Elena, quien seguía completamente absorta en su libro. Apenas levantó la vista para reconocerlo, pero no dijo nada. Él le dedicó una sonrisa casual.
—Hey.
Elena apenas asintió con la cabeza antes de regresar a la lectura, como si temiera que cualquier palabra de más pudiera alentar una conversación. Alex no se lo tomó a mal; de hecho, le pareció curioso.
La clase de álgebra transcurrió entre fórmulas, ecuaciones y murmullos de estudiantes que intentaban mantenerse atentos. A pesar de que el profesor explicaba con bastante claridad, Alex no podía evitar echar miradas discretas a Elena. Ella no solo tomaba apuntes de forma organizada, sino que cada cierto tiempo volvía a sumergirse en aquel libro que tanto le interesaba.
En uno de los momentos en que el profesor dio una pequeña pausa, Alex se inclinó un poco hacia ella.
—¿Eso es mejor que la clase? —preguntó en voz baja, señalando el libro con la barbilla.
Elena ni siquiera lo miró.
—Bastante.
—¿De qué trata?
—De cosas que no te interesarían —respondió sin levantar la vista.
—¿Y si sí? —insistió Alex con tono casual.
Esta vez Elena sí giró el rostro hacia él, mirándolo con una ceja ligeramente alzada.
—¿En serio quieres que te explique La Metamorfosis de Kafka en medio de una clase de álgebra?
Alex se encogió de hombros con una sonrisa divertida.
—No sé... suena interesante.
Elena resopló, pero por un segundo sus labios esbozaron una pequeña sonrisa antes de volver a su libro.
Al final de la clase, mientras ambos guardaban sus cosas, Alex aprovechó para retomar la conversación.
—No pensé que te encontraría aquí —comentó Elena casualmente cerrando su libro con firmeza.
—¿Por qué? ¿Porque no parezco del tipo que va a la universidad?
—No —respondió Elena—. Porque pensé que no me encontraría contigo después de lo del supermercado.
Elena dejó escapar una risa suave, casi burlona.
—Bueno, aun así yo no te debia nada.
—Supongo que no —dijo Alex, encogiéndose de hombros—. Aunque si quieres, puedo invitarte un café para que estemos a mano.
Elena se detuvo, quedándose en silencio por un momento. Se cruzó de brazos, mirándolo fijamente, como si estuviera evaluando sus intenciones.
—¿Por qué tanto interés?
Alex se encogió de hombros una vez más.
—No sé... eres más interesante que las chicas que intentaron que me sentara con ellas.
Por un instante, algo parecido a una sonrisa se dibujó en los labios de Elena, aunque rápidamente trató de ocultarlo.
—Si eso es tu forma de decir que no soy como las demás, no creas que te lo dejaré pasar tan fácil —respondió en tono sarcástico antes de girarse y salir del salón.
Alex se quedó mirándola mientras se alejaba. No estaba seguro de si aquello había sido un rechazo o una invitación a seguir insistiendo, pero de cualquier forma, sentía que Elena no sería alguien fácil de ignorar.
Después de que Elena se marchara del salón, Alex no pudo evitar quedarse pensando en ella. Había algo intrigante en su actitud; esa mezcla de desinterés y sutil curiosidad lo dejaba preguntándose qué pensaba realmente.
Mientras caminaba por los pasillos de la universidad, notó que algunas miradas seguían posándose en él. No era extraño, considerando que su apariencia destacaba: cabello oscuro ligeramente despeinado, ojos verdes y una expresión que parecía siempre relajada pero impenetrable lo que Elena describió como un hombre de comercial de colonia barata. Aún así, la atención que recibía no le importaba demasiado.
De camino a la cafetería, Alex vio a Elena sentada sola en una de las mesas junto a una ventana. Estaba nuevamente absorta en su libro, con un café humeante frente a ella.
"¿Intentarlo de nuevo?" pensó Alex. No estaba seguro si era buena idea, pero algo en él lo impulsó a acercarse.
—¿Puedo sentarme? —preguntó mientras señalaba la silla frente a ella.
Elena levantó la vista y lo miró durante unos segundos. Parecía a punto de decir que no, pero finalmente suspiró y asintió.
—Haz lo que quieras.
—¿Estás segura? No quiero interrumpir tu lectura —bromeó Alex mientras se sentaba.
—Si realmente no quisieras, no estarías aquí —replicó Elena sin dejar de mirar su libro.
—Toqué un punto sensible —comentó él, sonriendo.
Elena dejó escapar una leve sonrisa, pero rápidamente se recompuso.
—¿Por qué insistes tanto en hablar conmigo? —preguntó, esta vez cerrando el libro para mirarlo de frente—. No pareces el tipo de persona que se esfuerza tanto por conocer a alguien como yo.
—¿Y qué tipo de persona eres?
—La que no se involucra con chicos como tú —respondió sin rodeos—. Es decir... —hizo un gesto vago con la mano—, te ves como alguien que encajaría perfectamente en uno de esos grupos de "populares".
—¿Y eso es malo? —Alex arqueó una ceja, intrigado.
—No necesariamente, pero ese tipo de gente solo sabe fingir, rodearse de personas para sentirse importantes y... no sé, no me interesa —dijo Elena, volviendo a su libro.
—Bueno, eso sí es prejuicioso —comentó Alex con una sonrisa tranquila—. Tal vez no soy tan superficial como crees.
—Tal vez —murmuró Elena sin mirarlo.
Un incómodo silencio se instaló entre ambos por unos segundos. Alex pensó en marcharse, pero antes de que pudiera hacerlo, Elena habló nuevamente.
—¿Por qué te transfirieron tan tarde en el año?
La pregunta lo tomó por sorpresa.
—Asuntos familiares —respondió de forma vaga.
Elena lo observó con curiosidad, como si supiera que no estaba diciendo toda la verdad.
—¿Familia complicada?
—Algo así.
—Bueno... eso sí encaja contigo —dijo ella antes de darle un sorbo a su café.
—¿Por qué lo dices?
—No pareces alguien que haya tenido una vida fácil —respondió Elena, apoyando el codo en la mesa y recostando el rostro sobre su mano—. Y aunque no te conozco bien, no tienes esa energía despreocupada que suelen tener los chicos de tu tipo.
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Editado: 29.03.2025