Linaje Roto

Capítulo 14. (EDITADO)

Año 3020. Actualidad. Mundo humano. Rabat, Marruecos.

 

La mano de Elena tembló ligeramente al oír su nombre, lo que causó que una pequeña herida apareciera en el cuello de Hiram que parecía estar rezando a todos los dioses para no morir en ese instante.
La sangre que goteó por el filo del cuchillo y tocó la punta de uno de sus dedos la hicieron reaccionar, y sin saber muy bien cómo Elena se quedó quieta, sin consciencia, como si el aterrador ser que la había poseído minutos antes se hubiera visto obligado a irse ahora que la habían llamado por su nombre.

Tras unos segundos, su consciencia regresó, tratando torpemente de recuperar el control de sus miembros, cosa que Hiram aprovechó para poder liberarse y contraatacar tratando de quitar la máscara que cubría el rostro de su oponente.

Elena reaccionó lo más rápido que pudo y girándose con violencia le asestó un fuerte golpe en la nuca, al tiempo que rezaba porque cuando regresara a casa, Hiram no se hubiese enterado de que era ella la que había arruinando sus planes.

Y tras depositar el cuerpo de Hiram en el suelo con cuidado, siguió caminando por el pasillo sin recordar que ya había matado a dos personas.

Elena sorteó a otros cuatro cazadores que hacían guardia y maldijo internamente. Ellos iban en la dirección opuesta, pronto verían a su jefe tirado en un lugar recóndito de ese oscuro lugar y la descubrirían, debía darse prisa.

Ese sótano oscuro con olor a humedad le repugnaba cada vez más y ella solo pudo suspirar mientras rompía la cerradura de las celdas para liberar a los rehenes.

Elena comenzó a alimentar con la poca comida que había traído a las demás criaturas mientras rompía sus ataduras para que estos pudiesen usar sus poderes libremente, aunque era difícil ya que tenían numerosas heridas por el cuerpo y una gran debilidad acumulada por un tiempo.

Y tras finalizar con la ardua tarea, Elena trató de sacar de la manera más silenciosa posible por uno de los conductos de ventilación a todos tratando de no ser descubierta y por ello, no pudo evitar suspirar aliviada cuando vio a los lobos en el otro lado de la gruesa rejilla.

El candado se rompió con un fuerte crack y las personas comenzaron a salir apresuradamente y sin ningún orden, como si vieran la luz de salida de aquel oscuro túnel después de haber vivido una situación tan traumática. 

Uno de los lobos, de pelaje negruzco y grisáceo con profundas pupilas negras le lanzó un aullido de agradecimiento mientras que cogía con sus dientes por la camisa a uno de los niños. Era Alan, que dirigía a sus lobos para tratar de poner orden entre todos aquellos que trataban de huir despavoridos.

En aquel momento un sonido se escuchó, uno de los cazadores había descubierto los dos cadáveres y había hecho sonar la alarma movilizando a toda la guardia para perseguir al asesino.

Habían intentado ponerse en contacto con el jefe, pero este había desaparecido totalmente, su coche seguía aparcado en el patio delantero del palacio y su teléfono móvil daba largos tonos de espera lo que había causado un gran sentimiento de inseguridad en todos los cazadores, que a ciegas, comenzaron a dirigirse hacia el sótano y las celdas para encontrarse con una habitación completamente vacía.

El sultán, alarmado, que también había bajado a presenciar el desastre no sabía si sentir ira, enojo o frustración y tras pegar cuatro gritos malhumorado salió concluyendo que si no recuperaban su hermosa colección se arrepentirían porque no solo morirían ellos, sino que sus familias parecerían con ellos.

Eso había causado que todos esos guardias y cazadores rastrearán con mayor velocidad la vía de escape, y efectivamente, como había previsto Elena, la habían descubierto tras diez minutos de exhaustiva búsqueda.

Ahora, todos escuchaban un grupo enorme de pasos que se acercaban cada vez con mayor precisión lo que hizo que Elena comenzara a alentar a todos a darse prisa para escapar.

Elena no era tonta, sabía de sobra que Hiram les había hecho algo para que el sultán no los perdiera de vista e incluso los pudiera localizar para intercambiarlos como si de cromos se trataran y por ello había destruido de un solo golpe todos aquellos chips rastreadores creando una gran ráfaga eléctrica con un taser mezclado con el húmedo ambiente de las alcantarillas.

Ella como todos se alejaban velozmente, todos menos Alan, quien sosteniendo al pequeño cachorro entre sus dientes le lanzaba gruñidos preocupados, cómo si quisiera que huyesen todos juntos.

Elena negó con la cabeza y sonrió, dando a entender que ella se quedaría allí entreteniendo al grupo de cazadores el tiempo necesario para que todos los rehenes escapasen y luego explotaría ese túnel tratando de destruir una parte del gran palacio para que el monarca gastarse sus ahorros en reconstrucciones en vez de pagar a cazadores ilegales.

Mientras suspiraba, Elena se sentó con calma en uno de los bordillos de la alcantarilla tratando de ganar la confianza que había perdido a lo largo de esos veinte años.

Le dolía la cabeza, sentía una fuerte quemazón en el brazo derecho y justo en aquel momento, en el que los pasos se oían más y más cerca, le vino a la mente todo lo que no recordaba haber hecho hacía exactamente menos de una hora aproximadamente atrás.

Ahora que lo iba reflexionando, junto con el fuerte dolor de cabeza, las imágenes de los cazadores y los sonidos que antes estaban distorsionados cada vez se hacían más claras, como si su cuerpo no quisiera detenerse cuando fue salpicada de sangre mientras clavaba a ese hombre en el suelo de pies y manos.

Más pasos, se oían más cerca, y más horror se reflejaba en su cara.

La molestia en su brazo cada vez era más terrible y uno de sus ojos comenzó a doler también. Como si su propio cuerpo le advirtiera del peligro se movió instintivamente levantándose de un salto, de manera automática.




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