[⚠️Este capítulo hace mención al mpreg.]
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Hyunjin salió del baño secándose las manos en los pantalones. Le dolía la cara por la estúpida sonrisa que llevaba en ella toda la noche. La culpa la tenía una preciosidad de piernas largas y cabello color chocolate que no le convenía, y del que no podía apartar las manos. Pero ¿cómo iba a hacerlo con ese cuerpo?
Además, era divertido y tenía carácter. No era uno de esos chicos que se pasan todo el día asintiendo y sonriendo mientras aletean sus pestañas. No soportaba esa actitud.
—Así que al final has metido al niño rico en tu cama. ¿Es lo que esperabas o es tan mojigato como parece?
Hyunjin apretó los párpados antes de darse la vuelta y enfrentarse a Félix. Lo encontró sentado en un taburete, junto a la nevera, con un vaso de zumo en la mano. ¡Qué raro, no solía bajar del tequila!
—Lix, por favor. No quiero discutir contigo.
—Tranquilo, no he venido para eso.
Hyunjin alzó los brazos, exasperado. —Entonces, ¿a qué has venido?
La mirada asesina del chico había pasado a ser fulminante. —No olvides que también son mis amigos, mi familia al igual que la tuya. Y no solo eso. Yo he estado aquí con ellos estos cuatro años. Tú no.
Hyunjin apretó los labios, encajando el duro golpe. Eso se lo había merecido.
—Tienes razón, lo siento —le espetó, embutiendo las manos en sus tejanos.
—Más te vale sentirlo. Este es mi sitio, siempre lo ha sido. No soy yo el que sobra aquí.
Se quedaron mirándose fijamente. De repente Hyunjin estalló. —Lo siento, ¿bien? Siento haberme ido, siento no haber vuelto y siento no seguir enamorado de ti. Soy un imbécil por no haberte valorado como debías. ¿Eso es lo que querías oír? Pues ya lo he dicho y soy sincero. Pero las cosas son así. Jeongin me gusta, me gusta mucho, y no sé por qué, ¿bien? —Alzó los brazos con actitud de derrota, y añadió: Deberías estarle agradecido por haberte quitado de encima al cabrón más grande de todos los tiempos. Cuando vuelva a cagarla, será con él, no contigo.
Los ojos de Félix brillaron, se llevó la mano a la boca y empezó a llorar.
—¡Joder, Lix, sabes que no puedo verte llorar! —musitó Hyunjin, acortando con dos zancadas la distancia entre ellos.
—¡No es por ti! —dijo en un susurro—. Estoy embarazado, Hyunjin. Dios, estoy embarazado y ni siquiera sé cuidar de mí mismo.
Hyunjin se quedó de piedra. Lo miró, y el hecho de tomar conciencia de algo así le costó unos momentos. Las risas y los gritos en el patio sonaban altos y claros. Tomó a Félix del brazo y lo sacó de allí. Aquel asunto había pasado de ser privado a ser completamente confidencial y restringido. Lo llevó hasta la pequeña sala de estar. La televisión estaba encendida pero no había nadie.
—¿Qué has dicho?
—Lo que has oído —respondió Félix. Se limpió con las manos las lágrimas que resbalaban por sus mejillas sin control—. Estoy embarazado de siete semanas.
Hyunjin se llevó las manos a la cabeza y enredó los dedos en su pelo desgreñado.
—Bien… ¿Y cómo…? ¡Mierda! —Lo miró a los ojos—. ¿Quién es el padre?
Félix forzó una carcajada seca. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. —¿Tú qué crees? En los últimos dos meses no he estado con nadie más.
Hyunjin no necesitó pensar mucho. Soltó un puñetazo al aire y unas cuantas maldiciones.
—¿Y cómo? ¿Qué falló, la píldora, los condones? —inquirió, más alterado de lo que quería. Un bebé, y del imbécil de Choi, era lo último que Félix necesitaba. Félix apartó la vista, avergonzado—. ¡Joder! ¿En qué demonios pensabas? Tú no eres estúpido, Lix.
Estaba gritando sin darse cuenta. Que no estuviera enamorado de él no significaba que no lo quisiera. Por encima de todo era su amigo, le importaba, y cuando algo le importaba demasiado, el miedo le hacía comportarse como un idiota. Félix se echó a llorar de nuevo y se abrazó los codos, ocultando su rostro en sus manos.
Hyunjin se arrepintió de inmediato de su salida de tono. —Lo siento, lo siento. No quería gritarte. —Lo abrazó con fuerza y lo besó en la coronilla—. Es que estoy cabreado con ese idiota. Era su obligación. Debió preocuparse de esas cosas antes de hacerlo —maldijo entre dientes—. Bien, perdona, me estoy pasando.
—Tienes razón, fui estúpido. No sé cómo me acosté con él sin protección.
—Voy a hablar con ese imbécil —masculló Hyunjin, mientras le acariciaba la espalda de arriba abajo. Félix se estremeció y sacudió la cabeza contra su pecho.
—No, no quiero que te metas. Esto es cosa mía. Yo hablaré con él.
—¿Estás seguro? No me importaría tener esa conversación con el niño bonito.
—Por favor, Hyunjin. No te metas en esto. Al menos de momento. Por favor —suplicó él. Hyunjin le tomó el rostro entre las manos y lo miró a los ojos. Le limpió un par de lágrimas de las mejillas con los pulgares.
—Bien. ¿Has pensado qué vas a hacer?
—Aún no —suspiró Félix—. Necesito pensar con calma en todo esto. Le he pedido unos días a Jaemin en el bar. Quizá vaya a visitar a mi abuela.
Hyunjin lo abrazó de nuevo. —De acuerdo. Ya sabes que estoy aquí. Puedes contar conmigo, para lo que sea.
Félix apretó los puños, estrujándole la camiseta —No se lo digas a nadie, por favor —le suplicó.
—Claro que no. Será nuestro secreto hasta que tú decidas —aseguró Hyunjin. Se apartó y le tomó el rostro entre las manos. Después lo besó en la frente con ternura. ¡Jodido Choi! Más le valía no cruzarse en su camino, o si no…
—¡Eh, tortolito!
Hyunjin se giró hacia Minho, que estaba apoyado contra el marco de la puerta. —¿Qué pasa?
Minho se encogió de hombros. —Nada, solo pensé que querrías saber que Jeongin acaba de ¡largarse!
—¡¿Qué?! ¿Por qué? —preguntó con un vuelco en el estómago.