Linaje Roto

Capítulo 26. (EDITADO)

Año 3020. Actualidad. Mundo Humano. Madrid, España.


-¿Alguna vez has imaginado que una omega pudiese dominar el mundo?- La pregunta que la anciana hizo la sorprendió gratamente.

Quizá le iba a contar lo que ese tal Caín le había afirmado días atrás, con eso podría confirmar que esté último no le mentia.

Elena negó con la cabeza y se acomodó mejor en aquel viejo sillón, preparada para oír lo que quería contarle aquella ancianita.

Ella a comenzó a narrar una trágica historia.

"Los lobos, poderosa especie, usaron a los omegas para sus propios fines, los dañaron, y ella, la Esencial surgió con la llama de la venganza.

Sembrando terror entre los abusadores, hizo temblar la jerarquía, pidió libertad para sus compatriotas, y se enfrentó con valentía en una batalla que lamentablemente no pudo ganar.

Los Alphas de las grandes manadas dispersaron su Alma por miedo a que volviera a resurgir.

Pero ella no murió completamente tras eso, por alguna razón desconocida seguía con vida.

Estos, codiciosos y atemorizados, volvieron a atacarla queriendo que ella muriera definitivamente y finalmente, el único Alpha que se había negado a participar en aquella masacre, fue el que la mató.

Ahora, los pedazos de su alma están escondidos en lugares desconocidos, que nadie ha podido descifrar, pero se dice que la clave para encontrarlos es la canción de la verdad."

Tras acabar, Josh, ese chico alegre, aplaudió con alegría mientras preguntaba enérgicamente;

-¿Es increíble verdad? A los niños les encanta escuchar las historias que cuenta la anciana.-

Elena volvió a asentir y se dijo así misma que era verdad, qué Caín le había ofrecido la posibilidad de volverse una loba y de regresar a su hogar.

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Mientras Caín, oculto en uno de los rincones, en la oscuridad, se deleitaba de satisfacción.

Esa anciana, les había dado la pista para iniciar la recolección de pedazos del alma justo cuando él estaba a punto de traerla de nuevo a la vida.

La canción de la verdad.

Esa melodía que ese odioso sujeto compuso para ella.

¿Con qué maldito derecho?

¿Por qué demonios ese estúpido y enamorado Alpha tuvo que arruinarlo todo?

Él odiaba tanto esa melodía que jamás se había interesado por ella, pero ahora, al parecer, esta era la clave para poder encontrar todos los fragmentos perdidos.

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La anciana, sirvió un poco más de té y el chico rubio, comenzó a tocar de nuevo la melodía, suave, relajante, el sonido de una flauta fluyendo por el aire, nostálgico, melancólico.

Y Elena no lo pudo evitar.

Algo pasó.

De alguna manera no podía escuchar ninguno de los sonidos que provenían de su alrededor más que la sucesión de notas, cada vez más rápido, cada vez más tristes, cada vez más nostálgicas mientras la arrastraban hacia un profundo abismo en el lugar más recóndito de su mente.

Su cuerpo, comenzó a moverse solo y ya no era Elena.

Ahora, la dueña de los ojos rojos, deambulaba por la habitación, imperturbable, ignorando los modales o la educación.

Sin oír ninguna de las advertencias de ambos lobos, quiénes al sentir una extraña amenaza se habían puesto en alerta para acabar siendo sacados de la habitación, noqueadis, de un solo golpe por Caín.

La anciana, impasible, observaba con cuidado cada uno de los movimientos de la joven.

Había notado el cambio del aura de la chica, y lejos de sentirse atemorizada, sentía una extraña familiaridad como si realmente la hubiese visto antes, en algún lugar.

Por fin, el cuerpo pareció encontrar lo que quería, detrás de un cuadro, escondido en una caja de madera tallada, delicada, y hermosa que contenía una lámina de plata con unos versos grabados.

Leyéndolos en alto, la anciana, comenzó a estremecerse, como si se hubiese dado cuenta de algo, o mejor dicho, de alguien, alguien que conocía muy bien.

"Dic mihi pulchellus flos, quod factum est: anima tua evanuit, in fundo lacus, in lumine lunari, invenies quod te miserum perdidit in bello."

(Dime linda flor, que es lo que ocurrió, tu alma desapareció, en el fondo del lago, a la luz de la luna, encontrarás lo que perdiste en aquella batalla humillante.)

Ese idioma, esos versos, esos ojos rojos.

-¿Q...qu...quién eres?- Por fin, se había dado cuenta pero no se atrevía a hacer la afirmación.

-Veo que todavía sigues viva, Anne.- Su voz, era igual.

La misma mujer que la salvó, esa a la que ella traicionó sin dudarlo.

-Helena...- La anciana temblaba, toda aquella cautela y valentía se habían desvanecido.

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Era ella, no había ninguna duda.

Helena, la antigua amante de su Alpha, la mujer que la había recogido de las calles, esa a la que servía cuando todavía tenía un alto estatus en SilverWolf.

Helena sonrió, de alguna manera, todavía recordaba a aquella escuálida muchacha, que de no ser por ella, hubiera sido decapitada sin piedad.

Esa pequeña Gamma ladrona, que robaba para poder alimentar a sus hermanos debido a aquel tirano de Farid, el Beta del Alpha, que al parecer, no sabía repartir bien los suministros.

Aquella débil mujer que no dudó en reírse de su desgracia cuando la vio débil, en el campo de guerra enemigo.

Esa que no dudó en restregarle que el hombre que una vez había amado, ahora era suyo.

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-Veo que has sido desterrada.-

La sonrisa felina de Helena no había cambiado, y sus rasgos físicos tampoco, solo que ella era tan anciana que no recordaba con claridad su aspecto.

¿Cuántos años podía tener?

¿Más de mil?

Quizá, ya había perdido la cuenta.

Era tan orgullosa cuando era joven, que se atrevió a reírse y a humillar a aquella mujer que siempre la había protegido y a la que siempre había envidiado hasta que cayó en desgracia.

Y estaba arrepentida, pues ella no tuvo un final mejor porque la desterraron al mundo humano.




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