Hyunjin se levantó de la cama deseando tener más tiempo para estar con Jeongin, pero no lo tenía. Que le hubiera encontrado aceleraba sin remedio sus planes. La maldita espera llegaba a su fin. No tenía ni idea de qué pasaría después, aunque podía imaginarlo. De una forma u otra, su vida iba a dar un cambio en las próximas horas y no para bien.
Empezó a vestirse sin hacer ruido para no despertarlo. Se puso los pantalones y sacó una camiseta negra de su bolsa. Cogió las llaves del Shelby y se las guardó en el bolsillo de los tejanos. Le había pedido a Minho que se lo trajera unos días antes. Sabía que iba a necesitarlo ahora que su Mustang era un amasijo de hierros. Guardó la cartera en la bolsa y cerró la cremallera con sigilo, pero no fue suficiente, porque Jeongin se removió en la cama.
—¿Adónde vas? —preguntó Jeongin en voz baja.
—Tengo que irme —respondió él, controlando sus emociones.
—¿Por qué tienes que irte? —Se le encogió el estómago cuando Hyunjin se dio la vuelta y pudo ver sus ojos, de nuevo inexpresivos.
Hyunjin tomó la bolsa y se la colgó del hombro.
—Eso es asunto mío. Vete a casa y sigue con tu vida, Innie.
Jeongin pestañeó, confundido. Y se quedó helado cuando vio que se dirigía a la puerta.
—¿Aún quieres que rompamos? Lo que ha pasado esta tarde… Creí que…
Hyunjin se giró hacia él con los labios apretados.
—¿Qué creías? —le espetó de malos modos—. ¿Que por follar iba a cambiar de opinión sobre lo nuestro? Pues lo siento, pero no cambia nada —dijo, a sabiendas de que le estaba haciendo daño.
La expresión de su cara le confirmó que no solo le estaba haciendo daño, lo estaba destrozando.
—Follar —repitió Jeongin, avergonzado.
Hyunjin cerró los ojos y se vino abajo un instante.
—Lo siento. No quería que sonara así. Pero necesito que entiendas que se acabó. Esto que tenemos, sea lo que sea, no es bueno para ninguno de los dos. ¡Joder, tenía que haber sido más listo, haber pasado de ti como me aconsejaban todos!
Jeongin se puso de pie con el corazón en un puño.
—¿Qué te pasa, Hyunjin? ¿Por qué me tratas de este modo? Tú no eres así.
—¡Por supuesto que soy así, pero tú no quieres verlo! —explotó—. ¡Mierda, Jeongin, te lo advertí desde un principio! Soy un caso perdido del que es mejor que no esperes nada.
—No lo eres.
—No tienes ni idea. No me conoces. ¿Quieres saber de qué te estoy hablando? ¿Qué clase de persona soy? —gritó con ojos centelleantes. Jeongin asintió temblando de arriba abajo—. Mi hermano y yo pasábamos casi todo el tiempo encerrados en nuestro cuarto, mi madre nos obligaba a quedarnos allí sin hacer ruido para que mi padre no se fijara en nosotros. Pero no siempre lo lograba y… ocurrían cosas. Cuando Seungmin tenía cuatro años, mi padre lo obligó a dormir toda una noche en el patio, completamente solo. Estaba cansado de sus miedos nocturnos y de sus pesadillas, de que se despertara en medio de la noche y no le dejara dormir. Seungmin siempre estaba asustado, siempre lloraba; le daban miedo los golpes y los gritos, tanto como a mí. Esa noche, mientras le oía llorar acurrucado bajo la ventana, me prometí que lo protegería de toda aquella mierda. Yo era el mayor, ¿quién iba a protegerle si no lo hacía yo? No pude cumplirlo. A la noche siguiente le dio tal paliza que le dislocó un brazo. Entonces juré que no dejaría que mi padre volviera a tocarle…
A Jeongin se le quedó el cuerpo helado ante aquella confesión. Quiso interrumpirlo, protestar. ¿Cómo iba un niño de seis años a cumplir un juramento así?
Hyunjin continuó, y su voz adquirió un tono glacial e insensible.
—Cada vez que mi padre llegaba a casa bebido o colocado, yo escondía a Seungmin en un armario. Robé un reproductor de DVD portátil y varias películas, y durante un tiempo logré mantenerlo a salvo y ajeno a cuanto pasaba en aquella casa. Después busqué otras formas. Pero a mi madre no podía esconderla. No importaba cuánto intentaba ella complacerle, hacer las cosas como a él le gustaban. Nunca era suficiente y siempre encontraba un motivo para insultarla o humillarla.
>>Un día, al llegar a casa del colegio, lo encontré intentando ahogarla en la pila de la cocina donde estaba fregando los platos. No lo pensé, salté sobre él y comencé a golpearle, y por primera vez se fijó en mí. Me molió a palos, pero funcionó. Así que cada vez que las cosas comenzaban a desquiciarse, yo hacía algo para llamar su atención y toda su ira se concentraba en mí.
Cerró los ojos un instante. Oía con claridad los sollozos que Jeongin trataba de ahogar en su garganta. Le agradeció en silencio que no dijera nada y que se mantuviera alejado de él. Odiaba que le compadecieran. Que le tuvieran lástima era el peor insulto que podía recibir. De golpe, una necesidad imperiosa de contárselo todo se apoderó de él. Por primera vez en su vida los recuerdos que guardaba solo para él pesaban demasiado y necesitaba sacarlos. Se aclaró la garganta y continuó hablando.
—Un día me llevó a un local donde me obligó a pegarme con otro chico. Gané la pelea y él un montón de dinero. Eso le tuvo contento un par de días. Así que, cuando volvió a llevarme allí, yo me esforcé para ganar de nuevo. Hice mucho daño a otros, más del que puedes imaginar. Después llegaron las carreras. Me enseñó todo lo que sabía sobre coches, mecánica… y sobre todo a conducir. Y empecé a ganar esas carreras para él, porque cuando conseguía suficiente dinero, se largaba de casa una buena temporada y podíamos vivir tranquilos. Pero siempre regresaba a por más. Yo era su maldita mina de oro, su matón, su ladrón y su saco de boxeo con el que se desahogaba cuando se ponía violento. Algo que siempre ocurría cuando bebía demasiado o se colocaba. ¡Joder, en un par de ocasiones no me voló la cabeza de milagro! Durante todos esos años hice cosas horribles, me obligué a no sentir nada y lo logré. Acabé convirtiéndome en otra persona. Y mientras tanto, también la cagué por mi cuenta: tomé drogas, me emborraché muchas veces, cometí tantos delitos que podría empapelar esta habitación con el listado de mis antecedentes y me tiré a tantas personas que no entiendo cómo no pillé algo o no dejé embarazado a alguien. No me importaba nada, porque lo único que quería era mantener a salvo a mi madre y a Seungmin.