Nico llegó al campus de los estudiantes de artes el sábado, como le habían dicho sus compañeras. Estaba a unos seis pasos más allá de la zona que él conocía: audio, edición y cine. Pero era, sin exagerar, un mundo aparte. Las salas de pintura y escultura estaban en el ala norte del edificio, y en el suelo quedaban rastros de colores tan antiguos que ya parecían patrimonio de la universidad. Brochas olvidadas en vasos o tazas con agua, sillas con manchas de acrílico seco, un busto de yeso sin nariz y sin cuello —un poco cliché si este es tu trabajo de finales de semestre—. pero a nico le gustaba, cualquier cosa era mas bonita que la sala esteril de medicina, por ejemplo. Pero bastaba seguir un poco más y todo cambiaba. En cuanto doblabas hacia las aulas de cosmética, peluquería y moda, ese caos artístico se contenía. Se ordenaba, al menos de ventanas hacia afuera, porque dentro de las salas modas tenía paredes llenas de diseños y muestras de telas pegadas con cinta o peluquería con sus referencias visuales y las cabezas con los peinados de la semana. El desorden vivía adentro, entre brillos e ideas que tenían destinos más concretos pero no por eso menos experimentales.
Bostezó mientras sacaba su teléfono del bolsillo, haciendo scroll por sus "me gusta" de spotify. la desventaja de ser el chico que escuchaba "de todo" era que, literalmente escuchaba de todo. podía pasar de Elvis a Mitski en un pestañeo, o a Queen, sí estaba en uno de esos días donde se creía superior por escuchar una banda de rock que todo el mundo conocía pero los viejos aun te miraban como poser si usabas poleras con el nombre de la banda.
Al final puso una canción de Sza y ni siquiera llegó a la mitad de la canción antes de que Erika le diera un empujón en el brazo que casi lo manda directamente a la pared. en su defensa; estaba distraído y aun era muy temprano. a esta hora no era más que un zombie que a duras penas sobrevivía tomando café.
—¡Nicolás! —le gritó Erika por detrás.
—Es Niccolò, pero gracias —dijo él, metiéndose el teléfono al bolsillo mientras se quitaba los audífonos. No tenía ganas, pero tampoco era tan maleducado. Solo un poco.
—Ya, ya, emo boy.
Nico tuvo que hacer un esfuerzo extra para no corregir eso también. Por eso quería estar en el grupo de Oasis, no con estas chicas que no conocía de nada. Se metían en su espacio, hablaban muy fuerte, y parecía que les daban puntos extra cada vez que cambiaban de opinión.
—Ven. Necesito que me ayudes a armar la luz. ¡Va a venir una modelo con un corset de cuero verde y necesitamos que brille! —dijo Erika, estirando una palabra distinta en cada frase. Sus uñas XL repiqueteaban con cada movimiento como si llevara castañuelas incrustadas en los dedos. Era como ver un TikTok de Rosalía en la era Motomami.
Bueno, Erika de hecho se parecía a Rosalía. Tenía el pelo liso y negro hasta la espalda baja. La piel bronceada, solia usar lentillas de contacto de color verde claro o miel, uñas rosadas llenas de charms de conejitos "buchones" —como ella misma los llamaba—. Usaba tops diminutos y pantalones de tiro bajo con pata de elefante, a veces con cortes en los costados para lucir sus Demonias de plataforma alta. Era un bratz, pero el estilo le quedaba muy bien con la personalidad.
—¿Y por qué verde? Si habíamos dicho que la temática era tonos tierra —no fue una pregunta. Nico ni siquiera había cruzado la puerta del estudio y ya se estaba estresando. Siempre le movían los planes.
—O sea, sí, pero Lili consiguió unos conjuntos verdes, y si movemos bien las cosas podemos hacer algo más como... brutalismo orgánico. si al final había que sacarle foto a plantas nomas.
¿Brutalismo orgánico?
Eso no tenía nada que ver con lo que habían hablado. Nico quería detenerse en seco y explicarle, como si Erika tuviera cinco años, por qué no deberían cambiar de temática otra vez. Porque ya estaban ahí. Porque no podían pedirle a las modelos que cambiarán todo en cinco minutos. Porque ellas también serían evaluadas por esto. Porque no era tan difícil tener un poco de respeto. un millón de razones que para cualquiera serían más que lógicas.
Pero en lugar de decir cualquiera de esas cosas —con sentido y empatía básica—, dijo:
—¿Me estás jodiendo?
Erika se rió y se adelantó para guiar el camino. Se veía tan relajada que Nico supo en un instante que no estaba bromeando. Se pasó las manos por el pelo, lo quitó de su frente arrastrando las manos por los mechones oscuros hasta que se posaron en su nuca y siguió caminando, A veces creía que Erika tenía la misión secreta de hacerlo estallar. era si juntara puntos, uno a uno, viendo cuánto podía aguantar antes de explotar. Como un huevo cocido en el microondas.
—¿Me ayudas con las luces, verdad? no pude conectar los cables.
Nico respondió con un sonido desde el fondo de la garganta.
—¿Con qué parte no pudiste, Erika? —preguntó, sabiendo perfectamente la respuesta.
—Con la parte donde hay que enchufar cosas —respondió ella, riéndose como si eso fuera adorable y no una amenaza directa a su salud mental.
Nico respiró hondo, bajó la cabeza y empezó a trabajar en silencio. El cableado era un desastre, y eso que el set apenas llevaba media hora armado. A veces pensaba que sus estudios no eran realmente sobre fotografía, sino una especie de maestría en desenredar cables. Lo único bueno de eso era que, desde entonces, las luces de Navidad nunca le ganaban en diciembre.
Era un talento que Nico siempre mencionaba –ebrio–. Si pudiera, incluso lo habría puesto en su currículum, algo como:
"Educación completa. Dos idiomas. Licenciado en Fotografía y Sonido. Cuatro años de experiencia como barista. Disponibilidad inmediata.
Ah, y sé desenredar cables :)
Por favor, llámenme."
Se arrodilló frente a una de las mesas y se estiró para alcanzar un enchufe.