Limits ❃ Hyunin

 ♡ : CAPÍTULO XII

 

—De todas las malas ideas que has tenido hasta ahora, esta es la peor —protestó Jeongin mientras bajaba del coche y acomodaba su flequillo. Contempló la explanada y los nervios le arañaron el estómago. Camiones gigantescos bordeaban la carretera, camionetas de grandes ruedas y coches tuneados para carreras atestaban el aparcamiento.

Se dio la vuelta y estudió el local. Frente a la puerta, una decena de Harleys perfectamente alineadas brillaban bajo las luces de neón del cartel. Tenía una sola planta y las ventanas parecían pintadas del mismo color que las paredes.

—Y por eso va a salir bien —dijo Jisung, cogiéndolo de la mano—. A mí no me vacila nadie, y menos un fracasado.

—Ni siquiera sabes a qué se dedica para hablar así de él.

—No me hace falta.

—Y no te vaciló, fuiste tú, al igual que la apuesta fue cosa tuya. Yo estaba allí, ¿recuerdas? —Se detuvo en secó y tomó aire—. Mira, yo mismo le daré los cuarenta dólares si nos vamos ahora mismo.

—Relájate, ¿qué puede tener este sitio que no tengan otros? —exclamó Jisung, arrastrándolo hacia la entrada.

—¿Te refieres a algo más que al hecho de que parece sacado de una de esas películas de Carretera al infierno o Carretera 666? Siempre hay un sitio como este, en una carretera como esta —gimoteó.

Jisung le dedicó una mirada impaciente.

—Deja de decir tonterías. No tiene ninguna gracia.

De repente, la puerta se abrió y un tipo enorme con un delantal blanco apareció jalando por la camisa a otro tipo. Con la mano libre lo agarró de los pantalones y lo lanzó por los aires. El hombre aterrizó como un saco a los pies de los chicos, levantó la vista y los miró. Una sonrisa se dibujó en sus labios e hipó.

—Chicos, les invito una copa —arrastraba las palabras, completamente borracho. Su cabeza se desplomó sobre la arena.

Jisung y Jeongin se miraron un instante y sus ojos volaron hasta la puerta. El hombre del delantal se quedó mirándolos al ver que no se movían.

—¿Van a entrar? —les preguntó con cara de pocos amigos.

Los dos asintieron a la vez. Como para decirle que no con aquella cara.

—¡Vamos, seguro que no es para tanto! —susurró Jisung.

—No sé cómo me he dejado convencer —masculló Jeongin.

Agarrados de la mano entraron en el local. Dentro, el aire era casi irrespirable. Sobre sus cabezas flotaba una densa nube de humo de cigarrillos que se mezclaba con el que se escapaba de la cocina. Olía a algo acre mezclado con alcohol y ambientador, y hacía un calor insoportable. El techo era bajo y los muros estaban decorados con carteles de coches antiguos y matrículas de todos los estados, entre publicidad de cerveza y de bourbon. Una de las paredes lucía una colección de viejos vinilos enmarcados, y fotografías de boxeadores autografiadas.

Los clientes no eran del tipo que ellos solían encontrar en los lugares que frecuentaban. Estaba repleto de camioneros, moteros, trabajadores de la construcción…,gente de paso que buscaba un sitio donde tomar algo que no se encontrara dentro de una máquina expendedora. Un par de camareras serpenteaban entre las mesas, vistiendo unos pantaloncitos cortos y unas camisas a cuadros anudadas bajo el pecho.

—¡Me encanta este lugar! —exclamó Jisung con una enorme sonrisa.

Jeongin lo contemplaba todo con los ojos muy abiertos. Se estremeció cuando un par de tipos —que parecían hermanos de los ZZ TOP, con largas barbas, bandanas de calaveras en la cabeza y chaquetas de cuero, a pesar de que allí dentro podrían estar rondando los treinta grados—, lo miraron como si estuviera desnudo.

Trató de ignorarlos y siguió a Jisung entre la gente. El local formaba una ele y al llegar al fondo se abría hacia la izquierda. Mesas de billar y futbolines se distribuían en esa parte bajo rieles de bombillas amarillas. Reconocieron a algunos chicos del instituto, gente del barrio que los miraban con descaro. Las risitas y los comentarios llegaron hasta sus oídos, pero los ignoró.

Jisung localizó a Minho en una de las mesas y fue directo hacia él.

—Hola, Fracasado.

El chico se dio la vuelta y una sonrisa socarrona se dibujó en su cara.

—¡Eh, Hyunjin, pide cerveza, tenemos cuarenta billetes que gastar! —gritó por encima de la música.

Jeongin lo buscó con la mirada. Estaba en la barra, hablando con otro chico. Hyunjin se giró y sus miradas se encontraron. Las comisuras de su boca se alzaron con una sonrisa engreída. Levantó su vaso a modo de saludo y lo miró de arriba abajo. Jeongin se sonrojó y el corazón le dio un vuelco. Estaba muy guapo con una camiseta negra y unos tejanos del mismo color. Apartó la mirada y cerró la boca antes de parecer idiota.

—Bien, rubio —dijo Minho a Jisung—. Será una hora a partir de este momento. Si sales por esa puerta antes de tiempo, me da igual el motivo, me darás mi dinero.

—Pan comido —dijo Jisung.

—No cantes victoria todavía. ¿Ves a todos esos tipos que ahora no les quitan los ojos de encima? —Les rodeó los hombros con los brazos—. Dentro de nada estarán apostando por ustedes, y no se rinden fácilmente. Son como un helado en la puerta de un colegio —musitó con su cabeza entre los dos chicos. Soltó una carcajada y regresó a la mesa para seguir jugando.

Jeongin tragó saliva y apretó la mano de Jisung. Todo el mundo los miraba. Unos con curiosidad, otros con interés, y algunos con demasiada malicia. Hyunjin pasó junto a ellos con una jarra de cerveza y les guiñó un ojo, pero no se detuvo ni dijo nada.

Se sentaron a una mesa que acababa de quedar libre. Miraron a su alrededor, solo para comprobar que seguían atrayendo la mayor parte de las miradas. Jeongin se sentía como un filete ante un perro hambriento. Allí había otras chicas y chicos, pero los únicos que llamaban la atención eran ellos. ¿Tanto se notaba que estaban fuera de lugar?



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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