Lincoln || Una batalla contra el corazón || Disolutos I

PRÓLOGO

BERWIN

(Londres – Inglaterra)

Newcastle House.

Septiembre de 1807…

 

Ultimátum.

Una palabra que siempre le había parecido tan inadecuada, por comandar casi toda su vida sin importar ser tan trillada.

«Serás el Conde de Lincoln, porque ser el único varón te da ese privilegio»

Mas bien, porque no hay otro de repuesto.

«Tu hermano murió, y ahora debes hacerte cargo de las obligaciones del título»

Y yo tenía que ser ese de repuesto.

«Recuerda que llegado el momento deberás luchar por lo que te pertenece, porque el llamado del rey tocará a la puerta y no lo puedes ignorar»

¿Por qué te moriste hermanito querido?

Se que me odiabas, pero esta jugada fue demasiado baja hasta para ti.

El infierno es poco para ti desgraciado.

No te vuelvo a llevar flores.

Esos entre otros argumentos, fueron con los que convivió parte de su vida, desde que su hermano, el primogénito murió a temprana edad a causa de una tuberculosis, que hasta ese día no se sabía cómo fue que la adquirió, al ser un niño de doce años tan sano, y dado al título, a diferencia de él.

Pues Berwin Spinster, odiaba seguir las normas al pie de la letra, y por eso desobedeció en la medida de lo posible cada mandato con el que no estuviese de acuerdo, siendo la mayoría, quedando como constancia que no lucharía por algo que no pretendía ostentar por el simple hecho que no le apetecía reinar un país cuando su vida ya de por si era complicada al tener que lidiar con las obligaciones de su difunto hermano Edward, que seguramente se estaría riendo de su desdicha en el infierno.

Y si bien hasta el momento había salido triunfante de cada piedrecilla puesta en el camino, al parecer esa vez no podria.

Sus obligaciones lo estaban llamando, y lo único que quería era salir huyendo al reconocer el argumento que años atrás vivió en tercera persona, y que dio como resultado que su buen amigo, Lord Duncan MacGregor, Duque de Rothesay, por imposiciones del Rey resultase felizmente casado, siendo ahora padre de cinco niños y contando al poseer una mujer envidiable.

Muy bonito el cuadro, pero él no pretendía aquello.

Era el único de sus amigos que quería casarse, formar una familia, pero se negaba a que fuese de esa manera.

—¿Me estas escuchando? —salió de sus pensamientos cuando su padre, cansado de hablar con una pared había perdido los estribos —. Berwin, es importante que entiendas la situación en la que te encuentras —se abstuvo de rodar los ojos, pero no de bufar mientras se enderezaba en su postura para tomar la botella que descansaba en su lado del escritorio, y servirse dos dedos de líquido ambarino.

Eran las siete de la mañana, pero solo el creador sabia cuanto lo necesitaba, y por eso se lo empinó sin darle importancia a la mirada severa que le dio su padre al verlo camino a ser un inservible alcohólico si continuaba por ese camino.

De igual manera para el gran Duque de Newcastle Upon-Tyne no es que fuera la opción indicada, si no la única que tenía.

Siendo lo primero y único en lo que estaba de acuerdo.

—Me dijiste que tengo un año para encontrar la candidata que me venga en gana, y casarme con ella —vio cómo se sostenía en respuesta la nariz con los dedos llamando a la paciencia.

Debería de estar acostumbrado.

» Leí el amable ultimátum del Rey, y me apegaré a este como clavo ardiendo —de ninguna manera pensaba ceder.

—La princesa es la mejor opción —rio en respuesta con clara ironía.

—¿Para quién? —sabía que no debió asistir a su llamado tan temprano —. Fue amante de Albemarle, si es que no lo sigue siendo, según su aparición en la boda fallida de la duquesa de Beaumont recién revelada —ya le estaba dando dolor de cabeza —. Su reputación enlodará tu bien nombre.

—Por lo menos eres consciente de que tu reputación es imposible que se ensucie más —negó con diversión hueca, porque estaba lejos de estar contento —. Al igual que no te consta que esas habladurías sean ciertas.

—Al igual que lo que se dice de mi —lo miró con gesto de “Enserio” mientras se encogía de hombros sabiendo que estaba siendo un sínico —. Sin embargo, no es por la reputación de la dama que no acepto.

—¿Sigues con la obsesión por la nieta del difunto Duque de Buccleuch? —no era obsesión —. Esta en bancarrota y al ser la única heredera de las deudas, se la estan comiendo viva.

—Perfecto para hacerle una proposición de la que no se pueda resistir —si seguía provocando a su padre lo mataría de un infarto.

—Querías casarte por amor —repuso con la paciencia a tope.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.