—¿Qué haces aquí? —preguntó Jisung al ver a Jeongin medio dormido, sentado en el porche de su casa.
Jeongin parpadeó y necesitó un par de segundos para recordar dónde se encontraba. Se enderezó en el sillón de rafia en el que se había acurrucado. Se frotó el cuello para aliviar un leve tirón y trató de sonreír.
—¿Por qué no has llamado a la puerta? —inquirió Jisung. Cruzó los brazos sobre el pecho y resopló.
—Lo hice, pero no hay nadie.
—Sí que lo hay. Mi madre —aclaró Jisung. Puso los ojos en blanco—. Pero ya debe estar hasta arriba de pastillas para dormir. —Miró a su amigo—. ¡Son más de las dos, Jeongin! ¿Cuánto llevas aquí?
—No lo sé, mucho. Te estaba esperando —respondió en voz baja. Lo miró a los ojos—. ¿Acabas de llegar?
—Sí.
—¿Dónde has estado?
—¿De verdad te importa?
Jeongin apartó la vista de él y apretó los labios con fuerza hasta convertirlos en una fina línea en su rostro.
—Por favor, no te enfades conmigo. Eres mi mejor amigo, Sung —suplicó al borde del llanto.
Jisung resopló y se sentó a su lado en el sillón. Miró a Jeongin de reojo y suspiró mientras le daba un empujón cariñoso con el codo. Sus enfados con él no solían durarle mucho, sobre todo cuando su amigo se comportaba como un perrito abandonado al que nadie quería.
Esos tristes ojos eran su debilidad.
—Vengo del Shooter. He pasado casi toda la noche allí con Minho. Como amigos —se apresuró a aclarar.
—¿Hyunjin estaba con ustedes?
Jisung negó con la cabeza y se abrazó las rodillas.
—No. Pero oí a Minho hablando con él por teléfono. Creo que se marcha mañana. Regresa a Santa Fe.
Jeongin palideció.
Hyunjin iba a marcharse.
Se acabó, y todo por su culpa.
Se le retorció el estómago. No había querido ver la realidad y ahora esta caía sobre él con un peso aplastante.
Se había enamorado de Hyunjin en el instituto, y esos sentimientos nunca lo habían abandonado como creía. Solo se encontraban en un estado latente, a la espera de despertar en cuanto la más mínima señal diera la voz de alerta; y la señal había llegado con la intensidad de un maremoto. Por eso había hecho tantos disparates y se había dejado llevar por ese deseo desmesurado que lo hacía temblar con solo oír su voz. Se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar.
—Oh, no, Innie. Vamos, no llores. Sabes que me bloqueo con estas cosas, nunca sé qué hacer o qué decir.
—Lo he estropeado todo —sollozó.
—¿Qué parte? —preguntó Jisung medio en broma.
Jeongin soltó una risita frustrada cargada de tristeza.
—Todas. Cada parte de mi vida desde que vine al mundo. Si no, mira a mis padres. Yo lo estropeé todo y no dejan de recordármelo: todo lo que han sacrificado, todo lo que han hecho… —indicó mientras se limpiaba con las manos las lágrimas que resbalaban por su cara.
—Eso no es cierto —susurró Jisung, rodeándole los hombros con el brazo—. El problema no eres tú. Tú eres la consecuencia de que ellos fueran unos irresponsables. Eso no te convierte en culpable, eres la víctima. —Se quedó pensando y frunció el ceño cuando una idea tomó forma en su mente—. ¡Dios! ¿Esta es la razón de que te hayas escondido tras alguien que no eres tú? —Le tomó la cara y lo giró para que lo mirara. Entornó los ojos—. Te has pasado toda la vida complaciendo a los demás. A tus padres para ser el hijo perfecto; a tus amigos; a tus profesores; incluso a tus estúpidos vecinos, para ser el chico a el que todos admiran… ¿Para compensar que existes? ¿Tanto necesitas que te acepten a toda costa? ¿Por qué? ¿A qué le tienes tanto miedo?
Jeongin sacudió la cabeza y apartó la vista.
—No lo sé.
En el silencio que siguió, ambos se quedaron mirando el jardín. Los aspersores se habían puesto en marcha sin que se dieran cuenta y parecía que lloviera. El sonido del agua contra la hierba era hipnótico. Jisung alargó la mano y tomó la de su amigo.
—Va siendo hora de que empieces a complacerte a ti mismo, cariño. Piénsalo, ¿de qué te ha servido todo el esfuerzo, todo lo que te has negado? Tus padres siguen siendo los mismos egoístas de siempre. Tu novio te puso los cuernos a pesar de que le idolatrabas. Y de los amigos mejor no hablar… ¿Kai, Beomgyu, Kai y compañía? Por favor, ¿de verdad te importa lo que piensen?
Jeongin se puso en pie, demasiado abrumado y nervioso como para permanecer quieto. Jisung tenía razón en todo, al igual que Hyunjin había estado en lo cierto con cada palabra que le había dicho, aunque hubieran sido dolorosas.
—Párate y piensa un momento —continuó Jisung, yendo a su lado—. ¿Qué hay de auténtico en tu vida? ¿Qué has encontrado hasta ahora que sea de verdad?
—A ti —respondió Jeongin sin dudar—. Tú nunca me juzgas, me quieres como soy. Incluso cuando me comporto como un idiota estás ahí, igual que ahora. — Jisung asintió con una sonrisa—. Y a Hyunjin, él también es auténtico. No se parece a nadie que haya conocido.
Jisung sonrió y arqueó una ceja.
—Es un psicópata.
—No lo ha tenido fácil. Tú también lo serías si hubieras pasado por las mismas cosas que él ha pasado. Y a pesar de todo, lo sigue intentando —le espetó Jeongin con rabia—. Y no deberías decir que es un psicópata cuando tú babeas por Minho. Han salido del mismo molde, te lo aseguro.
Jisung alzó las manos en un gesto de paz.
—Le quieres.
—Sí —admitió.
—Sabes que él se está enamorando de ti, ¿verdad? —preguntó Jisung con el ceño fruncido. Jeongin lo miró estupefacto—. ¡Despierta! Es evidente que le gustan más cosas de ti que tu trasero. Me he dado cuenta esta noche. Casi explota cuando te ha visto sentarte con San.
>>Y… Minho y yo hemos visto su numerito en la calle. Minho no se fiaba de Hyunjin y lo ha seguido para que no hiciera ninguna tontería.
Jeongin bajó la vista al suelo, avergonzado.