Linaje de Sangre -0

Capítulo 15: Sombras en el Campus

El campus era más grande de lo que Alex había imaginado. A pesar de haber recibido instrucciones de Viktor y Cassandra, aún se le dificultaba orientarse entre los edificios y pasillos que se extendían como un laberinto.

Mientras avanzaba por un sendero entre dos edificios, escuchó voces elevadas que llamaron su atención. A pocos metros, un grupo de estudiantes rodeaba a un chico delgado y algo encorvado, con gafas y una chaqueta demasiado grande para su delgada figura.

—¿En serio crees que vas a entrar al equipo, perdedor? —se burló uno de los chicos, un tipo alto y fornido, con el cabello rubio peinado hacia atrás y una sonrisa burlona en el rostro.

A su lado, otro chico del mismo grupo se rió con fuerza. Era igual de corpulento, con el uniforme del equipo de hockey ajustado a su cuerpo, dándole una apariencia aún más intimidante. El resto del grupo, todos vestidos con ropa deportiva cara y algunas chaquetas del equipo, parecían disfrutar del espectáculo.

El chico delgado intentó alejarse, pero uno de ellos le dio un leve empujón en el hombro, haciéndolo tambalear.

—Vamos, ¿por qué no nos muestras lo que puedes hacer en la cancha? —dijo otro, fingiendo interés antes de soltar una carcajada.

Alex apretó los dientes. No le gustaban ese tipo de situaciones. Podía haber seguido de largo, pero algo en él le impidió hacerlo.

—Ey —dijo en voz alta, acercándose al grupo—. ¿No tienen nada mejor que hacer?

Los tipos se giraron al instante, sorprendidos por la interrupción.

—¿Y tú quién eres? —espetó el rubio, avanzando hacia él con una expresión desafiante.

—¿Te importa? —replicó Alex con frialdad—. Dije que lo dejaran en paz.

El rubio chasqueó la lengua, claramente molesto por la actitud de Alex.

—Miren esto, chicos —dijo con sorna—. El chico nuevo quiere hacerse el héroe.

El grupo estalló en risas.

—¿Y qué vas a hacer al respecto? —preguntó el rubio, avanzando hasta quedar apenas a unos centímetros de Alex.

Alex lo miró sin inmutarse.

—Podrías averiguarlo.

El rubio sonrió de forma torcida y, sin previo aviso, lanzó un puñetazo directo al rostro de Alex.

Por puro instinto, Alex se movió. Todo pareció ralentizarse a su alrededor; sus sentidos se agudizaron, el movimiento del brazo enemigo se volvió claro como el agua. Desvió el golpe con facilidad y, en un rápido movimiento, tomó la muñeca del agresor y lo torció, haciéndolo doblar la rodilla por el dolor.

—¡Ah! —gimió el rubio—. ¡Suéltame!

Los demás del grupo se crisparon y rodearon a Alex, listos para atacarlo.

"Genial, ahora sí que la he liado...", pensó Alex.

Antes de que el primer chico se lanzara sobre él, una voz firme resonó en el aire.

—¡Alto!

Todos voltearon al instante. Elena se abrió paso entre ellos, colocándose justo entre Alex y el resto del grupo.

—¿Qué te pasa, Chris? —le espetó Elena al rubio que aún se masajeaba la muñeca—. ¿Tan inseguro estás que tienes que molestar a alguien más débil para sentirte bien?

El rubio, ahora identificado como Chris, apretó los dientes y adoptó una postura arrogante.

—¿Por qué te importa? Esto no tiene nada que ver contigo.

—Por supuesto que me importa —dijo Elena con dureza—. Porque esto es exactamente el tipo de idioteces que te convierten en el perdedor que eres ahora.

El grupo murmuró incómodo.

—Y pensar que antes creí que valías la pena... —continuó Elena—. Pero resultaste ser solo otro idiota que se esconde detrás de sus amigos para sentirse importante.

Las palabras parecieron herir más que cualquier golpe. Chris intentó aparentar que no le importaban, pero sus ojos traicionaron una incomodidad evidente.

—Como si me importara lo que pienses —dijo finalmente, fingiendo indiferencia—. No te creas especial solo porque te hablé alguna vez.

Luego miró a Alex con una sonrisa forzada.

—No te hagas el héroe otra vez —le advirtió—.

—No siempre estarás con suerte. —Le respondió Alex con seriedad.

Con esas palabras, se alejó junto con su grupo, dejando atrás un incómodo silencio.

—Gracias... —murmuró el chico delgado, aún temblando—. No sé qué habrían hecho si no hubieras intervenido.

—No te preocupes —dijo Alex—.

El chico asintió.

—¿Qué fue eso de "no siempre estarás con suerte"? —preguntó Elena, volviendo la mirada a Alex—. ¿De verdad te crees invencible?

—No es eso —respondió Alex con calma—. Simplemente no me gusta ver a la gente aprovecharse de los demás.

Elena lo observó por un instante y luego suspiró.

—Intenta no buscar problemas —dijo finalmente

Elena se inclinó para revisar al chico que había sido acosado.

—¿Estás bien, Eric? —le preguntó con voz suave pero firme.

El chico, aún algo tembloroso, asintió mientras se ajustaba las gafas.

—Sí... gracias —murmuró, aunque evitaba mirar directamente a Elena.

—¿Y qué estabas pensando? —Elena cruzó los brazos y lo miró con desaprobación—. Sabes que no tienes ninguna posibilidad de entrar al equipo. ¿Por qué te arriesgaste a esto?

Eric agachó la cabeza, avergonzado.

—Mi papá... —dijo en voz baja—. Él jugó para el equipo cuando estaba aquí. Cree que si yo también lo hago... bueno... que seré como él.

Elena suspiró, su expresión se suavizó un poco.

—Eric... no tienes que ser como tu padre. Solo haz lo que te guste. Es tu vida.

El chico esbozó una débil sonrisa.

—Supongo que tienes razón... gracias, Elena.

—Anda, vete ya —dijo ella con tono más ligero—. Y evita a esos idiotas por un tiempo, ¿quieres?

Eric asintió rápidamente y se alejó, dejando a Elena y Alex solos.

—¿Así que vas por ahí jugando a ser el héroe? —dijo Elena al volverse hacia Alex, mirándolo de arriba abajo.

—No fue mi intención —se defendió Alex encogiéndose de hombros—. Solo estaba perdido, no conozco bien el campus y... bueno, terminé en el lugar equivocado en el momento equivocado.




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