Linaje Roto

Capítulo 22. (EDITADO)

Año 2020. Actualidad. Mundo Humano. Rabat, Marruecos. 

Elena suspiró con frustración.

Ella amaba su casa, "La Zahara" y ahora, con gran pesar tendría que dejarla probablemente para siempre.

Dan, con quién en esas últimas horas no se había llevado nada bien, subió por las escaleras y se acomodó en una de las esquinas libres de su cama, en la que ella, pacientemente, doblaba y guardaba sus cosas en una enorme maleta.

Con su pulcro traje negro y aseado, después de que Axia lo invitara a pasar la noche sin su consentimiento, Dan comenzó a hablarle, formulando solo una pregunta.

-¿Qué vas a hacer, Elena?-

Elena sabía perfectamente a lo que se refería.

Él también había notado que algo extraño le estaba sucediendo.

La conocía a la perfección, por lo que cuando la noche anterior se despertó sobresaltada, gritando de puro susto y empapada de sudor, la cogió de la mano y durmió junto a ella el resto del tiempo de sueño.

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También, había algo muy raro en los continuos desmayos y cambios de personalidad, que Elena le había narrado a Axia con todo detalle y que para su desgracia, en el camino de vuelta, Axia le había mencionado, por lo que la propia Elena no tuvo más remedio que soltar toda la sopa.

Y mientras se lo contaba el día anterior y más lo recordaba, más nublosa se volvía su conciencia, hasta el punto de que acabó quedándose dormida, sin saber cuando lo había hecho.

Y Dan, con sus malditos poderes en un arranque de ira dominante, le había sondeado el cerebro y lo había descubierto todo.

O eso creía él, porque Elena había logrado crear un escudo mental a través de los años y la experiencia, que no le permitían ver lo que ella no quería que viera.

Lo que en ese caso, tras haber pasado un largo tiempo sin escanearle el cerebro, Elena había perdido y ahora solamente pudo ocultarle un par de cosas importantes.

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Elena odiaba haber dejado de lado casi todas las habilidades mágicas que había adquirido en Promisedland, algo que era completamente normal para todos los habitantes de la tierra sobrenatural, pero que en el mundo humano, le hubiesen sido de enorme utilidad.

Ahora, tendría que pulir de nuevo sus sentidos y eso la fastidiaba.

En Promisedland, era algo muy común desarrollar ciertos sentidos básicos que se enseñaban a todos los niños.

Algún ejemplo era:

Ver el color de las auras para poder sentir el peligro o distinguir con facilidad la raza, el rango y el poder.

Ser capaz de olfatear algo a mucha distancia.

O poder distinguir el sonido de cualquier instrumento u objeto, ya que había personas que usaban la música como un arma.

Todo ello, sintiendo la fluctuación de maná abundante que había en el ambiente, sin eso, era muy complicado poder desarrollar habilidades extrasensoriales o sobrenaturales.

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Maldito mundo humano.

Realmente extrañaba su hogar, y ahora también iba a extrañar su casa.

-Se avecina una guerra Dan, no me preguntes cómo lo sé, simplemente lo presiento.-

La mirada de Elena se había perdido en algún punto de la habitación y sonaba tan seria que él realmente quiso creerla.

-Quiero que te lleves a Axia y a Jamal para ponerlos a salvo, sé que puedes hacerlo.-

Elena comenzó a negociar pues algo en su interior le decía que esta vez el conflicto comenzaría en el mundo humano.

Dan estaba determinado a llevársela a ella también, él también lo presentía y si no era a su lado, estaba seguro de que Elena no estaría a salvo en ningún lugar.

Inconscientemente, ambos lo sabían; el destino se volvería a repetir en breve.

-Dan, hagamos un trato. Dibuja las runas en ambos y cederé a una de tus peticiones.-

Algo dentro de Elena se removió, no era ella, este ser vengativo buscaba la revancha. Ya la habían dañado demasiado, era hora de que recuperase todo lo que había perdido.

El rostro de Dan se iluminó de golpe, aunque tendría que violar las reglas, porque en su territorio, no se permitían humanos, podría llevarla de regreso.

-Lo haré, siempre y cuando tu aceptes volver a casa.-

Dan siguió pensando cuando la vio asentir.

La única manera que se le ocurría para que dejase de ser humana era ese botecito de sangre que colgaba de su cuello.

Siempre y cuando ella se convirtiese en vampiro y formase parte de los Von Spellman, todos se tendrían que inclinar y ser respetuosos, lo que compensaría la humillación pasada, pero eso se traduciría como una enorme traición a la manada WhiteMoon.

Dan tampoco sabía si los vampiros estarían dispuestos a aceptarla como la nueva monarca, y Carl no estaba ahí para apoyar la decisión, además de que si se enteraba de lo que habían hecho con su sobrina durante esos veinte años, la paz territorial finalizaríade un plumazo.

-Haz las runas, enséñale, Axia es una bruja de la videncia, te será útil.-

Las brujas de Promisedland, eran escasas, se podían contar y reunir en un solo aquelarre y todas eran muy poderosas.

Si Dan aceptaba a Axia, estaba segura, de que con el maná de Promisedland, todos esos poderes que no habían podido salir a la luz destacarían de inmediato.

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Para ello, Dan necesitaba dibujar la runa sobre su piel, porque ella no tenía el maná suficiente.

La runa, era lo que le permitía a todos los habitantes de Promisedland captar el maná y era un arte muy complejo que solo algunas brujas, magos y hechiceros podían hacer.

Tanto Dan como Elena, habían podido invocarlas, debido a que de una manera inconsciente entendían su significado, algo que a excepción de ellos nadie sabía interpretar.

-Tienes que jurármelo por sangre.-

Elena se lo esperaba.

Ese era otro de los juramentos más sagrados de Promisedland, uno que se remontaba a la antigua Era de los Dioses.

Aún así no pudo evitar sonreír con sorna mientras murmuraba.

-Asique hemos llegado al extremo de perder la confianza...-




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