Linaje Roto

Capítulo 7. (EDITADO)

Año 3020. Actualidad. Mundo humano. Rabat, Marruecos.

Los primeros rayos del sol la cegaron cuando abrió los ojos.

Elena, estaba cansada de su matrimonioy aunque lo amaba, no entendía porque todo el amor que le dedicaba era pagado con odio. Menuda imbécil estaba hecha, era la probablemente la primera persona en casarse con un hombre a los tres meses de conocerlo.

No sabía muy bien si lo que sentía era amor o más bien miedo, pero estaba claro que solo podía seguir soportándolo, pues como su marido decía, sin él ella, no sería nadie.

Hiram pertenecía a la élite de la sociedad, llevaba una gran empresa que en su trasfondo vendía armas ilegales. Eso era todo lo que ella sabía, y no se había preocupado nunca por conocer más.

En el exterior, Elena era la esposa de un prometedor hombre de negocios en el pico de la cumbre social.

Viviendo en un espacioso chalet en Rabat, ante los ojos de sus vecinos eran una pareja encantadora.

Él la consentía, la llenaba de joyas caras y vestidos de marca e incluso le había permitido tener una sirvienta a su disposición. A cambio, ella era la esposa perfecta. Hermosa y culta, discreta y sencilla, pero puro teatrillo todo.

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Ambos se conocieron cuando ella estaba en la universidad, recordó cómo en aquel momento ella vivía  costeándose sus propios gastos que no eran pocos ya que estaba estudiando dos carreras a la vez.

En esos tiempos, Elena ya era una persona que poseía una inteligencia y estudios muy superiores a la media. Era una persona que aprendía todo lo que le enseñaban con facilidad y eso sumado a su rigurosa preparación hasta los dieciséis que tuvo hizo que el conocimiento básico del mundo humano fuera poco para ella.

Elena trabajaba duro en cualquier empleo de medio tiempo que le surgiera y llevaba una vida poco decente tirando a pobre. Los señores Marqués la trataban como si fuera su propia hija, pero con la gran crisis que había en España, su pequeño negocio se había arruinado y no la habían podido mantener más tiempo.

Su primer encuentro ocurrió en un parque, antes de que una lluvia torrencial los obligara a pasar un par de horas juntos acurrucados en un portal para resguardarse. Hiram era atractivo, provenía de una gran familia y en aquel momento le recordó tanto a Dan que se enamoró de él en un abrir y cerrar de ojos.

Y ella primero se mostró reacia a sentir algo por él ya que su comienzo había sido algo vergonzoso, pero tras unas semanas conociéndose no pudo resistir más y aceptó una propuesta de matrimonio ya que él, estando extraño e inquieto alegó que le quedaba poco tiempo y que por eso quería ser su hombre.

Elena jamás entendió su referencia pero aceptó felizmente y un mes después se casaron, rápida y frenéticamente. 

Había un matiz triste que Elena no fue capaz de distinguir, un susurro de despedida, como si el propio Hiram le estuviese sugiriendo que tras la noche de bodas él nunca jamás sería el mismo que había conocido, como si le estuviese gritando interiormente que huyera bien lejos en el siguiente amanecer.

Ingenua Elena, si hubiera seguido a su instinto ahora no estaría así, corriendo hacia el matadero voluntariamente, teniendo que tapar miles de morados en su piel con maquillaje y sonriendo como una idiota feliz la noche de cada sábado en las galas que organizaba el rey marroquí para consolidar relaciones sociales.

Se volvió a decir a sí misma que se casó por amor, que ella y Hiram se casaron por amor. Pero se engañaba, pues era consciente de que tras el amanecer de su noche de bodas él le cortó lo que quedaba de sus alas.

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Amaba su casa, la Zahara que era una amplia mansión, al estilo marroquí con hermosos jardines llenos de azulejos, fuentecillas, canales de agua y mosaicos.

Sabía que Hiram tenía mucho dinero y una potente conexión con la monarquía, quién le había regalado la finca de la Zahara con la mansión incluida a cambio de un pequeño favor que según ese codicioso, solo Hiram podía realizar.

Con pereza se levantó de la cama, estaba muy cómoda en ella, pero tenía que levantarse, prepararse para salir y lucirse para ser la esposa más espectacular que Marruecos viera esa noche.

Llamó a Axia, su sirvienta personal y confidente para que le ayudara a vestirse, se duchó y perfumó adecuadamente mientras aguantaba como el agua caliente chocaba directamente con su cuerpo dolorido debido a que el día anterior, Hiram y ella tuvieron una gran pelea.

Se recogió el abundante y largo cabello en un moño elegante y descalza, con los zapatos de tacón en la mano, fue hacia el vestíbulo donde le esperaba Jamal tan dócil como siempre, su querido, enorme y juguetón Jamal.

Jamal era un tigre indio traído como disculpa de su primera pelea por su esposo. La primera vez en la que él perdió la paciencia y le dio el primer golpe. Y aunque no se conocieron en el mejor momento, Elena ya lo adoró desde el primer instante.

Jamal era su consuelo, ya tenía cinco años y no dejaba de crecer y soltar pelos por toda la casa. El felino odiaba a Hiram porque cada vez que lo veía bufaba con disgusto y por ello, siempre que este estaba en casa Axia tenía que atarlo con una correa y llevarlo al jardín para que no hubiese problemas serios.

Pero a ella la adoraba, y ella lo adoraba a él.

Y mientras acariciaba a Jamal, se sentó en uno de los grandes sofás de cuero a esperar a que su esposo la recogiera.

-Estas preciosa Elena, eres hermosa, el Sultán está más que encantado contigo cada vez que te ve.- La voz de Hiram tenía un matiz peligroso, amenazador, y seductor.

Por lo que Elena prefirió no hablar y seguir contemplando el paisaje nocturno de Marruecos mientras sentía el suave viento de la noche.

Hiram conducía un lujoso descapotable negro y ella, sintiendo una falsa libertad, se permitió perderse en sus pensamientos, pues esa noche había luna llena y eso le traía nostalgia ya que le había recordar los rituales festivos de su manada.




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