Recostado sobre un tronco que había arrastrado la marea, Hyunjin contemplaba el cielo cubierto de estrellas y la luna gigantesca que reflejaba su luz brillante sobre el océano en calma. La arena de la playa aún conservaba el calor del día.
El grupo se había reunido otra vez y, por un instante, se sintió como si tuviera de nuevo diecisiete años. No estaba seguro de si esa sensación le hacía sentir bien o no.
Si hacía inventario de sus emociones, la balanza se inclinaba de un lado a otro. Estar allí con sus viejos amigos le recordaba quién era, de dónde venía. Ellos habían sido su familia y su apoyo durante mucho tiempo. Por otro lado, viejas heridas comenzaban a doler.
Dio un trago a la botella de tequila y se la pasó a Minho, que no dejaba de hablar con Chan de coches y de las próximas carreras de NASCAR. Changbin y Jennie seguían metiéndose mano sin ningún reparo. Y también estaba Félix. No había vuelto a verlo desde el funeral. Trabajaba en un garito a las afueras en el que pasaba casi todo el tiempo, pero esa era su noche libre y, cuando Jennie le contó los planes sobre el reencuentro, no había tardado en aparecer.
Félix se acercó a Hyunjin y Minho contempló la escena con cierta preocupación. Félix era explosivo, una de esos chicos por los que los chicos podían partirse la cara solo para conseguir que les dedicara uno de sus mohines coquetos. Había sido el chico de Hyunjin durante el penúltimo curso de instituto y habían estado locos el uno por el otro. Pero nunca habían roto. Simplemente, cuando detuvieron a Hyunjin, él desapareció de su vida y nunca regresó, nunca lo llamó; y él continuó con su vida y con lo que mejor sabía hacer: romper corazones, uno tras otro. Ahora se preguntaba qué ocurriría entre ellos. Félix parecía más interesado que nunca en Hyunjin, y Hyunjin… sobre Hyunjin no tenía ni idea. El chico que se había largado no era el mismo que había regresado.
Jennie soltó un gemido ahogado, que hizo que todos se fijaran en ella.
—Se pasan el día sin dejar de mover la lengua, ¿no se cansan? —les espetó Minho.
—Búscate una novia, Minho —le dijo la chica a la vez que le enseñaba el dedo corazón.
Félix se sentó junto a Hyunjin y le pasó la botella que llevaba en la mano.
—Así que lo has logrado, has conseguido tu pequeño sueño. Es muy bonito. —Sacudió la cabeza en dirección a su Mustang y soltó una risita—. Aún recuerdo cómo te pasabas horas hablando de que algún día tendrías ese coche. ¡Me volvías loco!
Hyunjin lo miró y sonrió.
—Yo también lo recuerdo. —Dejó escapar un suspiro y clavó la vista en el océano—. Ha pasado mucho tiempo desde entonces.
Félix alargó la mano y la colocó sobre el muslo de Hyunjin.
—No tanto. A mí me parece que fue ayer y que todo sigue igual. Bueno, no todo… —Lo miró de arriba abajo y se mordió el labio—. ¡Estás increíble!
Hyunjin esbozó una sonrisita y giró la cabeza hacia él.
—¿Estás ligando conmigo, Lix?
—Es posible. ¿Funciona? —preguntó, lanzándole una mirada atrevida.
Hyunjin se encogió de hombros y lo estudió de arriba abajo. ¡Dios, estaba cañón! ¡era una visión muy excitante!
—Es posible —contestó él. Notó la mano de Félix ascendiendo por su muslo. No se movió. Miró hacia abajo e intuyó sus uñas haciendo circulitos sobre sus tejanos, a juego con unos labios tentadores. De repente pensó en otro tipo de manos, en otro tipo de labios… conejitos de satén. Se puso tenso. En los últimos días ese tipo de pensamientos aparecían en su cabeza con demasiada frecuencia.
—Me alegro de volver a verte, Hyunjin —susurró Félix, sentándose en su regazo y rodeándole el cuello con los brazos—. Te he echado mucho de menos.
—Yo también me alegro.
Félix sonrió y se colocó entre sus piernas con la espalda reposando sobre su pecho. Encendió un cigarrillo y se lo entregó. Hyunjin dio una larga calada y suspiró, soltando el humo muy despacio. Félix le quitó el pitillo de la boca y se contoneó frotándose contra él de un modo que lo dejó sin aliento. Hyunjin no quería complicaciones con Félix, y menos de ese tipo, pero si no dejaba esos jueguecitos, otra cosa, y no precisamente su cerebro, iba a meterse donde no debía.
—Las carreras de NASCAR están bien, pero lo que me gusta es la Fórmula 1 —dijo Changbin, destapando la segunda botella.
Minho y Chan se volvieron para mirarlo.
—¡Joder, pero si hablas! Pensaba que solo sabías mover la lengua —le soltó Minho.
—Y sabe moverla —replicó Jennie.
Minho le hizo un gesto obsceno con su boca.
—Mi primo estuvo en Canadá el mes pasado y dice que fue alucinante, que podía oler la adrenalina a pie de pista —continuó Changbin, ignorando el intercambio de gestos —. Por eso quiero estudiar ingeniería mecánica, para poder meterle mano a una de esas preciosidades. Tocar esos motores tiene que ser como un orgasmo tras la mejor follada de tu vida.
Minho se quedó en silencio, pensativo.
—Me excitas cuando te pones poético —dijo después entre risas.
Changbin alargó la pierna para darle una patada y también se echó a reír.
—Eres idiota, Min.
Minho se llevó las manos a la cabeza y su cuerpo osciló hacia los lados. Estaba mareado.
—Sí, pero un idiota que necesita bajar este pedo para poder conducir y llevarlos a casa —dijo mientras se ponía de pie, inseguro—. Dios, ¿qué tenía ese tequila que has traído, Lix?
—Nada, que te has bebido media botella tú solito.
—Me está sentando mal. Necesito andar un poco o vomitaré aquí mismo. Debería haber comido algo —se quejó Minho.
Hyunjin palmeó las caderas de Félix, invitándolo a que se levantara. Se puso de pie y se acercó a Minho. Le rodeó el cuello con el brazo.
—Demos una vuelta —propuso. Y todos estuvieron de acuerdo.
Pasearon por la playa durante un rato. Se agitó una brisa fresca y Félix se apretujó bajo el brazo de Hyunjin para absorber algo de su calor. A lo lejos vieron las llamas de una hoguera y a un grupo de gente a su alrededor. Las voces y las risas se hicieron más nítidas conforme se acercaban.