Limits ❃ Hyunin

♡ : CAPÍTULO XVII

 

Hyunjin dejó un par de llaves sobre el banco de trabajo y se limpió las manos manchadas de grasa con un trapo. Miró su reloj por tercera vez en diez minutos. Ya eran las siete. Resopló y comenzó a extraer la batería muerta de una preciosa Harley Electra Glide de 1969. Pronto él tendría una como esa, en un par de años como mucho. Volvió a mirar el reloj y maldijo por lo bajo. No iba a aparecer, el pr no iba a aparecer. Bien, muy bien, pues iría a buscarlo.

Se quedó inmóvil. ¡Por supuesto que no iría! Joder, si no quería venir, él se lo perdía. Como si no hubiera chicos dispuestos a pasar un rato en su compañía. El problema era que Hyunjin no quería a cualquier chico, lo quería a él. Le hervía la sangre cuando lo tenía cerca, se ponía nervioso. Jamás se había alterado de ese modo por culpa de nadie.

¿Qué le pasaba con Jeongin? No lograba entenderlo. No sabía si era porque tenía un cuerpo hecho para condenar al infierno al hombre más casto, o porque lo ignoraba completamente. No, no era solo atracción sexual. Lo deseaba, de eso no tenía la menor duda, pero había algo más. Su risa le producía calor y le gustaba hacerlo enfadar solo para ver cómo enrojecía. En los últimos dos años, solo Jeongin le estaba haciendo sentir esas cosas, y la lista de números de teléfono que había sumado en todos esos meses era bastante larga.

Miró de nuevo la hora. Las siete y cuarto.

—¿Por qué miras tanto el reloj? ¿Tienes prisa por algo? —preguntó Minho al llegar a su lado. Llevaba un montón de tapacubos en los brazos y encima unas latas de cerveza.

—No.

—Si necesitas salir antes, solo tienes que decirlo —insistió Minho.

Colocó los tapacubos en el suelo, junto a un Chevelle. Alcanzó una lata y se la lanzó a Hyunjin, que la cogió al vuelo y la abrió con los brazos estirados para que no le salpicara.

—Todo está bien, en serio. —Se quedó mirando el suelo. O lo soltaba o acababa escupiendo bilis—. Bueno, no lo está. Me ofrecí a arreglarle el coche a el niño bonito y… no ha aparecido. Ha pasado de mí.

Minho se quedó inmóvil con la lata a medio camino de su boca y los ojos abiertos como platos.

—¿Qué demonios te pasa con ese chico?

—Si lo averiguas, ven y cuéntamelo, porque yo no me entero —masculló Hyunjin.

Minho alzó las cejas. Miró al infinito, tenso, y comenzó a mover la cabeza de un lado a otro.

—Lo sabía, me di cuenta la otra noche. ¡Te gusta de verdad! —exclamó, como si esa fuera la peor noticia del mundo—. No es para nada tu tipo y lo sabes.

—Lo sé —respondió Hyunjin con la mirada huidiza.

—Y también sabes que un chico como nosotros solo acaba con alguien como él en las películas. En la vida real no funciona.

—Lo sé, y no se trata de eso. ¡Joder, no quiero casarme con él! —gruñó con expresión cansada—. Ni siquiera algo serio, pero me tiene loco.

—Lo que te tiene es salido.

—¡Dios, sí!

Minho alzó las manos como si dijera: ahí lo tienes, esa es la respuesta.

—Genial, me quitas un peso de encima. Pues ya sabes, tíratelo cuanto antes y olvídate de él.

—A veces eres un auténtico idiota.

Minho se encogió de hombros. —Bueno, tengo un buen maestro, deberías sentirte orgulloso.

Hyunjin le enseñó el dedo corazón y lanzó su lata a la papelera. El sonido de unos neumáticos sobre la gravilla llegó hasta ellos, se detuvo y se oyó un portazo.

—¿Hola?

Hyunjin se enderezó de golpe y una sonrisita apareció en su cara.

—Parece que no pasa de ti —le hizo notar Minho. La sonrisa del chico se ensanchó—. ¡Qué cara de idiota se te ha puesto!

—¿Hola?

Jeongin apareció con expresión de despiste tras el coche que había en el foso. Se puso colorado en cuanto vio a los dos chicos y su mirada vagó de uno a otro mientras se frotaba las palmas de las manos contra los pantalones.

—Hola —repitió. Se acercó un poco más. Minho estaba apoyado sobre un coche y no parecía contento. Hyunjin se encontraba a horcajadas sobre una Harley y sonreía taladrándolo con la mirada—. Espero que no sea tarde. No he podido venir antes.

—No es tarde.

—Entonces, ¿vas a echarle un vistazo a mi coche?

—¡Claro! —respondió Hyunjin mientras bajaba de la moto.

Jeongin apartó la mirada de su cuerpo, capaz de provocar incendios solo con los pensamientos que inspiraba. Había pasado toda la tarde dudando de si debía ir hasta allí. Durante todo ese tiempo había logrado controlar el impulso, la necesidad imperiosa de verle. A las siete ya no se sentía capaz de contenerse y asumió que Hyunjin era un problema del que no podía distanciarse, aunque tuviera un sinfín de razones para hacerlo. Algo dentro de él le impedía alejarse de Hyunjin, a sabiendas de que las consecuencias podían ser desastrosas; sobre todo para Jeongin.

—Te dije que vendrías —susurró él al pasar por su lado hacia la puerta. entornó los párpados con una mirada asesina que hizo que Hyunjin se echara a reír. Lo siguió, deseando no sentir todo lo que sentía, mientras se lo comía con los ojos sin poderlo evitar.

—Bien, veamos ese… ¿ese es tu coche? —preguntó Hyunjin muy sorprendido.

Jeongin asintió, parándose a su lado mientras contemplaba su precioso Chrysler gris.

—Sí —respondió. Se encogió de hombros y se meció sobre las puntas de los pies, antes de añadir—: ¿Por qué pones esa cara? ¿No te gusta?

Hyunjin sacudió la cabeza.

—Pero ¡qué dices, es precioso! Aunque consume demasiado. Solo me sorprende que tengas buen gusto para los coches. No sé, esperaba un Mini o un Escarabajo rosa decorado con flores y mariposas —comentó como si nada.

El puño de Jeongin salió disparado y le dio un buen golpe en el brazo. Con ganas.

—Muy gracioso.

—¡Au! —se quejó él, frotándose el brazo. Una sonrisa astuta curvó sus labios—. Pegas fuerte niño bonito.

Jeongin le dedicó un mohín de burla.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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