te preocupes —sentencia la mujer con una exuberante sonrisa, tomándome del brazo a fin de infundirme tranquilidad—. ¡Cira ya es suficiente! Discúlpala, su función es proteger la habitación de cualquier intruso mientras yo no estoy. Ahora que te conoce sabrá predecir que no eres un visitante indeseado —explica acercándose al animal que aún se mantiene en alerta, pero que nada más recibir la caricia de su ama se relaja. Por lo que estando segura de que mi presencia no les molesta, me detengo a contemplarla.
Su piel de un profundo color chocolate resalta esa figura alta y esbelta, de un andar confiado a la par que elegante. Su cabello azabache liso y largo hasta la cintura acentúan sus rasgos, de unos pómulos afilados, labios carnosos y nariz pequeña recubierta de pecas más oscuras que continúan manchando sus mejillas. La vestimenta que emplea es colorida, repleta de telas diferentes y junto con los intrincados dibujos que puedo atisbar en su piel, le otorgan la apariencia de una diosa de otra era.
—¿Qué es? —preguntó refiriéndome al ave en un intento por romper el tímido silencio que se ha generado, producido sobre todo por mi impresión ante el bondadoso carácter de la mujer teniendo en cuenta que he ingresado a su estancia sin permiso alguno.
—Cira es un Ayax, es una raza proveniente de Elis que actualmente se encuentra en peligro de extinguirse. Son seres esquivos y mucho más grandes, pero yo la encontré herida cuando no era más que un polluelo, la cuide desde mi niñez y me ha acompañado hasta el día de hoy —explica enternecida por mi ignorancia y haciendo alarde del orgullo que siente por su amiga alada.
Su origen ayuda a comprender su físico, al igual que me lleva cuestionar cuántos seres tan fastuosos como ellas han de habitar Elis. Pues ave es un término demasiado pobre para definir al animal cuyo pelaje está conformado por pequeños pétalos de flores, hojas y ramas llenas de colorido. Además de su larga cola que le confiere un aire elegante, aunque contrasta con esa mirada inteligente y cargada de autoridad.
—Es imponente, pero si me permite no deseo molestarla más, me disculpo de nuevo…—digo aún fascinada por Cira, quien comienza a contemplarme con cierta curiosidad.
—Espera, mi nombre es Evone. Tú debes de ser Jessica, la hija de Julianne y sobrina de Mark —interrumpe a medida que asimilo el trasfondo que posee su nombre en mi memoria, reconociéndola de inmediato como la poderosa bruja blanca dotada de magia Shangaree, que fue la única capaz de contener la oscuridad de la biblioteca. Creando la zona prohibida que hace tan solo unos días estuvimos a punto de invadir.
—Así es. Me alegro mucho de haberla conocido, y gracias por su amabilidad, pero no creo que al arcángel le guste verme rondando por la torre sin guardias —me disculpo desconfiando de la afinidad que muestra. Cuando ante sus ojos debo ser la inconsciente que ha estado a punto de liberar el mal que tanto le costó confinar
—Ha sido un placer conocerte Jessica, espero que podamos hablar más en otro momento —añade con un tono cargado de dulzura cuando me dispongo a marchar, continuando el camino de vuelta por el pasillo con fingida actitud casual.
Más deseosa que nunca de retornar a mi refugio tras la reveladora aventura, pongo a prueba de nuevo mi inexistente capacidad de orientación. Sin percatarme de cómo la desesperación ha motivado la celeridad de mis pasos, y sumida a sí mismo en un trance que me impide percibir las voces que se acercan mientras cruzo la esquina de un largo pasillo, la tragedia no se hace esperar. Pues choco con brusquedad contra un pequeño cuerpo y ambos caemos al suelo estrepitosamente.
—¿Estás bien? —pregunta una voz que me es familiar, mientras trato de recuperar la compostura tras el impacto. Cuando percibo un cabello pelirrojo, junto con un rostro que he echado mucho de menos.
