Light.

Capítulo 18: La zona prohibida.

Al fin en mi habitación la prueba de la sinceridad por parte del arcángel Miguel reposa sobre la cama, por lo que nada más verlo me acerco deseando volver a sostener el arco una vez más. Este detalle unido al llamador en mi cuello, me hacen sentir que todo ha vuelto a la normalidad y aunque esta realidad es muy diferente a la que habría concebido semanas atrás, no me disgusta del todo. Obviamente mejoraría si el peso de la responsabilidad que la profecía ejerce sobre mis hombros fuese aliviado, pero hay cosas que por mucho que lo deseemos no podemos cambiar, por ende debo comenzar a adaptarme a esta nueva visión del futuro.
La idea de derrotar a la oscuridad es algo que no entraba para nada en mi plan de vida, a pesar de las inmensas ganas que tengo de castigar a Dominik por todas sus atrocidades. Pero este viaje me ha unido a Anfor y a sus gentes, generando un afán de superación que no experimentaba desde hace mucho tiempo, motivándome a luchar por aquellos que no pueden defenderse de las garras de los demonios.
Las horas pasan a medida que busco algo con lo que entretenerme, hasta que llegada la noche unos golpes en la puerta anuncian la presencia de un nuevo visitante. Abriendo con ademán distraído, soy embargada por una enorme felicidad al ver su rostro.
—Buenas noches —dice cortés inclinando su cabeza a modo de saludo como todo un caballero de brillante armadura.
—Hola —respondo con sencillez, percibiendo su nerviosismo e imaginando el preludio que ha de haber hecho antes de atreverse a tocar a mi puerta.
—Verás, ya que no puedes salir de la Torre he pensado que también existen cosas muy hermosas aquí, y que quizás te gustaría descubrirlas conmigo —ofrece tentándome a incumplir el castigo que me han impuesto.
—Por desgracia, los guardias no me permiten salir de esta habitación —alegó consciente de que por mucho que quiera escapar con él, con la vigilancia que recae sobre mí no lograremos ir muy lejos y lo último que deseo es volver a meternos en otro problema.
—Bueno he cobrado algunos favores y los chicos han prometido que nos darán unas horas —revela adoptando una pose más segura al probar que ya nada nos impide disfrutar de una velada nocturna juntos.
—¿Así que lo tienes todo bien atado? —digo más como una afirmación, impresionada y en parte intentando lograr algo de tiempo para meditar sobre mi respuesta definitiva. Aunque en el fondo sé que iré a cualquier lugar que haya escogido, mientras podamos pasar un momento a solas.
—Lo intentó —asegura invitándome a acompañarlo bajo la fría oscuridad que mora en el exterior de la habitación, y cayendo en que el tiempo corre en nuestra contra decido seguirle—. Ten —dice mientras coloca sobre mis hombros una larga capa negra idéntica a la suya, que brinda la calidez que necesito.
A medida que continuamos caigo en que nos dirigimos a la misma escultura que el arcángel Miguel me mostró esta mañana para acudir al santuario, por lo que la curiosidad hace que me detenga a la espera de alguna información sobre nuestro destino.
—Confía en mí, te prometo que es un lugar que te encantara —dice al girarse y comprobar que he quedado rezagada, hablando en un tono suave seguramente por el temor a que algún guardia esté merodeando cerca, aunque genera en mí una sensación lánguida. Bajo la cual no le resulta difícil conducirme junto a la lúgubre escultura, donde recaigo en que ha logrado su objetivo cuando las alas del ángel nos envuelven acercándonos.
Perdida en las profundidades verdes de sus ojos, en las que creo poder sumergirme para toda la eternidad, apenas percibo que el ascensor se ha detenido hasta que Ethan se aparta y me toma del brazo para mostrarme el lugar. Entonces paso de fijarme en él, a apreciar los detalles de la impresionante sala esférica, constituida solo por metal y hermosas vidrieras. Cuando descubro donde nos encontramos en realidad, al recordar que desde el exterior se puede contemplar una gran orbe en la zona más alta de la Torre.
