"Hyunjin"
Cuando abrió los ojos y se encontró con el techo de su habitación, lo primero que hizo fue soltar un pequeño quejido por el dolor de cabeza que la había asaltado.
— ¡Cariño! —exclamó una voz femenina acercándose rápidamente a la cama.
Su madre la abrazó cuando Suni se sentó en la cama algo perdida, pues no recordaba como había llegado ahí.
— Menos mal, estaba tan preocupada... mi bebé —lloraba la mujer mientras peinaba los mechones con mano temblorosa.
Cuando supo que su pequeña había sido secuestrada, quiso salir corriendo de la casa para buscarla, incluso peleó con su esposo sabiendo que era culpa de él.
Hacía bastante le habían advertido de las consecuencias por hacer sus malas jugadas, pero él hizo oídos sordos hasta que le llegó una llamada diciendo que tenían a su hija. Recordó perfectamente cuando lo vio tirar todo de su escritorio y ponerse a gritar al teléfono, diciendo que no dañen a su hija.
— ¿Qué pasó? ¿Cómo llegué? —preguntó luego de un momento en lo que se ubicaba. Miró a su mamá que lloraba y sin poderlo evitar, se tiró encima de ella y lloró, diciéndole el terror que había pasado.
— ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —preguntó la mujer acunando el rostro de ella en sus manos, pero no vio daño alguno.
— N-No —jadeó intentando calmarse.
Se volvieron a abrazar, hasta que la puerta se abrió y por ella se asomó el hombre de la casa. Su rostro de preocupación se notaba de lejos, y cuando las vio llorando sólo quiso golpearse a si mismo sabiendo que era todo por él.
— Suni —llamó con voz profunda, temiendo que su hija le gritara molesta. Sería lo normal, sin embargo, ella se levantó y corrió hasta él para abrazarlo.
En ese momento la culpa lo golpeó horrible, pero también se alivió al saber que su pequeña no era como él y, mejor que mejor, salió igual de cálida y amorosa como su madre. La apretó fuerte contra sí y besó su cabeza.
Se separó para agacharse frente a ella y poder verla de frente.
— Lo lamento, pequeña, pero sabes qué papá es un idiota sin remedio. Te prometo que nunca volverá a ocurrir algo así, conseguiré a alguien que te cuide. Todo estará bien —aseguró con firmeza.
Suni asintió y sonrió suavemente para luego volver a abrazarlo.
No podía tenerle odio o rencor a ese hombre, es su padre y lo ama, así que aceptó sin quejas su idea de alguien para cuidarla.
No sabía si realmente lo necesitaba, pero estaba segura de que no quería volver a pasar por lo mismo. Mientras sea hija de un mafioso, no estaba segura de su bienestar, así que sólo aceptó.
[...]
Rato después se duchó y cambió de ropa. Su madre tiró a la basura el uniforme escolar, prometiendo comprar otro nuevo.
Suni estaba sentada en el desayunador de la cocina mientras miraba a Mari, la cocinera que en ese momento le estaba preparando una pequeña tarta de fresas sólo para ella.
Todos los empleados la habían abrazado, diciéndole lo feliz que estaban de tenerla sana y salva. Ella sonrió más tranquila, en realidad tenía buena relación con todos puesto que era muy diferente a las típicas niñas con dinero. Suni no se creía la reina, mucho menos demandaba y amenazaba… ella sabía pedir las cosas de buena manera, agradecer y hasta ser una compañía para cuando las chicas limpiaban, Mari cocinaba o Hiwoo trabajaba en el jardín. Y todo gracias a su madre que, a pesar de tener todo a sus pies por casarse con un hombre como Jiso, le había enseñado a ser humilde y tratar a todos de igual.
La señora robusta se dio la vuelta yendo a la nevera, llenó un vaso con leche y se lo depositó enfrente, sonriéndole cálida.
— Gracias, nana —susurró la castaña. Agarró el vaso y bebió.
— La tarta estará dentro de poco, ¿bien?
La chica asintió dedicándole una ligera sonrisa, para luego volver a beber de su vaso.
Mari se acercó a ella y besó su cabeza, odiaba ver a Suni de esa forma. La chica siempre había sido risueña, amable y muy activa, con ganas de vivir, pero ahora mismo estaba apagada y apenas sonreía. Sólo esperaba que a sus dieciséis años no tenga que utilizar los servicios de un psicólogo, la dejaría peor.
En eso, el hombre de la casa entró a la cocina y fue hasta su hija, que al verlo le prestó atención enseguida.
— Ven conmigo, Suni —dijo él. Ella asintió y después de sonreírle a su nana, se alejó detrás de su padre.
Fueron hasta el despacho de él y ahí se encontró con un hombre de espaldas.
Al oír la puerta, él se volteó enseguida encontrándose con el que ahora era su jefe y una adolescente.
— Suni, te presento a Hyunjin, se encargará de tu cuidado —explicó el mayor colocando ambas manos sobre los hombros de su pequeña.
Hyunjin la miró intensamente unos segundos causando que Suni desviara la vista algo apenada pues la mirada de aquel sujeto era fría y penetrante, sin dudas le había causado un escalofrío.
Se preguntó si realmente iba a cuidar de ella o terminaría matándola.
— Un placer —saludó ella haciendo una reverencia con respeto mientras miraba el suelo apenada por su mirada.
— Igualmente, Suni —dijo la voz profunda.
Se quedaron en silencio un momento, hasta que Jiso habló otra vez.
— ¿Por qué no le muestras la casa, pequeña? —ofreció, a lo que ella asintió todavía con algo de temor.
Dos razones: uno, una desconfianza hacia cualquier desconocido había crecido en ella. Y dos, ese hombre realmente le daba algo de temor, se veía imponente, frío, y su mirada de hielo la hacía sentir algo incómoda. Sin embargo aceptó lo que su padre le dijo, después de todo estaban en la casa, no pasaría nada malo, ¿verdad?
— Debo irme urgente, pero a la vuelta hablaremos mejor —sentenció el mayor mientras quitaba el saco de la silla y se lo colocaba.
— Sí, señor.
— Hasta luego, cielo —susurró depositando un beso sobre la cabeza de ella. Suni se despidió por lo bajo y vio cuando su padre salió a paso rápido de su despacho.