Linaje Roto

Capítulo 9. (EDITADO)

Año 3020. Actualidad. Mundo humano. Rabat, Marruecos.


Bien, hasta ahí lo comprendía todo, ¿Pero que demonios hacía ahí "Brad cerebro de mosquito"?

Sinceramente a Elena le importaba un comino quién fuese "la esencial" porque los problemas de Promisedland ya no eran asunto suyo y no quería involucrarse en ellos.

Elena solamente quería saber porqué estaban ahí todas aquellas criaturas.

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Brad, como todos aquellos oficiales bajó al mundo humano y allí se enamoró de la hija de un exiliado que había formado su propia manada.

Ahí, centrado en su amor y a sabiendas de que en Promisedland el tiempo pasaba de manera distinta al del mundo humano, decidió abandonar su misión y centrarse en su pareja eterna, pensando en cómo llevarla a su hogar, ya que al ser hija de un exiliado estaba condenada a no poder pisar Promisedland jamás

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-A ella la mataron...- Cuando Brad lo pronunció con voz quebrada, Elena se dio cuenta del dolor que estaba sintiendo, el porqué no se resistía a ser torturado de mil maneras.

-No pude hacer nada Elena, solo pude verla morir ante mis ojos.- Lágrimas comenzaron a caer de los ojos del chico encadenado.

Y Elena no pudo evitar sentir empatía por el que había sido su amigo y rival en el pasado.

-El que la asesinó fue ese humano tuyo. ¿De verdad eres su esposa? ¿De verdad lo amas Elena?- Continuó Brad consiguiendo que de alguna manera ella se derrumbara.

-Antes éramos compañeros, hemos crecido juntos y no quiero verte sufrir junto a una persona así. Huye Elena, vete lejos.-

Brad hablaba con voz ronca, cansada; aunque la tensión había existido entre ellos siempre, Brad era una de las personas con las que Elena había crecido y que todavía a pesar de todo, se preocupaba seriamente por ella.

No podía dejarle morir ahí.

Elena lo inspeccionó de nuevo mientras él trataba de no quejarse mucho del dolor que le producía el roce.

Su piel latigada no cicatrizaba con normalidad debido a que había plata líquida en su cuerpo y Elena estaba segura de que el culpable había sido Hiram.

Brad no era un hombre lobo normal, un simple cazador humano no podría con él ni siquiera con cincuenta golpes de ventaja a menos que jugara trucos sucios y por eso, Hiram le tenía que haber tendido una trampa, seguramente había usado a su chica para capturarlo, para obtener para el Sultán el mejor lobo que sus ojos podrían haber visto.

Elena apretó sus puños con rabia mirando a las gruesas cadenas y llegó a la conclusión de que ya no podía seguir ignorando todo aquello, no podia huir más, ella era la hija de un Beta, se había criado como una loba y no podía seguir viendo como torturaban a los de su especie.

Brad la miró tratando de esbozar una sonrisa para que ella no se preocupara más por él. Solamente quería que Elena se pusiese a salvo, porque a pesar de ser un egocéntrico, también era un buen chico.

Las manos de Elena soltaron hábilmente el moño desordenado sacando la enorme horquilla oriental que sujetaba su cabello y acto seguido metió la punta del objeto en la cerradura hasta que esta cedió con facilidad.

Rompiendo varios trozos de su hermoso sari color vino, vendó con cuidado las heridas superficiales de Brad y se dispuso a hacer lo que necesitaba para sacar toda aquella plata que se estaría acumulando en su órgano más vital, el corazón.

Tendría que ser precisa al un golpe certero con la aguja en el pecho para que saliese la sangre mezclada con la plata sin tocar el corazón. Ya que en el momento en el que ella rompiera la barrera que Brad estaba formando para proteger su núcleo, la plata entraría y Brad moriría súbitamente.

Se arrancó otro pedazo de tela más y se lo metió en la boca a Brad con el din de que aguantase mejor el dolor que le produciría cuando le apuñalase y en cuanto la plata escapara de su cuerpo, Brad recuperaría sus poderes pudiendo curar su herida automáticamente.

Era noche de luna llena y seguro que Brad podría volver a Promisedland inmediatamente si escapaba de allí con vida.

Elena contó hasta tres y clavó la horquilla con todas sus fuerzas mientras Brad se retorcía de dolor y la sangre comenzaba a brotar de su pecho como su fuese una fuente.

Elena siguio actuando, comprobando su pulso continuamente y se asustó cuando se dio cuenta de que este cada vez era más débil, Brad moriría si no hacía algo.

Tras unos minutos en tensión, sin percibir nada, Elena consiguió sentir de nuevo las pulsaciones viendo que las heridas de su amigo sanaban lentamente pasando a ser cicatrices rosadas y soltó un suspiro de alivio.

Elena le susurró al oído sus planes, y se aseguró de que él entendiera que todo aquello tenía que salir a la perfección, pues estaban jugando con dos maníacos sangrientos.

-Escúchame Brad, volveré a colocarte las cadenas sin cerrarlas. Espera aquí hasta que te recuperes y cuando lo hagas...-

Elena hizo una pausa, mordiéndose el pulgar de la mano con fuerza y lo puso enfrente de su nariz mientras que la sangre brotaba.

-Sigue el olor de mi sangre, te llevará hasta la salida. Es luna llena, podrás abrir el portal y regresar. Tienes que avisar al consejo sobre la situación. Quiero que destruyan el gremio. ¿Lo has entendido?-

Brad asintió silenciosamente y Elena le acarició la mejilla con cariño.

-Elena, salva a ese niño, mi chica vino aquí en busca de él y la chantajearon. Es el hijo de un Alpha, tienes que salvarlo, no dejes que le pase nada.- Brad señaló al mocoso impertinente con aura de dominancia.

Elena pasó su vista por todos ellos y con decisión prometió que los sacaría de allí de alguna manera mientras ellos no contasen nada.

-Elena, solo salva al maldito crío, tus habilidades se han perdido. No puedes salvarlos a todos.- Y Brad tenía razón, pero ella no podía dejar a toda esa gente abandonada allí 

Si siquiera podía salvar a un niño, eso significaría que sus habilidades no estaban a la altura y por lo tanto todos ellos morirían. Aunque eso no podía ser así, ella era la mejor de su promoción, la más válida entre todos los jóvenes de la manada, la hija del Beta y la siguiente líder en la línea de sucesión. No podía permitirse fallar porque estaban en juego muchas vidas.




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