La luz de la luna se filtraba por las enormes ventanas de la mansión, iluminando la sala principal donde Alex, Cassandra y Viktor estaban reunidos. Alex se sentó en un sillón de cuero, nervioso, mientras Viktor permanecía de pie, cruzado de brazos, con una expresión impaciente. Cassandra, en cambio, mantenía una calma maternal, aunque sus ojos vigilaban cada movimiento de Alex.
—¿Qué se supone que voy a hacer ahora? —preguntó Alex finalmente, rompiendo el silencio. Su voz sonaba frustrada, pero también había un atisbo de miedo en sus palabras—. Soy un chico de 18 años. Tenía una vida, amigos, un padre… ¿Y ahora ustedes quieren que me quede aquí encerrado como si fuera un prisionero?
Cassandra suspiró, sentándose frente a él.
—Entiendo lo que sientes, Alex —dijo con voz suave—. Pero debes comprender que tu vida ha cambiado. Lo que ocurrió no fue algo que planeáramos a la ligera. Lo hicimos para salvarte, pero también para proteger algo mucho más grande. Ahora eres parte de un linaje muy antiguo, y con ello vienen responsabilidades y riesgos.
—¿Riesgos? —Alex frunció el ceño—. ¿De qué estás hablando?
Viktor, visiblemente irritado, intervino.
—Hablas como si esto fuera un capricho, niño. Pero no entiendes en lo que te has convertido. Ahora eres un vampiro, y no cualquier vampiro. Eres un descendiente directo de los Primordiales, los primeros de nuestra especie. Eso significa que tienes un poder que otros codiciarán… y que cazadores intentarán destruir.
Alex se recargó en el respaldo del sillón, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Cazadores? ¿Qué, como en las películas? ¿Hombres con cruces y agua bendita? —soltó una risa nerviosa, tratando de aligerar la tensión—. ¿Y qué pasa con el ajo? ¿Las estacas de madera? ¿Y no se supone que nos desintegramos al sol o empezamos a brillar como…?
Viktor lo interrumpió con un gruñido, visiblemente molesto.
—¡Esto no es Hollywood! —exclamó con los colmillos ligeramente visibles—. La mayoría de esas tonterías son inventos de humanos que no entienden lo que somos.
Cassandra levantó una mano, calmando a Viktor antes de dirigirse a Alex.
—Sin embargo —comenzó con un tono más conciliador—, algunas de esas creencias tienen algo de verdad. Déjame explicártelo.
Alex asintió, aún receloso, pero curioso.
—Las estacas de madera, por ejemplo —continuó Cassandra—. No es cualquier madera la que puede dañarnos. Debe provenir de la misma madera de la cruz de Cristo. Es extremadamente rara, pero hay cazadores que han encontrado fragmentos de esa reliquia y las han usado contra los nuestros.
—¿Y el agua bendita? —preguntó Alex, intrigado.
—Sí nos afecta, pero no nos mata —dijo Cassandra, inclinándose ligeramente hacia él—. Puede quemarnos la piel, pero no somos demonios que desaparecerán al tocarla.
—¿Y el ajo? —Alex no pudo evitar reír un poco, aunque la situación no era para bromas.
Viktor soltó una carcajada sarcástica.
—¡Eso es una completa estupidez! Si algo me molesta del ajo, es su olor. Pero no nos hace nada.
Alex asintió lentamente, procesando lo que le decían.
—¿Y el sol? ¿Tampoco es verdad que nos deshacemos o brillamos?
Cassandra negó con la cabeza, aunque su expresión se volvió seria.
—No, pero no significa que estemos completamente a salvo. La luz del sol afecta nuestra vista y nuestra resistencia. Y, debido a un ritual antiguo realizado por un cazador durante la época de la conquista en México, algo cambió en nuestra naturaleza. Ese ritual, ofrecido al dios del sol, hizo que nuestros poderes se redujeran al nivel de un humano común si permanecemos mucho tiempo expuestos a la luz solar.
Alex abrió los ojos de par en par.
—¿Entonces somos vulnerables?
—Durante el día, sí —respondió Cassandra—. Es por eso que tendrás que usar lentes oscuros para proteger tus ojos y evitar estar mucho tiempo bajo el sol. Y también es importante que estés atento. Los cazadores saben de esta vulnerabilidad y suelen aprovechar esos momentos para atacarnos.
—Espera, espera —Alex levantó las manos, tratando de asimilar todo—. ¿Me estás diciendo que hay personas allá afuera que literalmente están entrenadas para cazarnos?
Viktor asintió con gravedad.
—Así es. Y si descubren quién eres, serás su objetivo principal.
El miedo comenzó a filtrarse en el rostro de Alex. Por primera vez desde su transformación, sintió el peso real de lo que significaba ser un vampiro.
—¿Cómo esperan que viva así? —preguntó con un hilo de voz—. No puedo quedarme aquí encerrado toda mi vida.
Cassandra lo miró con comprensión.
—No te pedimos que te quedes aquí para siempre, Alex. Pero primero debes aprender a controlar tus instintos y entender nuestras reglas. Si sales al mundo sin preparación, pondrás tu vida y la nuestra en peligro.
Viktor añadió, con un tono más severo:
—Eres joven, pero ya no eres humano. Necesitarás entrenamiento, disciplina y conocimiento. Solo entonces podrás moverte entre ellos sin que sepan lo que eres.
Alex apretó los labios, su mirada perdida en el fuego de la chimenea. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, pero no podía evitar preguntarse si había algún camino para recuperar al menos una parte de lo que había perdido.
Cassandra puso una mano en su hombro.
—Sé que esto es mucho para ti, Alex. Pero no estás solo. Viktor y yo estaremos contigo en cada paso del camino.
Alex asintió lentamente, aunque en su interior aún sentía un torrente de emociones enfrentadas.
—Entonces, ¿por dónde empiezo? —preguntó finalmente, con una mezcla de resignación y determinación.
Cassandra sonrió.
—Por ahora, descansa. Mañana empezaremos con las lecciones básicas: el control de tus instintos y las reglas de nuestra existencia.
Alex asintió, sabiendo que la verdadera lucha apenas comenzaba.
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Editado: 03.02.2025