Lincoln || Una batalla contra el corazón || Disolutos I

XII

Poniendo todo en su lugar, aunque este no es el final

DOUGLAS

La gente dice que la venganza es un plato que se sirve frio.

Que lo ideal es esperar a que el enemigo se descuide, y baje las barreras para darle en lo que más le duele, y Douglas Pusset, para el mundo el bastardo desconocido Fitzgerald, respetado por su nuevo titulo de Duque a la par de personalidad en los negocios, fue aparentemente el ejemplo idóneo tras lo vivido antes de convertirse en el sujeto que era en esos momentos.

Antes de conocer a los Mackenzie, y a Luxemburgo.

No obstante, quien le conocía sabía que los rencores no iban con su personalidad.

Pese a lo poco expresivo vivía cada pasion como si fuese la última, y al terminar se despedía sin mirar atrás, porque se quedaba con los momentos que lo llenaron de plenitud como experiencia para ese mundo que quería conquistar sin tener la necesidad de utilizar un titulo que lo hizo regresar a la mujer que creyó olvidada, pero fue inevitable no querer sacarse la espina cuando apreció como su pecho continuaba doliendo al recordar su experiencia, y ser menospreciado como la peor de las porquerías cuando resultaba ser el mejor en lo que hacía.

Por eso mismo se habia dejado llevar por las emociones que criticaba, sin rayar en lo absurdo porque necesitaba sentirse poderoso en cuestión al orgullo herido.

Al no poder mitigar la desazón de sentirse repudiado como la mayor parte de su vida, porque era un bastardo, pero eso no lo definía, mucho menos toda la mierda que comió antes de ser respetado por un Londres que lo criticaba, pero ahora le besaba el trasero por un poco de su atención.

Por esa misma razón hizo que la nieta del viejo Fitzgerald se inclinase y arrodillase ante él.

No obstante, hasta el momento aquello no lo sintió como una venganza cuando ya no le daba la misma satisfacción follarla, como cuando la desvirgó mientras brincaba sobre su polla siendo tan solo una niña de catorce.

Esos años se habían ido, pese al deseo vacío que despertaba en su cuerpo.

Porque era una mujer hermosa y apetecible carnalmente, pero con las experiencias habia entendido que era un lindo cascaron vacío.

Al igual que también se esperó que lo quisiese manipular con un embarazo cuando su supuesto abuelo nunca la tuvo en cuenta para dejarle protegida, porque como el, era una bastarda.

La diferencia es que el sí portaba su sangre.

En todo caso, nunca se esperó que explotase la situación en pleno compromiso de Spinster y Berit, nada menos que la princesa de Alemania.

Aunque tampoco le afectaba, porque desde un inicio habia presupuestado como iba a acabar, sin importar como llegase al suceso.

Asi era el, simple.

Sin demasiado artilugio con respecto a dedicarle pensamientos a terceros más de la cuenta.

Habia crecido la mitad de su vida solo sin una madre que lo procurase porque habia muerto ni bien nació, y de su padre no hablaba, porque ese era como si no existiese hasta que el parecido fue innegable y necesitaban alguien que heredase y no dejase morir el apellido.

Solo se sintió acompañado de manera poco querida cuando apareció Luxemburgo, que en silencio le seguía sin insistir ni bien se conocieron en Eton, hasta que un día le preguntó de manera directa que era lo que quería, respondiéndole que pretendía estar con personas que nutrieran su intelecto, en vez de succionarle la racionalidad, convirtiéndolo en su ser inservible falto de personalidad.

Desde ese día fueron inseparables hasta que se unión meses después los escoces y el resto era historia, contando el momento en el que se perdieron de su vista por todo lo ocurrido por el grupo de Rothesay y compañía.

En todo caso, regresando al presente, recordando que estaba en un carruaje junto con las arpías con las que compartía residencia, decidió dedicarles un minuto de su atención para escuchar lo que estaban dialogando, más bien gritándose a la cara una situación que le parecía ridícula y poco práctica, teniendo en cuenta que se estaban lanzando el veneno que tenían para el prójimo.

—Me tienes que proteger, Douglas —levantó una ceja cuando la rubia se dirigió directamente a él, ni bien su tía la mandó al carajo —. Tengo un hijo tuyo en mi vientre, y necesito tu protección al ser la madre de tu hijo y la mujer que amas, aunque lo niegues —levantó la comisura derecha de su labio divertido con su exposición.

—Dime mas —le animó a que lo convenciera.

—Yo me siento arrepentida por la manera en como te he tratado en todo este tiempo, y por eso mismo quiero compensarlo siendo la Duquesa que mereces por nuestro amor y sus frutos —con esas palabras se subió en su regazo mientras el observaba de reojo a la tía de la rubia que resultó siendo la madre, cosa que no lo impresionó, porque cuando Danai y el eran algo se lo habia confesado, pues la rubia lo sabía desde un inicio siendo su mayor vergüenza.

 Lady Dorothy negó por la actitud de la rubia como si hubiese perdido el tiempo tratando de instruirla con inteligencia, pero sencillamente falló cuando las piernas las tenia más flojas que la propia lengua venenosa, y eso que la morena se dedicaba a esos menesteres.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.