Aunque por desgracia la oscuridad de la noche no nos permite admirar la sala en todo su esplendor, imagino como las luces del día han de incidir en cada uno de esos pequeños cristales, generando un caleidoscopio mágico. Tras bajar unos cortos escalones semicirculares el espacio se abre para dar lugar a miles de pedestales blancos que sostienen preciosas bolas de cristal, las cuales destellan debido a la presencia de algo en su interior.
—Ten cuidado —advierte Ethan con delicadeza, cuando en mi fascinación intento tomar una de ellas, aunque me detengo insegura tras su comentario—. Estas bolas de cristal representan el hogar de las Fades —explica a medida que desprende una de su dorado soporte y me la pasa con suma delicadeza, produciendo que nuestras manos se toquen un instante generando un breve pero intenso sentimiento.
—El arcángel las mencionó esta mañana, dijo que su función es enviar las almas de los ángeles al Paraíso —respondo haciendo memoria, mientras siento el peso del objeto que tengo entre manos y de la importancia que realmente posee.
—No solo las de los ángeles, también las almas humanas. Los seres de Elis tienen sus propias creencias sobre la muerte, pero nosotros veneramos a las Fades —alecciona mientras apenas puedo creer que algo tan frágil albergue un ser de semejante poder—. La luz escogió ceder pequeñas partes de sí mismo para crearlas. Son etéreas y eternas, por lo que debemos cuidarlas como merecen, ya que si una de estas bolas se rompe con el Fade alojado en su interior perecerá al instante —advierte, comprendiendo su extrema cautela ante mi nerviosa curiosidad.
—Es posible ¿Qué exista un Paraíso o un Infierno? —pregunto siendo curioso que los humanos cuestionen tanto el sentido de sus vidas y de una posible existencia más allá de la muerte, cuando para los ángeles es tan evidente.
—En el Paraíso habita la luz creadora esperando a reunirse con cada uno de sus hijos llegado el momento —explica con suma tranquilidad, como si no tuviera miedo a la idea de perecer pues sabe que no existe dolor ni pena después de ello—. Pero el infierno es solo un cuento humano, Bakal es la realidad y es mucho peor —añade con cautela a medida que una lúgubre emoción ensombrece la alegría que compartíamos.
—Quiero saber más sobre ello —pido a pesar de advertir la rabia que se apodera de él con tan solo mentar a la oscuridad. Pero necesito comprender más de ese lugar del que nadie quiere hablar, incluso los profesores de las guaridas durante sus largas clases.
—Puede que en otra ocasión, si continuamos con el tema solo conseguiremos asustarlas —se excusa tras un disimulado suspiro, determinado a que nada nos arruine la noche. Aunque queda pendiente el conocer más sobre el enemigo al que he de enfrentar, en un futuro quizás más cercano de lo que imagino—. Son muy curiosas, a veces Miguel les permite recorrer las calles para entretenerlas, pero aquí es donde están más seguras. Solo conocen la bondad y son realmente hermosas, atenta —advierte frotando la bola entre mis manos, logrando que el ser en su interior le reconozca y comience a abandonar su hogar con gran cautela.
Resulta evidente el enorme parecido que guardan con mi poder, pero concentrado en una pequeña esfera que irradia una luz azulada por doquier y que ha sido dotada de una inteligencia y un carácter propio. De hecho al percatarse de mi presencia flota veloz para resguardarse detrás de Ethan, hasta que con tiento alzo la mano deseosa de alcanzarla sin querer avivar más su miedo y al final consigo que el Fade se anime a acercarse.
—Son impresionantes —aseguro mientras disfruto del ligero cosquilleo eléctrico que el simple roce del ser produce en la punta de mis dedos, junto al escrutinio que ejerce sobre mí cuando me reconoce como una amiga. De repente un suave murmullo se despierta en la habitación y al alzar la vista observo como miles de Fades abandonan sus escondites para rodearnos al igual que su compañera. Viendo a Ethan tan fascinado como yo, me atrevo a caminar entre los pedestales siendo perseguida por los pequeños haces de luz y al escuchar un extraño bisbiseo, pienso que es él tratando de llamar mi atención.
—¿Qué? —giro para preguntarle, aunque lo encuentro sumido en su propio mundo.
