Lincoln || Una batalla contra el corazón || Disolutos I

IX

Hola mis amores.

Ha sido unas semanas complicadas.

Un Enero difícil, pero de a poco estoy regresando, espero me hayan tenido paciencia porque la primera parte de esta historia está a punto de terminar, pero eso no quiere decir que vaya a dejar de actualizar o que sea mas de un libro.

Es uno solo, pero por decirlo de alguna manera se cierra un ciclo y comienza el determinante.

No será un libro muy extenso, así que espero actualizar mas seguido para que veamos el final de esta historia pronto.

Sin mas que añadir.

Nos leemos pronto.

Gracias por tanto, y perdón por tan poco.

Les ama.

Jen <3

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BERWIN

Llegaba unas cuantas horas más tarde de lo habitual.

Con chaperones, porque tenia que cubrir todas las posibilidades, y un duelo por la honorabilidad de una princesa alemana seguía sin descartarlo, pese a que Luxemburgo siempre fue un cobarde de mierda.

Por eso, antes de acercarse a la residencia de alquiler de Conde alemán fue por refuerzos, los cuales lo observaban con hastío mientras se trasladaban en su carruaje con los brazos cruzados en sincronía, y una mirada fría que podria congelar el mismísimo infierno, y que al estar acostumbrado solo le ocasionaba una distracción mental de sus problemas.

Algo que necesitaba con urgencia.

—¿Mataste el tigre y te asustaste con la piel? —dijo Portland entre dientes achicando los ojos con los nervios crispados —. No tenemos la culpa que le atinases a la rubia correcta, y ahora tengas que desposarte con una princesa en todos los sentidos preciosa —gruñó porque el ojiviolaceo sabía que puntos tocar, pero el también y no se la dejaría tan fácil.

No era el único que podia utilizar las verdades como puñales.

—Yo que tu no me mostraría tan disgustado por no cenar con la hermana de Bristol un día, teniendo en cuenta que tienes al lado a su cavernícola primo —Duncan MacGregor, Duque de Rothesay, que fue al otro que convocó, de manera inmediata se envaró en su lugar mirando al susodicho que apretó la mandíbula enfrentándolo sin un ápice de miedo en su cuerpo.

—¿Qué te traes con mi prima, Green? —inquirió con voz filosa, haciendo que, pese a verlo venir el aludido respingara por la potencia con la que venía la pregunta —. No quisiera tener unas palabras contigo, si veo a Josephine derramar una sola lágrima por tu culpa, al no poder corresponderle como se debe, porque todos aquí sabemos que mi prima está perdidamente enamorada de ti y tus atenciones, mientras sigues enganchado al pasado con Beatha Mackenzie —el nombre prohibido salió a relucir.

—Si fuese necesario, la recomendación me la debería hacer Bristol que es el directo responsable de su bienestar —definitivamente le coqueteaba a la muerte de una manera casi ridícula, pero en su defensa, el primero en dar un golpe bajo fue Duncan, al recordarle su desdicha.

O el, como venganza por mencionar lo perfecta que era la alemana.

 —Espero seas consciente que en este caso Rothesay es el más indicado para amenazarte —atizar el fuego era su especialidad —, teniendo en cuenta que, aunque no parezca por lo poco que permanece con ella, Austin adora a su hermana, y si te llegase a hacer tal advertencia vendría en paquete completo si te pones a ver con quien se relaciona —ahora el rubio y el ojiviolaeo se tesaron, pero antes de que alguno replicara el carruaje se detuvo indicándoles que habían llegado a su destino.

Y con este el momento de su verdad.

Ese que tenia que sortear sin perder una cabeza, y corazón que de por si ya no le pertenecían, pese a la ira dormida que tenia en su interior, por todo lo sucedido en días pasados.

Antes de volver a los pensamientos negativos saltó del carruaje dejando a sus dos amigos rezagados, y en un par de zancadas se vio entregando el abrigo al viejo mayordomo, sintiendo que los otros dos a regañadientes hacían lo propio, para después seguir al hombre que los estaba conduciendo a donde estaría el que quería hacer de su verdugo, pero no le resultaba tan intimidante.

—Espero que tu proceder sea el indicado, porque eso solo puede justificar el que me hallas apartado del lado de mi familia —rodó los ojos fastidiado por el gruñido del rubio.

—Deja descansar al ángel que tienes por esposa, antes de volver a preñarla sin importarte que ya te parió cinco hijos —el nuevo gruñido fue música para sus oídos —. Lady MacGregor de verdad es una santa —un ángel en toda la extensión de la palabra.

—Utiliza los ánimos que te quedan para encauzar tu vida en vez de meterte en la del prójimo —ese fue Portland.

Que su humor se estaba vinagrando a pasos agigantados, y sabia el motivo, y no era precisamente su pasado.

Ese que seguía sin cerrar.

El que no le permitía avanzar.

De nuevo fue sacado de sus pensamientos por la voz una persona, que debió suponer que estaría ahí, pero tenía la cabeza puesta en una sola entidad, que por un momento olvidó su imponente presencia.

—¿No te parece que te has hecho desear lo suficiente, como para que ahora ignores a la parte ofendida por estar metiéndote en temas que no te competen? —estaba de mal humor su excelencia —. Ya que tienes a tus tapaderas como respaldo, espero estes presto a todo cuanto se te exige por respeto a Lady Habsburg —se tensó buscándola con la mirada cuando se la señaló con la mano, hallándola en una de las sillas cerca al escritorio con postura impasible y la mirada sobre las manos enguantadas que descansaban en su regazo.




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