—¡Por Dios, no olvides tomarlas todos los días a la misma hora!
—Jisung, me lo has repetido como un millón de veces, que, junto con el otro millón de mi médico, me sorprende que no se me haya grabado en la piel a fuego —se quejó Jeongin. Apretaba en su mochila la cajita que acababan de darle en la consulta—. Además, también pienso usar protección. No quiero correr ningún riesgo.
—¡Genial, porque ningún método es al cien por cien infalible! Y aunque estoy seguro de que el pequeño Hwang Jeonginnie sería una lindura, aún soy joven para ser tío. —Jisung esbozó su mejor sonrisa y miró a Jeongin con la expresión despreocupada que siempre lucía. Frunció el ceño—. Te has puesto pálido.
—Por un momento he visto a ese niño —bromeó Jeongin con cara de susto.
—¿Tan descabellada te parece la idea de tener hijos en un futuro? ¿O es la posibilidad de tenerlos con Hyunjin lo que te asusta?
—Las dos… supongo.
—¿Y por qué? Quieren intentar que lo suyo vaya en serio. Ir en serio significa que, con el tiempo, hablaran de compromiso, más tarde de boda, y después vendrán los niños y el perro… la hipoteca…
—¡Por favor, Ji, déjalo! Empiezo a marearme.
Jisung soltó una risita. —Así que solo le quieres por el sexo —bromeó.
—¡Claro que no! ¡Si estoy enamorado como una idiota de él! Pero soy realista, Sung. No creo que esa sea la idea que Hyunjin tiene de una relación seria. Y yo no necesito un anillo, un acta de matrimonio y niños. Solo saber que es mío.
—Eso es lo que queremos todos, cariño —suspiró Jisung. Le sonrió con ternura y enlazó su brazo con el de él—. ¿Y quién sabe? Quizá sea esa la idea de tu chico sobre una relación seria. Mirarte y desearte solo a ti.
A Jeongin se le subió el corazón a la garganta. ¿Dónde tenía que firmar para conseguirlo? Y si el precio era su alma, ¿dónde estaba el cruce de caminos y el demonio más próximo? Necesitaba pensar en otra cosa o acabaría por deprimirse.
—Por cierto, gracias por acompañarme.
—De nada. Ya sabes que cuidar de ti es una de mis malas costumbres —respondió Jisung, encogiéndose de hombros mientras empujaba la puerta del Café. Jeongin le dio un golpe en el hombro.
—Eres odioso —dijo entre risas. Se sentaron a una de las mesas junto a la ventana, al lado de un expositor de libros y revistas. Enseguida se les acercó una camarera que les tomó nota, y un minuto después disfrutaban de un enorme batido de vainilla y café muy frío. Jeongin se entretuvo releyendo la carta de bebidas, tratando de ignorar el hecho de que Jisung lo miraba fijamente mientras sus labios rojos y pomposos se fruncían en torno a la pajita.
—¿Qué? —le soltó con cara de póker.
—Mi chico está a punto de dar el paso. —Suspiró Jisung—. Me contarás hasta el último detalle, ¿verdad?
—Si quieres lo grabo en vídeo y después lo discutimos —le espetó, exagerando una sonrisa mordaz.
Jisung se quedó pensando. Agitó su batido con el dedo para deshacer la espuma.
—No te ofendas. Ver a Hyunjin desnudo follando, debe ser la fantasía de cualquier persona hecha realidad. Pero a ti… —Se estremeció con un repelús—. Tiene que ser como ver a mi madre haciéndolo.
Jeongin puso los ojos en blanco y cambió de tema.
—¿Puedo preguntarte algo sobre Jack?
—Claro —respondió Jisung.
—¿Discutian mucho?
—¿Que si discutíamos? ¡A todas horas! Nos peleábamos por todo, hasta por la butaca del cine. Y no sé por qué, la verdad, porque empezábamos a meternos mano antes incluso de que la película empezara. ¿Por qué me lo preguntas?
—San y yo no discutimos ni una sola vez hasta… ya sabes. Nunca nos dijimos una palabra más alta que la otra y estábamos de acuerdo en todo. Pero con Hyunjin, a veces tengo la sensación de que no hacemos otra cosa que tirarnos los trastos a la cabeza como si nos odiáramos. Y lo hacemos hasta por los motivos más absurdos que puedas imaginar. Otras veces por celos estúpidos o por intentar salirnos cada uno con la nuestra.
Jisung sonrió. Apoyó la barbilla sobre sus manos entrelazadas y adoptó su pose de terapeuta sabelotodo.
—Cariño, si hubieras discutido con San, aunque solo fuera un poco, probablemente ahora estarían juntos. A eso se le llama pasión, y reza para que Hyunjin y tú no la pierdan nunca —dijo con un suspiro. Sus ojos volaron a la puerta—. Ahí está tu bombón.
Jeongin se giró en la silla y vio a Hyunjin saludándolo desde la puerta. Estaba guapísimo. El pelo le crecía deprisa y ya le cubría parte de las orejas de una forma muy linda.
Un grupo de chicas en la mesa contigua se pusieron a cuchichear entre risitas, sin apartar los ojos de él, y los comentarios fueron subiendo de tono.
—¡Eh, mantén las bragas en su sitio, ese está agarrado! —les espetó Jisung sin cortarse un pelo.
Jeongin se echó a reír y se inclinó sobre la mesa para darle un beso a su amigo.
—Nos vemos esta noche, pásate por casa.
Jisung asintió y le tiró de un mechón de pelo. —A todo esto, no me has dicho adónde van —le hizo notar. Dio un sorbito a su batido.
—A Raleigh. Voy a hacerme un tatuaje.
Jisung empezó a toser, pero antes de que pudiera decir nada, Jeongin ya se estaba lanzando a los brazos de su chico.
—Hola, bonito —dijo Hyunjin. Le tomo la cara entre las manos y le plantó un beso en los labios—. ¿Listo? Aún estás a tiempo de arrepentirte.
—De eso nada —replicó Jeongin, tirando de su camiseta para que lo siguiera afuera.
El viaje de dos horas hasta Raleigh pasó tan rápido como un suspiro. Hablaron de cosas sin importancia, de sus amigos, de películas y hasta de música. Y acabaron cantando a gritos los temas más clásicos de AC/DC y Aerosmith, que emitía una radio local. No tardaron en encontrar el estudio de Riley y, para su sorpresa, la chica ya los estaba esperando.
Mark la había llamado para avisarla de que pasarían por allí. A Jeongin le costó un esfuerzo enorme no quedarse mirando fijamente a Riley. Era guapísima, una rubia despampanante con curvas de infarto y una cara de muñeca maquillada como si fuera una geisha. Pero lo que realmente llamaba la atención era su cuerpo decorado con tatuajes de colores brillantes, todos de estilo oriental. Lucía un enorme dragón en la espalda y un tigre en el vientre. Sus brazos parecían un jardín de nenúfares que acababan en un pez koi en cada mano.