—Jamás había visto algo así —balbucea sin poder apartar la mirada de las Fades que bailan a su alrededor, como si una enorme alegría las incitara a comportarse con tal algarabía.
—¿Habéis sido vosotras? —pregunto confusa fijando la vista en una de ellas, comenzando a pensar que las voces que escucho solo pueden provenir de ahí.
—Jessica eso es imposible —responde Ethan de inmediato con absoluta incredulidad al descubrir cuáles son mis elucubraciones. Pero en esta ocasión soy yo quien hago oídos sordos y poniendo una gran concentración logró aislar una sola voz dentro del conjunto de murmullos que reina en la sala, quien luce deseosa de ofrecer las respuestas que necesito.
—Ethan, te juro que puedo escucharlas —clamó con mayor desesperación, aunque sin llegar a comprender yo misma como algo así es posible.
—Solo el arcángel Miguel tiene la habilidad de hablar con las Fades —explica contemplándome con una mezcla de admiración y sorpresa a la que no sé bien como reaccionar, pero le agradezco el haberme conducido a descubrir mi conexión con estos seres.
—Ellas creen que soy una más —reveló tras prestar atención a sus réplicas y advertir cómo las sensaciones que me producen se asemejan a las de mi breve encuentro con la Wisteria. Encontrando que ambos elementos logran suplir ese sentimiento de soledad que a veces me consume.
Así pasan las horas mientras cada segundo con ellas sabe a poco y tras largas charlas y risas, nos vemos obligados a dejarlas atrás para regresar. Donde se imponen las ganas de pasar un poco más de tiempo juntos, alejados de los problemas que siempre nos rodean.
—Muchas gracias por esta noche —le digo a las puertas de mi habitación.
—Sabía que te gustarían, aunque jamás pude imaginar hasta qué punto ibas a congeniar con ellas —reconoce con una sonrisa y un renovado nerviosismo. Pues llegado el final de nuestra andanza desconoce que se espera de él, o más bien que puede hacer para acercarse a mí—. Aun así, lo mejor es que nadie más lo sepa, creerán que estás mintiendo —advierte con el habitual tono calmo que emplea para darme un consejo o cuando desea ser sincero.
—Quedará entre nosotros —aseguró con una pequeña sonrisa, advirtiendo que intentamos estirar este momento con tal de no tener que despedirnos de manera definitiva. Pero pronto volverán los guardias y al menos hemos podido disfrutar de una maravillosa experiencia.
—Buenas noches, Jessica —dice rompiendo con el silencio sepulcral que comienza a rodearnos, aunque luciendo indeciso entre el deseo de dar un paso más conmigo y la distancia que establezco con todo el dolor de mi corazón. Estoy segura de que si no estuviera atada a tantos compromisos, muchos de ellos conmigo misma, no dudaría ni un segundo en dejar que Ethan se acercara para con un poco de suerte coronar esta velada con un beso.
Precisamente por ese cariño que ha crecido hasta convertirse en un profundo amor, me acerco para darle un sentido beso en la mejilla antes de esconderme en la soledad de mi habitación, pronunciando entretanto una escueta despedida. No quiero que crea que no siento nada por él, pero no es el único dueño de mi corazón y hasta que este escoja a quien desea entregarse por entero, no le haré daño con juramentos de fidelidad eterna.
Mortificada por tener que mostrarme de una manera tan contraria a mis verdaderos afectos, acudo a la cama en busca del sueño que me permita rememorar solo nuestros mejores momentos. Pero al quitarme la capa negra un Fade aparece de la nada y a diferencia de la paz que todas me han transmitido hasta el momento, la pequeña está claramente asustada así que imagino que se halla perdida.
—¿Necesitas volver a la habitación? —pregunto poniendo especial atención a cualquier mensaje que esté tratando de comunicar, pero al no escuchar nada, advierto como se mueve con insistencia hacia la puerta esperando que la siga.
