Linaje Roto

Capítulo 16. (EDITADO)

Año 3020. Actualidad. Mundo Humano. Rabat, Marruecos. 
 

-¿Dan?- Su tono de voz era de sorpresa y anhelo.
Elena había fantaseado con el momento de su reencuentro miles de veces durante ese tiempo, pero en ninguno de esas utopías imaginarias se encontraba tan cansada, demacrada y dolida como en esa estúpida realidad.

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Al principio, cuando todavía existían esos días donde todavía no podía aceptar su destino fuera de la manada, de sus tierras, de su familia, de su gente, de su Promisedland, mantenía la breve esperanza de que todo aquello era un simple error. Pero ahora, tras veinte años, había dejado de pensarlo, de soñarlo e incluso de desearlo.

Elena eligió guardar sus preciados recuerdos en una caja recóndita de su corazón y sellarlos, evitando así ese sentimiento de anhelo que amenazaba con destruir lo que quedaba de su cordura.

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Axia estaba muy preocupada, Elena había salido corriendo hacia la puerta principal y ni siquiera había sonado el timbre lo cuál era muy extraño.

Incluso si antes sintió una admiración tremenda por Elena, ahora tenía un sentimiento complicado de describir, mirando esa increíble persona que había hecho explotar el palacio del sultán bajar unas escaleras con la dificultad de alguien con las costillas rotas.

Axia, en medio de la escalera, se sorprendió y no se atrevió a seguir bajando, había un invitado en la entrada, lugar donde se había creado una atmósfera muy incómoda.

Ella inquieta, sacó un pequeño cuchillo y apuntó a la frente del desconocido, que hablaba tranquilamente con su señora demostrando que existía algún tipo de relación entre ambos.

La cara de Elena, era todo un poema a interpretar, unas terribles ganas contenidas de abrazarlo y llorar, mezclado con un sentimiento indescriptible de odio y remordimiento, sumado con un gran impulso de partir su cara de dios griego de un bofetón.

Si Axia que no podía ver la cara de su señora la hubiese visto, el cuchillo que tenía en las manos ya estaría clavado en la frente del desconocido.

Cuando el hombre se quitó las gafas de sol, colgándoselas de la camisa con naturalidad y el abrigo, que depositó en uno de sus brazos bien doblado a la mitad; mandíbula de Axia se abrió involuntariamente tocando casi el suelo, y el cuchillo que sostenía cayó haciendo un ruido metálico al chocar contra el mármol. Ese hombre era un dios, un dios que había descendido de los cielos.

Elena, notando el golpe sonoro que había causado el poco disimulo de Axia se dio la vuelta y la instó a irse puesto que quería hablar a solas con el desconocido.

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-¡Oh joder Elena...! ¿Qué te ocurrió?- La sonrisa amable que Dan había tratado de mantener todo ese tiempo se desmoronó de golpe en cuanto se fijó en la sangre que goteaba en el suelo y que la propia Elena trataba de limpiar con disimulo.

Dan estaba enormemente feliz porque por fin podría ver a su pequeña, que ahora, era toda una mujer adulta.

Todavía recordaba el sabor de su boca y le llenaba de remordimientos el hecho de que ella pensara en otro hombre distinto cuando lo habían hecho por primera vez.

Él poseyendo a otro hombre y enamorándola sin querer, ella creyendo estar enamorada de alguien más, pero todo ello una mentira, una fantasía que acabó el día después de la luna de miel.

Se equivocó, se equivocó terriblemente. Para empezar, nunca tendría que haber apoyado la decisión de Aodhan de echar a su propia hija de Promisedland, una chica que él había criado desde pequeña, de cuya familia había formado parte.

Tampoco tenía que haber bajado al mundo humano en secreto, él era un rey, habría más formas de contactarla, de disculparse e incluso de volver a ser el dúo de mejores amigos que habían sido siempre, pues ella era la niña de sus ojos.

Y ahí, fue cuando se derrumbó ante ella, cuando se acercó con intenciones puras y acabó haciendo cosas inimaginables con la persona que menos quería hacerlo pero que más anhelaba.

¿Y luego? Luego encima se había atrevido a seguir una vida libertina, entre mujeres diferentes, alegando como excusa para su promiscuidad que algún día encontraría a la chica de su vida, que, estaba seguro de que no era Elena.

Lo que había ocurrido entre ellos un error, un tremendo error, un impulso innegable e innecesario que con el tiempo se perdería olvidándose entre aquellas tentadoras memorias que su mente quería abandonar.

Así se había pasado años, olvidando la cagada que había cometido cuando bajó al mundo humano por primera vez, reprimiendo esas escenas que trataban de salir de su corazón y llegar a su mente.


 


 

Y ahora, al verla magullada, herida por dentro y por fuera, le dolía el corazón de una manera indescriptible.
 


Dan paseó su mirada de nuevo por el cuerpo de Elena, tras haber dicho esas ridículas palabras. ¿Cómo que qué le había pasado? Era obvio, era ese cabrón. No veas como se arrepentía de haberle salvado la vida.

En un impulso, cuando escuchó la noticia de que Elena había rescatado a aquellas criaturas, bajó sin dudarlo al mundo humano de nuevo, quizá por verla otra vez o quizá por la duda de si ella estaba herida o no, pero fuera lo que fuera, le debía un gran favor. Había salvado a Brad.

-Nada Dan, estoy bien, ayer me caí por las escaleras, pasé una noche en el hospital pero ya vuelvo a estar bien.- Elena esbozó una pequeña sonrisa que contenía un toque sarcástico e hizo que la expresión de Dan se volviera aún más fea.

-No me mientas Elena, nunca me habías mentido antes, ¿Qué pasa? ¿Es culpa del humano? ¿Elena, te agrede?- El tono de Dan era feroz.

-No Dan, mi esposo es un hombre tranquilo y dulce, me quiere y nunca me tocaría, ¿Qué haces aquí? Tendrías que estar en Promisedland, el mundo humano es demasiado simple para el rey de reyes.- Elena sintió que las palabras que habían salido de su boca eran tan sarcásticas que no pudo evitar reírse interiormente de lo patética que era.




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