Lincoln || Una batalla contra el corazón || Disolutos I

XI

HOLA MIS AMORES.

LO PROMETIDO ES DEUDA.

NOS LEEMOS EL JUEVES.

ESPERO SUS REACCIONES.

LES AMA.

JEN<3

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DANAI

Tenía que funcionar.

No podia existir margen de error.

Era su última oportunidad, y no la iba a desaprovechar.

Era su salvación.

La única manera de librarse de las consecuencias de sus actos.

Habia sido una completa estúpida.

No habia estado pensando con racionalidad, si es que pensar lo habia tomado en cuenta, y ahora se hallaba con el agua hasta el cuello y un nuevo desprecio que le caló más que el primero.

«Ni pienses por un momento que puedo si quiera sentir lastima por tu situación.

No te obligué a abrirte de piernas, cuando te encontré desnuda encima de mi cama.

Eres una belleza y la carne es débil, tan sencillo como eso.

El imbécil que conociste lo mataste cuando lo creíste poca cosa.

Ni te atrevas a chantajearme, porque bastardo o no, tengo las de ganar, pues solo por ser quien soy mi palabra vale más.

Has lo que se te venga en gana, pero recuerda que me puede importar menos tu situación»

Por eso mismo se hallaba en uno de los estudios del New Castle Palace, esperando a que apareciera el escoces, porque necesitaba sacarle un compromiso sin importar que ya estuviese a un paso del altar con la alemana.

«Puedes ser su amante.

No tienes lo que se requiere para ser la esposa que necesita, porque cuando pudiste te le entregaste como si fueses una piruja a ese advenedizo, asi que, ahora conviértete en mujer y date cuenta que por seguir mis pasos, porque mil una vez te dije que no era ejemplo a seguir, es que te condenaste a vivir la vida de una rechazada.

Pero, eso puede jugar a tu favor, pues haciéndolo perder la cabeza con tus encantos te puede bajar el mundo entero sin tener que destacar, y hacer el papel de enamorada ante él, cuándo no posees unos gustos tan sofisticados.

Para eso si te puedo enseñar a valerte, ya que decidiste el camino más difícil»

Se pasó las manos temblorosas por el rostro, sabiendo a consciencia que estaba pálida y con la frente perlada a causa del esfuerzo físico que estaba llevando a cabo.

Tenía que recobrar el suelo, pese a que su cuerpo le pedía a gritos un descanso.

No se hallaba en óptimas condiciones físicas, pese a que hasta el momento habia salido airosa de la velada, pero su cuerpo no aguantaría por mucho más.

Exhaló haciendo una mueca de dolor, mientras dejaba de dar vueltas por la estancia sentándose porque se sobrevino un mareo que amenazaba con dejarle inconsciente.

Debía aguantar un poco más.

Lo suficiente para que su vida se volviese a iluminar.

Necesitaba esa luz al final de ese túnel, porque no se merecía terminar de aquella manera.

Se negaba a ser repudiada y utilizada de esa forma.

Arrugó con las manos la falda de su vestido, sintiendo que los segundos se convertían en minutos, y muy probablemente las horas en días.

—¿Qué está haciendo ese imbécil que no atiende a mi petición con la rapidez que se requiere? —gruñó en voz alta moviendo una de sus piernas de manera frenética —. Es el colmo que me ponga a esperar, como si hace tan solo semanas no hubiese sido su razón para respirar —se tensó al escuchar que una risa dulce y cantarina que no provenía de ella inundaba el lugar, haciendo que se enderezase olvidando lo que le aquejaba, buscando a quien se osó a invadir un lugar que ella ya estaba habitando.

—Es admirable que no pierda las esperanzas con respecto a una batalla que siempre tuvo perdida, Lady Fitzgerald —la voz calma emergió de la punta del estudio, donde estaba el escritorio, el cual no habia reparado, y por ende no notó que la silla del dueño de casa se encontraba ocupada —, aunque si me permites un poco de confianza, debo decirte, Danai, que puedes intentar cuanto quieras que el resultado siempre será el mismo —algo oscuro la invadió mientras se acercaba a zancadas al escritorio ignorando el malestar que la aquejaba —. No te puedes comparar, cuando sin importar mi reputación siempre seré la más indicada para él.

—Que seas la imposición, no significa la que elija su corazón —una nueva carcajada.

—No me puedo creer que estes pensando en sus sentimientos, cuando hasta hace tan solo unos segundos decías en voz alta lo poco preciado que era para tu persona.

—No pongas palabras en mi boca que no he pronunciado —la vio encogerse de hombros, mientras le guiñaba un ojo ofreciéndole la silla que tenía en frente.

—Te aconsejo que te tranquilices y te sientes, porque no me tomé la molestia de hablar contigo solo para decirnos a la cara lo poco que nos agradamos —negó.




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