Algo dudosa, pero llevada por la necesidad de calmar su miedo lo abandonó todo y comienzo a transitar por las solitarias áreas de la Torre siguiendo a la veloz figura que flota ante mis ojos. Mientras me froto los brazos en busca de algo de calidez sobre el fino vestido blanco que visto, comprendo que no nos dirigimos de nuevo a la escultura, sino que el camino se enreda mucho más hasta que mis sospechas se hacen realidad. Pues al fin nos detenemos a las puertas de la biblioteca, donde el temor me frena en seco.
—No voy a entrar ahí —sentenció con dureza ante el Fade cuando reclama al ver que no continuó con sus indicaciones—. Es más, los dos deberíamos volver a donde nos corresponde —digo comenzando a alejarme del maldito lugar que a punto estuvo de conducirnos a todos a la ruina.
Pero retrocedo cuando el ser se detiene ante mi campo de visión, llegando a la conclusión de que su incapacidad para comunicarse tiene relación con su diminuto tamaño en comparación con el resto de las Fades. Así que quizás aún es demasiado inmaduro para poder explicar que lo obliga a retenerme. Sin embargo roza sagaz la palma de mi mano, transmitiéndome sus emociones entre las cuales resalta una clara advertencia.
—Algo va mal —digo comprendiendo su mensaje, mientras el Fade se agita indicando que mis elucubraciones van por buen camino—. Entonces tenemos que avisar al arcángel —digo a sabiendas de que es lo más correcto, un tanto molesta porque el Fade no lo haya hecho desde el primer momento. Pues no tengo idea de que lo ha llevado a pensar que yo podré arreglar lo que sea que está sucediendo, cuando mi incapacidad para salvar a nadie se puso a prueba precisamente aquí.
Perdiendo la paciencia el Fade se dirige hacia la biblioteca, e ingresando a través de su cerradura logra que las puertas se abran. Siendo evidente que espera por mí, lo primero que pienso es negarme y correr a buscar la ayuda de alguien más competente. Pero ver a la pequeña criatura aterrorizada enfrentándose a su miedo, ante la necesidad de hacer lo que cree correcto, remueve algo en mí.
Así que dando un paso tras otro me hallo sin quererlo ingresando a la enorme sala, e iluminada solo por el tenue brillo de mi acompañante camino a través de los pasillos en dirección a la zona prohibida. A pesar de estar reviviendo una pesadilla, trato de mantenerme fiel a mi pensamiento inicial para no huir del lugar como una absoluta cobarde, en especial cuando nos detenemos a unos metros de la imponente muralla donde el problema es evidente.
La protección establecida hace miles de años sobre el incorruptible muro está comenzando a debilitarse, dejando salir vetas de oscuridad que resquebrajan sus ladrillos y los tiñen de un profundo tono negro. La puerta presenta varias abolladuras, como si el mal estuviera haciendo de las suyas para intentar escapar de su prisión. Sin dar crédito a lo que contemplo, medito sobre lo que ha podido producir esta desgracia, considerando que quizás mi proximidad el día del plan pudo haber despertado a lo que descansa en su interior.
El avisar a Miguel e incluso al guardián a pesar de la inquina que le profeso, parece una gran idea, sobre todo a medida que el mismo dolor punzante que sentí la primera vez que estuve aquí comienza a debilitarme. Pero ahí continúa el Fade, quien solo me ha avisado a mí confiando en que sabré enfrentar tal hazaña y recuerdo ante su lealtad el contenido de la profecía. El éxito de mi luz sobre la oscuridad fue escrito incluso antes de que hubiera nacido, pero este no especifica el inmenso temor o las dudas que me sobrevienen en estos momentos.
Trato de hacer acopio del coraje de mi madre, de la calma de Mark y de todas las grandes enseñanzas de los Black, esperando que me ayuden a sobrevivir. Tal y como sucedió aquella aciaga noche, mi mano se encuentra muy cerca del pomo de la puerta, pero en esta ocasión lo agarró con fuerza empujando para ingresar al interior de la zona prohibida con sorprendente decisión. Las diferencias de esta parte de la sala con respecto a la biblioteca son tangibles desde el primer instante en que mis ojos recorren la lúgubre estancia.
