Año 2995. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales.
Dan llevaba años cuidando a la pequeña hija de su mejor amigo y lo que en principio iba a ser un par de meses, se había transformado en cinco años.
De vez en cuando recibía alguna carta de Aodhan, que por lo que él sabía, estaba en el mundo humano iniciando los negocios de la compañía que le pertenecerían a WhiteMoon y él no desechaba la idea.
Los humanos eran la mejor raza en cuanto a investigación, tecnología y ciencia, además de que desconocían la existencia de Promisedland puesto que lo tachaban todo de simples cuentos, leyendas y mitos. Se guiaban en jerarquías y eran una sociedad movida por el dinero y las riquezas y fácilmente manipulable. Resumiendo, eran obra de mano barata.
La vida de Dan había pegado un cambio radical. Elena era muy alegre y dulce. Poseía la audacia e inteligencia de su padre y los rasgos angelicales de su madre y lo volvía realmente loco.
Cuando él estaba solo su vida giraba en torno al gobierno del territorio, siendo el rey ideal. Ahora con ella, tras sus deberes diplomáticos principales, que por alguna razón trataba de terminar lo más rápido posible, se añadían el cuidado de su pequeña.
Dan se sentía libre, con ella podía ser quién él quería ser, ni el Rey de reyes, ni el Alpha de la manada, solamente Dan, un joven al que las circunstancias le habían obligado a madurar pero que ahora podía volver a ser un adolescente a su lado.
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Año 3001. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales. Territorio de la manada SilverWolf.
El Beta Aodhan había conseguido hombres de confianza para dejarles al cuidado de sus empresas humanas de tecnología, industria y armas, pues sabía que su regreso tras diez años iba a traer una guerra.
El Alpha de SilverWolf lo había amenazado. Si no se alejaba del Clan Von Spellman y del Rey de reyes acabaría con WhiteMoon formando una rebelión dentro del consejo de lobos, estos les declararían la guerra públicamente inmediatamente, pero a esas alturas, con su gran tecnología y armas fabricadas a cambio de once años de sacrificio sin ver a su hija, no tenía ningún miedo.
Ya había contactado con Dan y ambos habían organizado y movilizado secretamente su ofensiva, estaba decidido, él atacaría primero sin darles tiempo a reaccionar.
-Dan, por fin podré vengarme, destruiré SilverWolf, la muerte de mi esposa no será en vano...- Aodhan sonaba amenazante pero trató de quitar la tensión acumulada en su cuerpo pensando en Elena.
Ambos se sonrieron complacidos alegrándose del reencuentro mientras se tiraban del helicóptero. La batalla acababa de comenzar.
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-Haberlo pensado antes, mi Elisabeth no tenía la culpa, ¡Idiota! Destrozaste el amor de mi vida, y ahora yo te despedazaré a ti, ella era tan inocente...Elisabeth era tan pura...nosotros no teníamos intención de iniciar ninguna guerra, perdí al amor de mi vida por tú culpa...y tú, era tu hermana jurada, tu mejor amiga, ella confiaba en ti, ¡¿La traicionaste solo porque te enamoraste de este hijo de puta?! Mi hija ha crecido sin su madre por tu culpa.- Gritaba Aodhan con rabia mientas torturaba a los ex-líderes de ese territorio.
Dan le había convencido de no matar a nadie de aquella manada ya que sus miembros eran inocentes y solamente seguían ordenes de su Alpha, pero a cambio, le había dado permiso para torturar a Cassandra y a su amado en la prisión de WhiteMoon.
Necesitaba desahogarse con ambos a pesar de las continuadas súplicas del Ex-Alpha de SilverWolf pidiendo que dejarán libre a su amada Cassandra mientras afirmaba que él era quién había lanzado el ataque años atrás individualmente. Él y Cassandra se habían conocido cuando ambos huían.
Pero sus comentarios y explicaciones no sirvieron de nada porque Aodhan los ignoraba como si fueran palabras vacias y molestas.
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Año 3006. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales. Lago del renacimiento espiritual. Territorio de la manada WhiteMoon.
-Oye Dan, ¿Cómo crees que será mi loba? Será grande, seguro que lo será, papá estaba tan ilusionado con la transformación, se ha desvivido todos estos años para que yo pueda sucederle y liderar en su lugar, porque tú tienes tanto trabajo con el consejo gubernamental que no sacas tiempo para la manada. Si no es un lobo tan hermoso como los vuestros papá se decepcionará tanto...- La joven Elena hablaba preocupada.
Estaba segura de que si no poseía una gran loba negra o blanca, los colores de los lobos puros, su padre la miraría decepcionado, o se negaría a darle el liderazgo, o quizá...
-¡Hey, no lo pienses tanto idiota! Estoy seguro de que sacarás una loba con el pelaje más bonito del mundo, más que el mío incluso, ¿Has entrenado? Te recuerdo que es a ceremonia de sucesión, tu padre le legará su puesto al más fuerte entre "Brad cerebro de mosquito" y mi pequeña loba...- Decía Dan abrazando a su mejor amiga por detrás, le gustaba estar cerca de Elena por lo que siempre intentaba escabullirse de sus responsabilidades para verla y conversar un rato con ella.
-No te preocupes, Brad no es rival para mí, tú lo has dicho, solo es músculo, seguiré tu estrategia Dan, cansarle y luego atacar de frente.- Le respondió la ingenua Elena de dieciséis años recién cumplidos, dándose la vuelta y depositando un tierno beso en la frente de Dan.
-¡Por cierto, felicidades enana! Toma, tu regalo, es para que recuerdes que siempre estaremos juntos, tú y yo, contra toda adversidad.- Elena recogió el objeto y lo inspeccionó.
Era una pulsera. La cadena era de oro fino, y tenía un adorno de jade verde con forma de lobo que en la parte trasera poseía una inscripción, una D y una E unidas por un símbolo del infinito. Tras observar detenidamente la joya, Elena sonrió y miró el leve sonrojo de su mejor amigo mientras este le ponía la pulsera en la muñeca y murmuraba