Linaje Roto

Capítulo 4. (EDITADO)

Año 3006. Mundo humano. Madrid, España. 

 

Finalmente, el señor y la señora Marqués, las amables personas que la habían tratado tan bien todo ese tiempo, se enteraron de que posiblemente era una huérfana que había sido tratada de la peor manera posible.
 

Los psiquiatras del hospital, al saber que la habían encontrado en un lago medio ahogada, y al encontrar pequeñas cicatrices, que realmente habían sido la consecuencia del duro entrenamiento para asumir el puesto de Beta en la sucesión, pero que creían que habían sido autolesiones; dieron el diagnóstico de que probablemente esa chica había tratado de cometer suicidio. 
 

La pareja era un matrimonio estable, que habían sido incapaz de concebir hijos aunque siempre habían deseado uno y por ello estaban en medio de un papeleo de adopción que probablemente no les concederían por su elevada edad. 
 

Después de comprender la situación, estuvieron inmediatamente de acuerdo en cuidar a Elena hasta que cumpliera la mayoría de edad, como si fuese una casa de acogida. 
 

Y la misma Elena no pudo negarse porque no tenía más opciones ya que en el mundo humano la adultez se alcanzaba con dieciocho años. Quizá irse con ellos no era una mala idea, solamente sería empezar de nuevo tratando de estorbar lo menos posible. 
 

Año 3006. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales. Casa del Beta Aodhan. 
 

-¡Estás loco Aodhan, es tu hija, la niña a la que has estado cuidando estos cinco años. El motivo por el que casi destrozas la manada SilverWolf. No puedes abandonarla, ni siquiera tenías el derecho a ponerle la marca del destierro!- Las voces que daba el Alpha Dan se escuchaban incluso a tres manzanas de ahí. 
 

-Lo superarás Dan, después de todo tu me diste tu permiso para hacerlo desde el momento en el que te apartaste sin decir ni una sola palabra. Yo jamás tendría una hija humana. Mi hija tendría que ser la mejor de la manada Dan, no alguien que me ofreciera tal deshonra.- Le contestó Aodhan en tono cansado. 
 

Últimamente sentía un enorme vacío en aquella gran casa que no le permitía dormir. Cada vez que se descuidaba acababa enfrente de la habitación de Elena y en secreto incluso había llorado abrazando las posesiones más valiosas de su hija, arrepintiéndose interiormente del pecado que había cometido. Elena no podía ser la hija de otro hombre. Su aura siempre había sido plateada, como la de un hombre lobo.
 

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La vampiresa de la que se había enamorado tiempo atrás le había suplicado durante casi un siglo para tener a Elena, ella decía que sería perfecto ver crecer juntos al fruto de su amor. Aodhan se había negado rotundamente año tras año, era un experimento demasiado arriesgado. 
 

Juntar el gen vampírico con el gen lobuno era una idea tan absurda, que prefería adoptar un niño para que su esposa jugara con él si tantas ganas de mocosos tenía. Además, él sabía que su esposa era de la realeza vampírica, enemigos naturales de los lobos, y por eso, habían mantenido por mucho tiempo su relación oculta.
 

Cuando se descubrió, la mayoría de razas lo vieron bien, e incluso hubo algunas felicitaciones, pero los lobos y los vampiros echaron miradas asesinas hacía el líder del contrario provocando amenazas de guerra tanto por parte de las manadas del consejo de los lobos, como por los clanes nobles vampíricos. 
 

Era bien sabido en el salón racial, el odio natural entre ambas especies, pero de alguna manera el Rey de reyes logró calmar a todos, aplacando el ansia de matar de ambas razas, de todas menos de SilverWolf, una de las manadas destacadas del consejo lobuno. Ese fue el desencadenante de todo, a partir de ahí todo fue en picado. 
 

La manada SilverWolf comenzo la rebelión contra el liderazgo de WhiteMoon repudiando al Beta Aodhan y de esta manera se sumó otro de los tantos motivos para no tener hijos en su lista. Si Elisabeth daba a luz, sería demasiado vulnerable, ya no valdría de nada su condición de Von Spellman, quien quisiera podría acabar con su esposa y la situación no estaba como para echarle leña al fuego, definitivamente no. 
 

Finalmente Elisabeth se las ingenió para tomarlo por sorpresa y seguir adelante con el embarazo. Aodhan iba a tener un hijo o una hija con su amada esposa y eso lo llevó a la locura extrema, estaba loco de felicidad porque aunque era un hombre que se hacía de rogar, en el fondo siempre había querido que eso pasase. 

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Eso era, los rumores eran falsos, tenían que serlo, su querida esposa nunca lo engañó. Nunca se entregó a otro hombre, él mismo se encargó de protegerla y cuidarla, él mismo hizo que los hombres que perseguían a su esposa fuesen descuartizados. 
 

Elena, era el fruto de su amor, la niña a la que había echado de casa por simple orgullo era el recuerdo con más valor que le había dejado su amada Elisabeth, que pensaría su difunta esposa si supiese la locura que había hecho en aquel momento de rabia...
 

-Esto no te lo perdonaré Aodhan, no, yo sí podré perdonarte con el tiempo, pero tú, tú mismo ¿Serás capaz de perdonarte a ti mismo? La criamos juntos Aodhan, tú y yo. Es el fruto de tu amor con Elisabeth, entonces...¿¡Por qué lo hiciste!?... Me quedaré a tu lado, porque te lo debo, pero al igual que no seré capaz de perdonarme a mí mismo por haberme apartado, tu tampoco seras capaz de olvidar y superar completamente que abandonaste a tu propia hija.-
 

Era la primera vez en mucho tiempo que veía a Dan derramar lágrimas, Dan nunca lloraba. Solo había llorado delante de él una vez, cuando perdió a su madre. 
 

Aodhan era un hombre frío y arrogante, orgulloso y todo lo contrario que su mejor amigo, pero ese día se permitió sentarse de espaldas a Dan y llorar como un niño, ambos sentían que habían perdido una parte muy importante, pero una vez que la marca del destierro era impuesta, no se podía borrar, al menos no hasta que el error que la había provocado fuese corregido. Pero el fallo de Elena era no ser una loba y eso era incorregible. 




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