Es evidente que el paso del tiempo y la densa energía de la oscuridad se han aferrado a cada rincón, desmejorando desde el mobiliario a la misma arquitectura, convirtiéndolo en el escenario perfecto de una pesadilla. Habiendo abandonado al Fade, generó una pequeña esfera de luz y a pesar del reducido campo de visión que obtengo, continuó con la expedición esperando hallar la raíz del problema. Mientras círculo sobre ajados libros y restos de las destruidas columnas, es imposible no verse sugestionada por la viciada atmósfera y la insistente sensación de que algo o alguien está siguiéndome.
Eso unido al sepulcral silencio sitúa a cualquier persona al borde de la locura. Aunque por suerte parece que quizás este viaje no tenga que prolongarse mucho más, pues a pesar de mi desorientación, visualizo a lo lejos una trampilla a la que se aferran alargados tentáculos de oscuridad desesperados por abrirla. Al acercarme estás perciben al instante la luz en mi mano, arrastrándose despavoridas y dejando un sucio resquicio de baba negra a su paso.
Temiendo que puedan volver con más fuerza, me agacho para obtener una mejor visión de la puerta cuyo contorno está grabado con inscripciones en un idioma que no comprendo, y que me lleva a buscar la manera de abrirla por mis propios medios a través de alguna ranura o engranaje. Hasta que percibo un movimiento extraño por el rabillo del ojo que me impulsa a levantarme, escrutando los pasillos que se crean entre las estanterías repletas de libros en busca de algún posible atacante.
Ahí es cuando comprendo que han regresado, pero de una forma mucho más feroz, pues los anteriores vestigios casi indefensos de oscuridad son ahora varios seres sin forma compuestos por una impenetrable masa de maldad. Acorralándome se aprovechan de mi estupefacción para unirse, dando lugar a un gigantesco monstruo que se alza casi rozando en techo, deseoso de aniquilar a su enemiga. Por suerte mis reflejos no están del todo deshabilitados y logro tirarme al suelo justo cuando asesta su primer golpe, corriendo para esconderme tras una estantería con la esperanza de haberlo despistado.
Una estrategia que funciona por un rato, hasta que escuchó el sonido de una fuerte respiración alarmantemente cerca y el enorme mueble detrás de mí es derribado por la desatada furia de la bestia. Corro con tal vehemencia que llegó a creer por un instante que lo he dejado atrás, junto con el estruendo que le rodea mientras destroza todo lo que encuentra a su paso, pero la realidad es que el engendro se ha adelantado y con un duro manotazo me envía volando varios metros lejos de la salida.
El estupor ante el ataque impide que pueda minimizar el impacto de mi cabeza contra el suelo, al igual que los cortes y magulladuras comienzan a hacer mella en mi voluntad para defenderme. Pero cuando intento ponerme en pie, descubro que estoy de nuevo en el punto de partida, tirada justo en medio de la extraña compuerta que por alguna razón comienza a abrirse lentamente ante mi estupefacta mirada. En la desesperación por alcanzar el preciado objeto que se esconde en su interior introduzco el brazo, mientras la presión es evidente cuando la criatura retoma su persecución.
Los nervios y las manos manchadas con mi propia sangre no ayudan en lo absoluto, menos aún el mecanismo que se pone en marcha haciendo retroceder las puertas de la cámara. A pesar del miedo a que la extremidad quede atrapada en su interior, no me detengo, presintiendo al mismo tiempo la proximidad de mi atacante. De modo que tomándolo como una última oportunidad, alzo mi otra mano para cegar con una poderosa ráfaga de luz a la gigantesca masa que está a punto de arrollarme, haciéndola caer al suelo desorientada. Entretanto mis dedos consiguen aferrarse a la solapa del libro y aunque cuando lo sacó de su escondite, siento como varias páginas se desprenden del tomo, lo aprieto contra el pecho justo cuando la cavidad se sella.
Entre jadeos retomo la carrera hacia la libertad esquivando los objetos que el ser ya recuperado, lanza buscando entorpecer mi camino. No permito siquiera que las sombras que pululan por doquier ansiosas de aprovecharse de mi temor me distraigan, y solo así consigo captar al fin un resquicio de esperanza en medio de tanta oscuridad cuando visualizo la puerta a la zona prohibida. Las atravieso con tal violencia que caigo de bruces contra el suelo, sabiéndome segura a este lado de la biblioteca, al menos hasta que levantó la vista para encontrar a un inmenso ejército de guardias liderados por el Guardián e incluso por el arcángel Miguel.
