Limits ❃ Hyunin

 ♡ : CAPÍTULO XXXIV

 

Hyunjin salió de la ducha envuelto en una nube de vaho. Se cubrió las caderas con una toalla y se acercó al espejo. Lo limpió con la mano y se quedó mirando su reflejo.

Debía hacer algo que llevaba mucho tiempo evitando: tenía que poner toda su mierda en orden. Debía aceptar el pasado, la culpa, y también perdonarse. Si no lo lograba, el futuro seguiría estando fuera de su alcance. Y también Jeongin. No tenía ni idea de por dónde empezar, ni siquiera sabía si podría lograrlo solo; aunque por Jeongin merecía la pena escarbar en la basura.

Había levantado tantos muros para protegerse, que su mente se había convertido en una habitación blanca completamente vacía. Cerró los ojos y se dejó arrastrar hasta aquella noche en la que se enfrentó a su padre. Sus manos aferraron el lavabo, con la sensación de estar retrocediendo para tomar impulso y lanzarse al vacío. Sintió que se le revolvía el estómago y que se le aflojaba todo el cuerpo. No pudo hacerlo, y su mente se quedó al borde del precipicio en el que vagaba peligrosamente desde hacía mucho.

Abrió los ojos y se quedó mirándose fijamente. El agua le goteaba del pelo mojado, y cada gota contra la superficie de cerámica reverberaba en el silencio haciendo que le palpitaran las sienes.

—No soy como tú —le dijo a la presencia que nunca lo abandonaba.

Se vistió con unas bermudas y una camiseta, y fue hasta la cocina para comer algo. Encontró a su madre al teléfono. Parecía muy cansada y se masajeaba las sienes como si le doliera la cabeza.

—Gracias, Vic. Mañana pasaré a firmar el contrato… No me importa empezar con el turno de noche si van a pagar más… Entonces, arreglado… Hasta mañana, Vic. Y gracias de nuevo.

Hyunjin se sirvió un vaso de leche.

—¿Qué pasa?

Jiwoo se apartó de la pared en la que se había apoyada y se sentó a la mesa.

—Mañana empiezo a trabajar en el servicio de limpieza del hospital. Este mes tendré que hacer el turno de noche.

—¿Por qué? ¿Qué pasa con los Yang? —preguntó Hyunjin mientras se sentaba junto a ella.

Jiwoo clavó la vista en su hijo y lo observó con atención. Soltó el aire que había estado conteniendo.

—Me han despedido, Hyunjin. En cuanto han sabido que te veías con Jeongin han tomado cartas en el asunto. ¿De verdad creías que podrías mantener algo así en secreto? ¿Que sus padres o yo no acabaríamos por enterarnos?

Hyunjin notó cómo se encendía por dentro.

—Nunca ha sido secreto. Jeongin y yo estamos saliendo, y hemos hecho lo que cualquiera. Pasear de la mano, ir a cenar, salir con amigos… ¿Dónde está el problema?

—¿Que dónde está el problema? ¿En qué estabas pensando, hijo? Entre ese chico y tú no puede haber nada. No te conviene, Hyunjin. Solo te dará problemas. Tienes que dejarlo.

—¿Qué? ¡No! No voy a pasar de él —negó categórico.

Jiwoo se inclinó sobre la mesa, buscando su mirada. Intentó tranquilizarse para razonar con él. Conociéndole, no iba a ser fácil. Por eso perdió la paciencia antes de intentarlo.

—¿Qué esperas que pase? Vamo, dime. ¿Vas a ir a la universidad con él? ¿Se casaran algún día? Cuando se convierta en abogado o juez, ¿crees que querrá un marido que trabaja arreglando los coches de los demás? ¿Les hablará a sus amigos importantes de tu historial de antecedentes? ¿Se sentirá orgulloso de ti?

Hyunjin se levantó tan rápido que volcó la silla y la mesa se sacudió sobre sus largas piernas. El vaso de leche se derramó. Miró a su madre como si no la conociera, como a una extraña.

—Hyunjin, lo siento, no pretendía…

—¿Culparme? ¿Recordarme las cosas que he hecho? ¿Que tenga claro que no puedo aspirar a nada más que a este barrio y a alguien tan jodido como lo estoy yo? — gritó.

—No quería decir eso, hijo. He hablado sin pensar. Es que no quiero que nadie vuelva a hacerte daño.

Hyunjin empezó a dar golpecitos con la frente en el armario.

—Soporté cada hueso roto porque prefería mil veces que fuera mi dolor y no el suyo. Cada vez que me interpuse, cada vez que le provoqué, cada paliza que me dio, cada vez que me obligaba a destrozar a otro chico en una de esas peleas. Era capaz de hacerlo porque solo pensaba en ustedes, en ti y en Seungmin. Porque si pensaba en mí, si me atrevía a pensar en mí por un maldito segundo, sabía que no podría seguir adelante. ¿Sabes cuántas veces deseé que apretara el gatillo con el que me amenazaba? Aún noto el sabor metálico en la boca —dijo con voz temblorosa. Sentía la rabia desgarrada por todo el cuerpo. Se frotó el cuello para intentar aliviarla.

Jiwoo se levantó y se acercó a él sin estar muy segura de si se lo permitiría. Los cambios de carácter de Hyunjin eran tan rápidos y extremos como las subidas y bajadas de una montaña rusa. Le puso una mano en la espalda. El chico temblaba de arriba abajo mientras sus manos aferraban con fuerza la encimera y mantenía la vista clavada en la ventana.

—Hyunjin, lo siento. No quería hacerte daño. Sé muy bien todo lo que te has visto obligado a hacer y a soportar. Creciste demasiado deprisa, y conociste el miedo y el dolor, antes que nada. Pero lo conseguiste. Lograste protegernos e hiciste de tu hermano un buen chico. A veces los hombres buenos tienen que hacer cosas que no lo son. Pero eso no te condena.

—No soy bueno. Ese es el precio que pagué —musitó él con los dientes apretados.

—Y si lo crees de verdad, ¿por qué quieres arrastrar a ese chiquillo contigo? Parece que te quiere.

Hyunjin se alejó de su madre. Cruzó la cocina y se refugió en la esquina.

—Porque con él consigo olvidarme de todo. Con él todo parece mejor: esta casa, este barrio, yo… —Mientras hablaba dejó que su espalda resbalara por la pared, hasta acabar sentado en el suelo con las piernas abiertas y los brazos reposando en las rodillas—. Consigue que piense en el mañana, en las cosas que podría hacer y en las que podría darle. Y porque cuando lo hago reír me siento el puto amo del mundo.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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