"Tortura"
Cuando despertó, notó que estaba sola en la cama. Recordaba haberle pedido a Hyunjin que se quedara con ella hasta que se duerma, ¿a qué hora se habrá ido? No importaba, sólo le agradecía el gesto con ella.
Se levantó y fue directo al baño para ducharse, debía ir a clases y eso no le daba ningún gusto, no después de lo sucedido.
Salió al cabo de varios minutos, se colocó el uniforme y peinó su cabello rápidamente para salir a desayunar.
Abrió la puerta y saludó a dos de las chicas del servicio que pasaban por ahí con toallones y sábanas, ellas correspondieron el saludo con respeto y luego siguieron su camino.
Al llegar a la cocina, se encontró a Mari junto a su madre, charlando tranquilamente mientras ambas desayunaban.
— Buenos días, cariño —saludó su madre con una sonrisa mientras sujetaba la taza.
— Buenos días —respondió la castaña sentándose al otro lado de la barra.
Mari le depositó enseguida el desayuno frente a ella, sonriéndole al paso.
Suni se preguntó por qué Hyunjin no estaba ahí, quizá seguía durmiendo pero negó enseguida ante esa posibilidad, era imposible que él se quedara dormido.
Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, el morocho apareció en la cocina con su traje impecable, saludando a las tres mujeres.
— Oh, Hyunjin, siéntate a desayunar —dijo la mujer amable, señalando el lugar libre al lado de Suni.
Él se iba a negar rotundamente, pero desvió la vista a la chica que le sonreía expectante.
— Bien —respondió al instante mientras corría el banco y se sentaba.
Suni sonrió contenta, era una de las escasas veces que él aceptaba desayunar a su lado y aquello le alegraba, además que de cierta forma sentía que era una manera de agradecerle por lo de anoche. Claro, no iba a decir nada enfrente de las mayores, no quería malos entendidos o algo así, mejor se quedaba callada y le agradecía cuando estuvieran solos.
— ¡Oh, no! Me olvidé que debía ir al refugio —bramó inmediatamente su madre, levantándose del lugar —. Ten un buen día en el instituto, cielo. Hyunjin, disfruta el desayuno. Hasta luego —y sin decir más, se fue casi corriendo.
Definitivamente Jiso no le había contado nada a su mujer sobre lo que pasó, porqué de ser así jamás hubiera dejado ir a su hija al instituto de nuevo.
— Ay la señora, tan despistada como siempre —soltó Mari mientras levantaba el plato sonriendo.
Volvió y le depositó otro nuevo al chico junto una taza de café.
— Aquí tienes azúcar —avisó ella señalando el pequeño recipiente.
— Gracias, pero no consumo azúcar —objetó de forma tranquila.
— ¿Y te lo bebes así solo? —indagó con una mueca de desagrado la castaña a su lado.
Ella una vez había probado el café sin azúcar, y era horrible.
— Sí —sonrió tenuemente mientras asentía.
Mari no pudo evitar mirarlos, se había dado cuenta lo frío y distante que Hyunjin era, pero cuando se dirigía a Suni enseguida sonreía y su mirada cambiaba al instante. Y no supo el porqué, pero de alguna forma aquello le preocupó.
— Nana, el señor la manda a llamar —comunicó una chica desde la entrada de la cocina. Inclinó la cabeza rápidamente cuando vio a Suni y Hyunjin.
— Oh... sí, ya voy —dijo no tan convencida —. Ya vuelvo, pequeña —avisó dejando de lado lo que estaba haciendo.
— Ve tranquila, nana.
Es todo lo contrario. Pensó la mujer.
Cuando desapareció por la puerta, el silencio reinó entre ambos chicos, pero no era incómodo.
Suni comía tranquila, mientras Hyunjin la miraba de a ratos sin poder evitarlo, era algo automático que ya ni se molestaba por evitar, no lo conseguía.
— Gracias por lo de anoche —dijo repentinamente la chica. Volteó a mirarlo y le sonrió cálida.
— No fue nada —respondió algo apenado.
En su mente, se veía golpeándose a si mismo por sentirse tan imbécil. No entendía cómo es que se sentía así por una sonrisa de ella, es que era tan estúpido.
Puto debilucho de mierda. Ya para, joder.
— ¿A qué hora te fuiste? —preguntó Suni mientras agarraba su vaso de leche.
— Cuando te dormiste —respondió fingiendo desinterés.
Estúpido mentiroso, vete a mentir a otro lado.
Joder, si era una mentira enorme. La chica se había dormido al menos a las dos de la mañana, y él se terminó yendo cerca de las seis. Lo único que hizo durante cuatro horas fue observarla y acariciarla de vez en cuando... ¡Como el enfermo de mierda que era!
Y sí, Hyunjin se recriminaba aquello, pero por otro lado no podía evitar sentirse satisfecho. Haber estado al lado de ella y acariciarla sin recibir reclamos o algo por el estilo había sido jodidamente placentero.
Comenzaba a sospechar que se estaba volviendo loco, de repente sentía cosas que jamás le habían invadido, y las ganas de estar cerca de ella llegaban a ser demasiado fuertes, como si fuera un perrito detrás de su amo; demonios, que no podía evitarlo.
Sentía que había perdido toda independencia de golpe, que aquella niña era todo lo que necesitaba para estar bien, y eso empezaba a crearle cierto temor, pero a las vez la sensación de tranquilidad y calidez lo llenaban por completo. ¿Y a quién engañaba? Esa sensación le gustaba, era algo que hace mucho no sentía, pero con Suni a su lado había vuelto a dormir en paz, y aquella culpa que lo atormentaba todos los días por las cosas hechas en el pasado ya no estaba. Había desaparecido, y sabía que era gracias a ella.
Esa cría de dieciséis años era su tranquilidad andante, y él debía cuidar aquello para no perder tan grata sensación.
Le gustaba lo que ella le hacía sentir, definitivamente.
Sin darse cuenta, había desayunado junto a ella cosa que nunca esperó que sucediera.
— ¿Realmente quieres ir? —preguntó de la nada.
— ¿Te refieres al instituto? —él asintió en silencio —, no quiero, pero tengo que.