Así mismo más rostros me resultan conocidos, Erika, Ricky y Ethan se encuentran en primera línea y tras dirigirme un ligero vistazo de reconocimiento para asegurarse de que estoy viva, devuelven su atención al averno detrás de mí. Los murmullos espantados, los cánticos de Evone y los gritos de Renny poco dispuesto a ser retirado por los guardias de su amada biblioteca, colman el lugar. Sin embargo mi mente se centra en un punto más allá de todo lo material. Aun con el libro de las sombras envuelto entre mis brazos, el miedo es palpable en el ambiente, al igual que el afán de pelear hasta la muerte por proteger su forma de vida y por esa lealtad me alzo de nuevo poco dispuesta a rendirme cuando más me necesitan.
Con un ligero vistazo es evidente como la oscuridad empuja los muros deseosa de liberarse, a medida que más de los ladrillos que constituían la muralla caen haciéndose añicos a nuestros pies. Decidida a detener lo que yo misma he desatado no medito siquiera en las repercusiones de mis actos, y llevada por una seguridad que jamás he sentido levanto la mano armada ya con una pequeña bola de luz.
—¡Atrás! —grito con decisión, esperando que sean capaces de identificar la orden y se alejen todo lo que puedan.
Pero sin tiempo para asegurar de que han prestado atención, soy obligada a actuar cuando la oscuridad termina por derribar las ruinas del muro rugiendo sobre nuestras cabezas como una repugnante alimaña que proclama su victoria. La necesidad de derrotarle se vuelve acuciante, generando que poderosos rayos de luz fluyan a través de mí como una fuente de energía infinita. Hasta que soy incapaz de contenerla o incluso de mantener la mirada ante el brillante destello que produce, inundando la sala de un hermoso tono azul.
Cada segundo noto como su uso hace mella en mí, hasta que exhausta he de detenerme, y bajando la mano abro los ojos temerosa de lo que voy a encontrar. La enorme bestia ha quedado petrificada, siendo reducida a una estatua de un material oscuro como la piedra volcánica y cuando parece que la batalla ha llegado a su fin, está comienza a resquebrajarse estallando de repente con suma violencia. A medida que restos de ceniza descienden sobre nosotros manchando todo con un tinte negruzco, me fascina observar como la oscuridad que por años ha residido en la zona prohibida, retrocede desprendiéndose de las paredes y de cada uno de los objetos para no volver jamás.
Inconsciente giro buscando la mirada de Ethan y el arcángel, quienes no le quitan ojo a la vieja sala cubierta de polvo. Pero en contra de lo hermosa que pueda ser dicha escena, algo en mí se revela haciéndome consciente de la importancia del objeto que ahora recae en mi poder, además de lo que acaba de suceder al restaurar Anfor como un lugar puro. Respeto profundamente al arcángel y su entrega para con la raza angelical, pero a pesar de sus recientes muestras de afecto, no puedo fiarme de que no pretende convertirme en el nuevo títere de sus deseos.
Incluso aunque ambos buscamos derrocar a Dominik, los caminos que pretendemos seguir hasta que ese instante llegue son muy diferentes. Pues mientras él trata de hacerme lucir como una líder, yo no pienso permitir que otro luche mis batallas. Dejando a un lado el destino, mi auténtico deber ahora es encontrar la verdad que esconde el libro y sé que en Anfor no podré hacer justicia a lo que este pueda revelar.
Tanteo insegura el llamador que escondo bajo mi sucio camisón y aferrándome a él doy un último vistazo a esos ojos esmeralda que conectan con los míos cargados de esperanza, al menos hasta que murmuró un claro «lo siento» y la confusión ensombrece su expresión. Pero lo peor es cuando finalmente recae en mis intenciones y corre con la esperanza de detenerme, sin embargo mientras me desvanezco lo último que escucho es su grito desesperado.




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