—¡Ricky! —exclamó emocionada. Aceptando su ayuda para levantarme y acontinuaciónn lo envuelvo en un fuerte abrazo.
—Tranquila, sigo vivo —asegura con su habitual tono afable, aceptando de buen grado mi muestra de cariño—. Aunque no sé si tú lo estas, menudo tortazo —comenta una vez que nos separamos, revisándome de pies a cabeza para comprobar que estoy bien y recuerdo entonces la presencia de su acompañante. Por lo que lo busco ansiosa tras Ricky dispuesta a disculparme, hallando algo inexplicable.
—Es… Es…Es una rata —verbalizo necesitando expresar de algún modo el pensamiento que se ha quedado atascado en mi psique, esperando comprobar con ello si lo que estoy viendo es real. De inmediato Ricky adopta una expresión alarmada, disponiéndose incluso a cubrirme la boca, aunque no llega a tiempo para ahogar mis palabras.
—Usted jovencita es una absoluta ignorante y en pro de educar su pobre mente, le informó que no soy una vulgar rata, sino un Rominido —exclama indignado, demostrando su exquisita educación. Lo que me lleva a lamentar el haberlo comparado con un animal que no le hace justicia.
Pero en mi defensa diré que es lo único que me vino a la mente al ver su pequeño cuerpo regordete, de un pelaje tupido y marrón. Con extremidades cortas, una larga cola y unos ojos inteligentes de color castaño que me observan con desidia. A pesar de ese aspecto tan similar al de un roedor, su impoluto jersey, sus grandes gafas de vista y su evidente capacidad de comunicarse, evidencian que este ser no tiene parecido con ninguna especie terrestre que haya visto.
—Soy de los pocos seres de Elis que habitan en la Torre, por lo cual exijo respeto —añade con ahínco a medida que el supuesto insulto cala más en su orgullo.
—Lo lamento de verdad, es solo que… —digo dispuesta a dar el primer paso hacia la reconciliación, entendiendo hasta qué punto he metido la pata.
—Renny debes disculparla, ella es Jessica —intercede Ricky esperando que sus palabras apacigüen su enfado y evidenciando que han hablado de mí con anterioridad.
—Oh, así que usted es la muchacha que ha estado a punto de destruir mi querida biblioteca y todo Anfor —inquiere con rabia, recordando entonces que Renny es el nombre del encargado de la biblioteca, quien imaginé se trataría de un humano, es decir un ángel… bueno tan solo no esperaba que fuera así.
—Hace un momento has dicho que «Nos exculpabas de lo sucedido» —alega Ricky deseoso de alcanzar una tregua.
—Puede que a vosotros sí, pero está claro que la joven no es solo una mala influencia, sino un elemento de muy baja categoría para cohabitar con ustedes —dice con renovada saña. Aunque en realidad trata de equiparar el daño que le he producido, por lo que espero, mi siguiente intervención suavice tan mal comienzo.
—Caballero me gustaría empezar de cero con usted si lo permite. No buscaba ofenderle y disculpe mi ignorancia, espero que alguien con su sabiduría sepa albergar algo de piedad —digo poniendo en práctica la mayor de las sutilezas en el discurso, pero sobre todo siendo sincera y preparándome para su posible rechazo.
—Acepto sus disculpas, espero que de ahora en adelante sepa transitar con más cuidado —menciona de manera que capto enseguida el doble sentido de su advertencia—. Y en cuanto a usted Ricky, continuaré trayéndole esos extraños libros que tanto le gustan. Ahora si me disculpan, tengo mucho trabajo —se despide con lo que casi percibo como una pequeña sonrisa, encaminándose a cumplir con sus amadas obligaciones.
—¿Extraños libros? —pregunto a Ricky cuando Renny está lo suficientemente lejos.
—Mis comics —responde con tal simpleza que logra sacarme una gran carcajada, rompiendo con la tensión acumulada y demostrando que he de volver al cuarto antes de provocar más incidentes por los que deba disculparme.
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Editado: 19.02.2021