Hyunjin no apartaba los ojos de Jeongin. Su amigo y él llevaban casi una hora con aquellos dos tipos y parecía que lo estaba pasando muy bien. Incluso había bailado con uno de ellos. Verlos juntos, abrazados, le provocó una sensación extraña que se le enroscaba en las entrañas. El tipo aprovechaba cualquier excusa para tocarlo.
Hasta cierto punto podía entenderlo, porque en su lugar, él habría hecho lo mismo. Jeongin era precioso y esa noche, con unos pantalones ajustados y una camiseta que dejaba a la vista su estómago plano cada vez que se movía, era toda una delicia.
Pero eso no evitaba que, cada vez que lo veía coquetear con él, deseara echárselo sobre el hombro y sacarlo de allí. Ver a aquel tipo rodeándolo con sus brazos hacía que le hirviera la sangre.
Minho le echó otro vistazo a su reloj y farfulló un par de maldiciones. Faltaban dos minutos para que se cumpliera la hora que habían acordado e iba a perder la apuesta.
—Creo que has perdido tu dinero —dijo Changbin entre risas—. Los ricos no han salido corriendo.
Minho le respondió con un empujón y Changbin se lo devolvió. Hyunjin no les prestaba atención. Los tipos se habían puesto de pie y parecía que se marchaban. Se puso tenso. Si Jeongin se largaba con ellos, no estaba seguro de si lo dejaría ir sin más. Con un inesperado alivio vio cómo salían, solos. Jisung se levantó y se encaminó directamente hacia él; pasó de largo con Minho en su punto de mira. Jeongin se quedó en la mesa.
—Deberías cerrar la boca. Babeas —dijo Félix con voz envenenada al pasar por su lado.
Hyunjin lo siguió con la mirada. Continuaba enfadado y no se molestaba en disimularlo. A veces las personas eran un auténtico misterio para Hyunjin. Pedían sinceridad, pero cuando la recibían, y esa sinceridad no encajaba con sus expectativas, te declaraban la guerra. Apoyó la cadera en la mesa de billar, reuniendo el valor suficiente para acercarse a Jeongin. Se sentía estúpido. Eso nunca había sido un problema para él, sobre todo porque eran los chicos quienes siempre lo buscaban.
Tomó aire y dejó el taco. Si pensaba acercarse debía hacerlo ya, antes de que su amigo regresara. Se enderezó de golpe, al ver que Félix acababa de tropezar con la silla que ocupaba Jeongin. Parecía un traspié fortuito, pero Hyunjin lo conocía lo suficiente como para saber que había sido deliberado.
—¡Uy, perdona! —dijo Félix con sarcasmo.
Jeongin se frotó el brazo, donde lo había empujado con la cadera, y se puso de pie como si un resorte lo hubiera lanzado hacia arriba.
—Lo has hecho a propósito —le espetó.
Félix soltó una carcajada y regresó tras la barra. Comenzó a recoger unos vasos.
—Te comportas como un niño —murmuró Jeongin.
Félix lo fulminó con la mirada. Se echó hacia atrás el flequillo y apoyó las manos en la barra.
—¿Cómo has dicho?
—¡Que te comportas como un niño! —repitió Jeongin, alzando un poco más la voz, con ganas de sacar las uñas.
—Niñato estúpido —masculló Félix con ojos llameantes.
Jeongin acortó la distancia entre la barra y él. Félix no dejaba de provocarlo y él estaba a punto de estallar, ya fuera por la cerveza, o porque su mitad irracional e impulsiva estaba arrancado de cuajo a la sensata. En el fondo le daba igual el motivo; esta vez no iba a mirar para otro lado y a dejar que lo pisotearan.
—Estoy harto de tu actitud —le espetó—. Me tratas como si fueras la víctima y yo el que se hubiera tirado a tu novio —soltó sin importarle que todo el mundo lo estuviera oyendo—. ¡Aquí el fulano eres tú!
Félix se puso rojo.
—¡Voy a partirte la cara!
—¿Seguro que tendrás tiempo entre follada y follada? Aquí debe haber muchos tipos con novio.
—¡Estás muerto! —gritó Félix mientras agarraba una botella.
Jeongin no se amedrentó. Al contrario, tenía ganas de plantar un buen golpe en aquella sonrisa y se lanzó hacia delante con intención de saltar la barra.
Unos brazos lo sujetaron por la cintura y lo alzaron del suelo.
—¡Tiempo, tiempo! —dijo Hyunjin, cargando con él hacia la salida. No sin antes echar un vistazo atrás para asegurarse de que Félix se quedaba tras la barra. Cha lo sujetaba por los brazos.
—¡Suéltame! —gritó Jeongin.
—Si te suelto te hará daño —replicó él, escondiendo una sonrisa—. Tú y yo vamos a tomar aire un rato.
—No quiero tomar el aire. Quiero atizar a ese bandido.
Hyunjin empujó la puerta con la espalda y apretó del chico contra su pecho con más fuerza para que no se le escapara de entre los brazos. No dejaba de patalear y de retorcerse. El aire fresco los recibió bajo un cielo cubierto de estrellas.
—Ey, bonito, cálmate, ¿quieres?
—¡Suéltame, Hyunjin! —protestó.
De repente sintió el deseo de morderle, pero Hyunjin lo aplastó contra la pared, sujetándolo por los hombros antes de que pudiera lograrlo. Hyunjin se inclinó hacia delante, hasta que sus ojos quedaron a la altura de los de él. Brillaban divertidos y con algo más que no supo identificar.
—Si Félix te pone la mano encima, te dará una paliza. Así que cálmate.
—Con ese no tengo ni para empezar —replicó Jeongin, intentando zafarse. Logró colarse bajo su brazo y con un gruñido se lanzó contra la puerta.
Hyunjin se echó a reír con ganas.
—Créeme, su derechazo es letal.
Lo tomó por la cintura y lo levantó. Esta vez se alejó hasta el tocón de un viejo árbol que había en un lateral. Se sentó con Jeongin en su regazo, mientras le sujetaba las muñecas sobre el pecho y lo apretaba contra él. Inmovilizándolo por completo.
—¡Suéltame! —gritó.
—Tienes valor, bonito, pero estás demasiado borracho para que te deje volver ahí dentro.
—No estoy borracho.
—Jodidamente borracho —señaló Hyunjin .
Tenía la respiración acelerada por el esfuerzo que estaba haciendo al sujetarlo. Y porque el olor de su perfume y su piel empezaban a nublarle la mente. Acercó la nariz a su cuello y le entraron ganas de besarlo. Tuvo que morderse el labio para no caer en la tentación.