Limits ❃ Hyunin

 ♡ : CAPÍTULO XLII

 

Hyunjin abrió los ojos y se quedó mirando el techo de la habitación. Apoyó las manos en el colchón y trató de moverse hacia arriba. El dolor que le recorrió el cuerpo casi lo sumió de nuevo en la inconsciencia. Su respiración se convirtió en un jadeo agónico, pero intentó concentrarse en las inspiraciones para recuperar el control. Hizo inventario del estado de su cuerpo. No necesitaba verse para saber que estaba hecho papilla. Incluso ese parecía un diagnóstico demasiado bueno.

Apretó los labios y se movió hasta que logró sentarse. Sacó las piernas fuera de la cama. Todo le dio vueltas y las náuseas ascendieron desde su estómago hasta la garganta. Tuvo que obligarse a no vomitar. En la mesita vio un par de antiinflamatorios y un bote con analgésicos. Los tragó como si estuviera comiendo caramelos. Cerró los ojos, respiró profundamente e hizo una mueca de dolor al ponerse de pie. Apoyándose en la pared, logró arrastrarse hasta el baño.

El espejo le devolvió una imagen que parecía sacada de una película de terror. Estaba tan pálido como un cadáver, al menos en las pocas partes en las que podía apreciar la piel intacta. Se levantó la camiseta y examinó su torso. Lo habían machacado sin compasión. Era un milagro que continuara vivo.

Se quitó la ropa y logró meterse en la ducha. El agua caliente, al impactar contra su piel, tuvo el efecto de un millón de agujas clavándose en él. Manipuló los mandos hasta que salió fría. Se apoyó contra la pared y dejó que le desentumeciera los músculos. Poco a poco su mente empezó a despejarse de la niebla que la embotaba, y un único pensamiento la ocupó: iba a matar a Choi San.

El tipo era un psicópata demente con complejo de Dios, que había asesinado a Seungmin después de torturarlo; y su desequilibrada estupidez le había llevado a intentar lo mismo con él. No había vuelta atrás; costara lo que costara, aunque eso supusiera sacrificar todo lo que le importaba, iba a vengar la muerte de su hermano.

Envolvió sus caderas con una toalla y se acercó al lavamanos, con serios problemas para mantener el equilibrio. Clavó la mirada en el espejo.

—Voy a matarlo… —susurró con los dientes apretados.

Sus ojos descendieron hasta el tatuaje que le cubría parte del pecho y se detuvieron sobre él. Un dolor agudo, que nada tenía que ver con el sufrimiento físico que sentía, le atravesó el alma. Iba a perder a la única persona que lograba que su vida tuviera sentido. Un chico precioso con un interior aún más hermoso, que había elegido quererle pese a saber quién y qué era.

Pero había tomado una decisión y no pensaba dar marcha atrás. A fin y al cabo, terminaría por perderlo de todos modos; solo era cuestión de tiempo que fastidiara lo que tenían, fuera lo que fuera. No era bueno para él, nunca lo había sido. En el fondo le estaba haciendo un favor, porque iba a eliminar de su vida sus dos mayores problemas: San y él mismo.

Regresó a la habitación y tomó el teléfono móvil que Minho había recuperado de sus cosas. Un mensaje y lo dejaría libre.

Hyunjin:
Te prometí que encontraría la fórmula para que lo nuestro funcionara. Lo siento, no hay fórmula alguna. Jamás funcionará. Tú y yo no tenemos futuro, nunca lo hemos tenido. Ahora lo sé. Nunca quise hacerte daño, Innie. Cuídate.

—Deberías imprimirlo y ponerlo en la pared. Así podrías verlo al despertar, al acostarte, lanzarle dardos, montar un altar en plan psicópata obsesivo… —dijo Jisung.

Estaba tumbado en la cama de Jeongin, mientras lanzaba una bola de papel hacia el techo y volvía a atraparla.

Jeongin lo miró de reojo. Apretó el teléfono que sostenía en la mano y lo lanzó contra la alfombra. La pantalla con el mensaje parpadeó un par de veces antes de apagarse.

—O también podrías estrellar tu teléfono. Es menos sutil pero mucho más efectivo —añadió Jisung.

Jeongin se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación como un león enjaulado. La frustración que sentía le había robado el sueño y hacía que no pudiera estar quieto. Habían pasado diez días desde que Hyunjin tuvo el accidente. Diez días desde que desapareció sin ni siquiera despedirse. Tres días después de que se largara le había llegado el mensaje: escueto, directo y demoledor. Lo había leído como un centenar de veces, puede que más.

No había derramado ni una lágrima, y no por falta de ganas. Necesitaba ese desahogo casi tanto como respirar, pero no podía. Llorar significaba que aceptaba la ruptura, que se resignaba; y no pensaba hacer ninguna de las dos cosas.

Quería explicaciones, necesitaba respuestas. Un Hyunjin medio muerto se había evaporado del hospital sin el permiso de los médicos. Según sus amigos, él y su madre habían tomado un avión hasta Santa Fe, de donde no tenía intención de volver. Y hablando de amigos, Minho, Chan y todos los demás también estaban desaparecidos. Minho se pasaba el día en el taller; Chan y Jisoo en el gimnasio; Changbin y Jennie habían salido del pueblo. Todos aseguraban no tener noticias de Hyunjin. Hyunjin quería que le dejaran tranquilo y ellos lo respetaban.

—Es que no lo entiendo, Jisung. No logro entenderlo. Podía verlo en sus ojos cuando me miraba, yo… yo le importaba. Quería tanto como yo que lo nuestro funcionara —dijo en tono desesperado.

Jisung asintió muy serio.

—Estoy seguro de eso, Innie. Mientras duró lo creía de verdad, pero en algún momento eso cambió.

—¿En horas? —preguntó Jeongin, escéptico.

—En unas horas pueden pasar muchas cosas. Jack recibió una carta y todo se acabó, había algo que le importaba más que yo. Siempre lo supe y no me tomó por sorpresa. Puede que haya ocurrido lo mismo con Hyunjin. Quizá, si te paras a pensar, los indicios estaban ahí y no los veías.

Jeongin cerró los ojos un instante. Si Jisung pretendía darle ánimos, estaba haciéndolo francamente mal. Resopló y volvió a derrumbarse sobre la cama.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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