Siglo V.d.c. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales. Territorio lobuno. Zona de la manada WhiteMoon.
Aniel la contempló un poco más, ella era la mujer más increíble que había conocido.
Y a pesar de ser violada noche tras noche por ese maldito viejo, seguía sonriéndole, como si no quisiera que él lo descubriera, como si se avergonzara de ello y quisiera ocultárselo.
Pero él, ya no tenía nueve u diez años, con quince años en edad lobuna, ya no era un crío y poco a poco, había ido viendo cómo la trataban.
Ella no era un objeto, su preciada Helena era algo más, alguien que se merecía ser tratada como una reina, no maltratada todos los días.
Volvió a fingir que leía ese viejo libro mientras apretaba los puños fuertemente.
Él era tan inútil que ni siquiera podía proteger a aquella mujer que le había cuidado durante tantos años.
El hijo ilegítimo del Alpha, el hazmerreír de la manada.
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Deseaba poder, lo ansiaba, y por eso practicaba todos los días pero su manejo con la espada seguía siendo el mismo, pobre e inexistente.
Aniel era un erudito y las únicas veces que había podido demostrar su fuerza habían sido cuando lo cabrearon tanto que ni siquiera pudo controlar sus instintos.
Desde que era pequeño, sí se exaltaba en exceso, un ser desconocido lo poseía y perdía el conocimiento para luego despertar tras haber causado una masacre.
Pero a veces, deseaba poder romper esa manada en pedazos y construir una nueva en la que ella, la única que podía detener esas tiras de odio que surgían de su interior sin control alguno, no tuviese que sufrir tanto.
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Ese día era su cumpleaños.
El momento en el que por fin se transformaría en un lobo y en el que si no tenía cuidado podría morir asesinado por algún desconocido.
La primogenitura le pertenecía a su hermano, porque a pesar de ser el primer hijo, era el hijo de una ramera omega.
Aniel era alguien sin valor a los ojos de toda la manada, que si por algún casual llegaba a ser un Alpha, estaría destinado a liderar, algo que todos temían.
¡Y como no hacerlo! Si ese chico lograba ser un Alpha, sería el siguiente líder y todos ellos, a excepción de dos o tres familias, lo habían subestimado, ignorado y agredido.
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Aniel volvió a suspirar mientras se recostaba contra aquel tronco.
No tenía pensado salir de ahí, le daba igual la ceremonia, el ritual o lo que fuera que se hacía para que la transformación funcionase.
Helena por su parte, estaba impaciente aunque por alguna razón, un sentimiento de intranquilidad ahondaba en su mente.
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Unas horas más tarde, justo cuando se acercaba la media noche, Helena transformada en una enorme loba plateada, lo iba arrastrando de mala gana hacia el estanque dónde años atrás se habían visto por primera vez mientras él se resistía.
Esa sería su primera transformación y sabía que era doloroso, pero aún así, sintió que ella estaría a su lado y nada de eso importó.
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Unas horas después, Helena se había quedado dormida sin poder evitarlo.
Aniel, mientras tanto, ya se había transformado y mirando su reflejo en el agua, vio el enorme lobo rojizo, hermoso, con intimidantes ojos dorados y su temor se hizo realidad.
Él era un Alpha.
Por alguna razón, su lobo ni siquiera lo escuchaba, le resultaba difícil comunicarse con él, era más bien como si este cuando quisiera, pudiese tomar el control de su cuerpo y salir corriendo.
Pero en aquel momento, tras haber confirmado sus sospechas, volvió de regreso a la manada dejando a Helena a salvo.
Esa era una batalla que tenía que luchar solo, no podía depender de la joven por mucho más tiempo.
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Tras unos instantes, su cuerpo se sintió increíble mientras sorteaba árboles a la velocidad de la luz y el aire chocaba con él de frente.
Se sentía tan libre...
Sin embargo, todo ese sentimiento se desplomó cuando su padre y su hermano, en el centro de la plaza, esperándole para tomar una decisión u otra lo vieron.
Era un Alpha, eso era todo lo que necesitaban saber para matarlo, aunque fuese un espécimen raro, con pelaje rojo y mucho más grande que uno normal.
Quizá, si hubiesen sido más previsores, hubieran podido ver las señales de ayuda que se mandaban desde la línea de protección de la aldea, pero ambos, cegados por la codicia y el ansia por deshacerse de aquel hijo ilegítimo que podría llegar a liderar la manada que les había pertenecido por tanto tiempo, ignoraron todos aquellos ruidos que se escuchaban a lo lejos.
Los soldados, se transformaron bajo órdenes del Alpha actual, pero no para proteger el territorio, sino para perseguir a aquel desdichado lobo y acabar con él, dejando desprotegida la Aldea.
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Esa noche, en la que la manada SilverWolf regresó para recuperar lo que era suyo, a "La Esencial", hubo un derramamiento de sangre, una masacre.
El codicioso Alpha y su hijo, que habían enviado a la mayoría de sus soldados tras el lobo rojizo, desprotegiendo la aldea, fueron capturados.
El pueblo de WhiteMoon fue reprimido, mataron a los ancianos, abusaron de las mujeres y asesinaron a los niños, sim tener piedad ninguna.
Y menos con los omegas, incapaces de defenderse que fueron fragmentando sus almas o sobreesforzando sus poderes por órdenes de aquellos codiciosos que buscaban poder salir con vida a toda costa.
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Helena, llegó justo cuando lo iban a matar.
Ese estúpido mocoso le había puesto un somnífero en algún momento sin que ella se diese cuenta, creyendo que así no morirían juntos, que la protegería.
Pero se había olvidado de que ella era "La Esencial", la manzana de la discordia, la creadora de aquella terrible guerra civil entre manadas.
Ellos eran iguales, personas inocentes que cargaban con una enorme culpa, marginados en la sociedad que todos olvidaban pero que tenían gran relevancia en toda aquella historia.