Año 2990. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales. Hospital de la ciudad principal de la manada WhiteMoon.
-Dan, ¡Ha nacido! ¡La llamaremos Elena! ¡Será la futura líder de la manada más fuerte del consejo de los lobos! ¡Es preciosa Dan! Has sido privilegiado al conocer a la pequeña antes que nuestras respectivas familias...- La voz del Beta Aodhan era fuerte y reía con fanfarronería mientras Dan sonreía halagado.
-Oye Dan...- Siguió hablando.-¿Lo sabes no?-
Dan lo observó fijamente mientras se disponía a escuchar a aquel tipo que había sido su mejor amigo durante años.
-Se avecina una guerra entre lobos, me disculpo de todo corazón, realmente me siento avergonzado ya que es culpa de mi matrimonio. Las demás manadas del consejo no están contentas porque conocen el poderío de WhiteMoon, no les hará gracia saber que el clan Von Spellman se ha unido a ella por medio del matrimonio de sus líderes. Tengo que defender mi territorio, Elena debe liderar sobre algo más que un campo de batalla lleno de muertos y sangre.-
El Beta Aodhan caminaba en círculos nervioso. Su barba de varios días las enormes ojeras dejaban entrever que no había dormido mucho esas últimas semanas.
Una enfermera entró en la habitación y reverenciando a los presentes extendió los brazos para llevarse a la recién nacida que se encontraba en los brazos de su progenitor.
Y mientras ambos hombres veían a aquella enfermera desaparecer por aquel oscuro pasillo, sentados en grandes sillones, Dan por fin habló.
-La familia real y el resto de tribus y razas apoyará a tu bando, sigues siendo mi segundo al mando, el Beta de la primera manada de la que fui parte, eres como mi hermano Aodhan, no te abandonaré, ni a ti, ni a tu nueva familia.-
Ambos se miraron complacidos, Dan haría lo que fuese para evitar que su mejor amigo y su familia cayeran en una guerra. La manada WhiteMoon fue la manada que le ayudó a obtener el trono real de Promisedland, les debía todo lo que tenía.
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Recordó como hacía algo más de 800 años se disputó la Guerra de las Cien Razas o Guerra Racial, no sabía muy bien cómo pero era consciente de que podía superar la destreza de cualquier lobo.
Tenía habilidades que no le pertenecían a su raza, y en medio de aquel conflicto bélico, él nació para detener esa lucha absurda. Él era la prueba viviente de la unión racial, una especie de híbrido por el que corría una sangre que mezclaba lo mejor del ADN de cada facción del mundo sobrenatural.
Según tenía entendido, aunque no sabía los detalles, él era un niño modificado científicamente. Sus padres trataron mediante los principios de unas leyes humanas, las leyes de la genética de Mendel, cruzar las mejores franjas de ADN de los tipos de criaturas que vivían en Promisedland y lo lograron, pero solo lo lograron con él.
Los demás niños con estas características que usaron para experimentar no sobrevivieron y finalmente, como conclusión, su madre, la científica a cargo del experimento, determinó que el gen de macho Alpha era lo que le había salvado la vida.
Su padre, el Alpha de WhiteMoon en esos momentos, decidido lo ocultó del mundo durante su infancia y adolescencia, explicándole a su manada que el sacrificio de todos aquellos niños había valido la pena porque tenía la esperanza de que su hijo, Daniel, fuese el lobo capaz de frenar las batallas y unificar todo el continente bajo su propio mandato, confiando en los extraordinarios poderes que mostraba el pequeño solo con diez años de edad.
Las familias de la manada, estaban tan indignadas que lograron ejecutar a su madre en la plaza pública de la ciudad un día que su padre estaba ausente y para Dan, ver el asesinato, fue tan doloroso que se llenó de ira y explotó.
Con determinación acabó con todos los torturadores con su fuerza sobrehumana y su transformación vampírica que solo salía con una ira profunda, puesto que muchos de sus poderes se controlaban mediante las empciones y en unas horas logró doblegar a toda la manada restante.
Su madre se había ido y su padre había enloquecido tanto con su pérdida que fue adoptado por el Beta de la manada. Sus padres no eran malos a pesar de los pecados que habían cometido y siempre habían mimado y consentido a Dan con el mayor cariño que habían podido expresar.
El Beta, padre de Aodhan, observando las habilidades de Dan y lo peligroso que era, decidió rezar porque se temía que más que unificar el continente, Dan fuese capaz de destruirlo con sus inestables emociones, pues era un chico muy impulsivo.
Y los dioses Sol y Luna le escucharon, realmente tenían interés en ese niño, había algo familiar en él.
El chico necesitaría un buen adiestramiento para poder controlar su fuerza, su corazón, y sus emociones y ambas deidades estaban dispuestas a proporcionárselo.
Años más tarde, cuando la manada estaba siendo masacrada cruelmente por vampiros sedientos de sangre, Dan se transformó en un prominente lobo rojizo de casi tres metros y acabó rápidamente y sin vacilación con todo el Clan atacante. Ese era el lobo más grande que se había visto en la historia.
Tras esto, fue nombrado el nuevo Alpha de WhiteMoon, con la aprobación y el respeto de toda la manada, incluido el del Beta y el de su hijo Aodhan, quién le cedió el puesto prefiriendo seguir a Dan de por vida convirtiéndose en su soldado mas fiel.
Dan contando con la lealtad de toda su manada, se dedicó a derrotar a las demás tribus y razas participantes en la guerra, tratando de matar al menor número posible y a la vez cuidando de que su ejército no sufriera daños. Cuando capturaba al líder del contrario simplemente le proponía un trato, sin violencia para su gente.
Los convencía con un discurso sobre el cansancio que producían las guerras y el nulo fin que tenían y les daba dos opciones; irse al mundo humano con su gente o unirse a la paz y unificación de Promisedland negociando sus derechos raciales.