LÍnea De Vida

CAPÍTULO IX

 

Todas y cada una de sus confesiones me dolieron, fueron como una avalancha de dolor que a cómo pude afronte. Yo no era de esas personas que escuchaban, más bien me gustaba ser escuchada, pero deje que el soltara toda su verdad. Cuando terminó, fue mi turno y a diferencia de él no tarde horas, solo minutos. 
 
Le di la oportunidad de leer el documento y muchas oportunidades más que ni siquiera merecía, pero que con mi corazón de heroína no podía negarle. 
 
El documento era un simple acuerdo que le pedí a mi hermano me hiciera, en el se detallaba mi petición. En un principio no quise, pero aquel hermano mío me convenció de pedir aquello, él y toda mi familia. Prácticamente me habían amenazado con olvidarse de mí si yo lo ayudaba sin pedir algo a cambio. 
 
Las hojas legales detallaban que él podría quedarse en el país con mi consentimiento, a cambio él debía pagarme una mensualidad por cinco años donde me devolvería todo el dinero que había invertido para ir a buscarlo. 
 
Fue tan amoroso que me dijo que ese plazo se ampliaría, me pagaría por siete. Muchas otras cosas detallaba ese documento, muchas que ni siquiera necesitaba, pero que según mi familia debía pedir por castigo a su burla, como por ejemplo no dirigirle la palabra a ninguno de ellos en caso de que los mirara en la calle. 
 
Acepto y cuando iba a firmar le hice señas a mi hermano para que fuera mi abogado y testigo. No negaré que en algún momento creí que lo golpearía o algo por el estilo. 

Mi hermano se comportó a la altura, casi hasta el final, cuando lo amenazó con matarlo si regresaba a nuestra casa. Él quedo blanco como un papel, como aquel vestido que con tanto gusto use el día de nuestra falsa boda. 
 
No supe mucho de él, esa fue la última vez que lo vi, el solo cumplía con llamar cada mes para garantizar su depósito, en esas llamadas intentaba ponerme al día de su vida, pero mi indiferencia era tanta que solo hablaba y solo se callaba. En una de ellas me dijo que me extrañaba como mujer, mi herido y frío corazón lo ignoro por completo y desde ese momento dejo de llamar, solo por texto me informaba de sus depósitos. 
 
Mi vida continuo normal, logre retomar el ritmo sin el muy rápido. Alguien me ayudaba mucho en eso, mi amigo el canadiense, él fue mi soporte todo ese tiempo. 
 
Mi enfermedad también salía adelante, pero en un aspecto negativo para mí. Podía sentir que mi cuerpo se cansaba más rápido, unos metros significaban la muerte para mí, el aire me faltaba con tan solo buscar algunas cosas y ni qué decir de mi corazón, llego un momento tan difícil en el que mi presión arterial tuvo parámetros de récord, una persona promedio maneja los limites promedio, pero yo no, la sistólica llegaba hasta el numero setenta y la diastólica a los cuarenta y nueve. Números totalmente fuera de lo normal, cansando mi cuerpo más de lo debió, con unos latidos de cuarenta y nueve por minuto no aptos para este mundo.
 
El miedo de morir pronto se hacía cada vez más latente, esas cifras era lo único que revelaban para mí y para todo médico que miraba mi caso. En más de una ocasión salió de sus labios la palabra milagro. Para ellos eso era yo, un milagro y un ejemplo de vida, debo confesar que también me mire de esa forma o por lo menos mi vida. Todo era un total milagro y por ello debía aprovechar. 
 
La única manera que encontré fue ayudar con todo lo que tenía a aquellos que viera necesitaban de mí, no hice mucho, pero lo poco que realice me llena de orgullo y sé que de alguna forma a mi familia también, aunque ellos me llamaran madre Teresa. 
 
Los constantes dolores y sufrimientos de mi cuerpo no me permitían quitar mi cara de alegría, por fuera era una y por dentro vivía la muerte. 
 
Como ya dije no me puedo quejar, tuve la dicha de viajar, conocer, comer, disfrutar y lo principal, tuve la dicha de amar y ser correspondía. 
 
El amor lo conocí con la persona que menos pensé y a una edad inimaginable. Con cuarenta y tres años de edad descubrí que estaba enamorada de mi amigo el canadiense y lo mejor de todo es que él también lo estaba de mí. El miedo de mi matrimonio fallido unos años atrás (muy cortos en verdad), me daba la suficiente inseguridad de ser ilusionada y engañada de nuevo, pero el con su ternura y paciencia logró derribar esos miedos. 
 
Las cosas con el eran diferentes, la promesa de vernos ya no recaía en mi porque unos años (muchos) atrás nos conocimos en persona en mi país, justo en el local de mis padres, nuestra amistad y buena química se había dado ahí. Qué tonta fui al no ver lo maravilloso que era antes. 
 
Su vida le permitía prometer visitarme algún día y esa promesa me causaba ilusión y anhelo. 
 
Él era diferente, es de mal gusto comparar, pero él me dio tanto estando tan lejos que nadie me había hecho sentir así nunca en mi vida, ni siquiera el idiota de mi ex marido. 
 
Lo único que a él le causaba inseguridad era su edad, él era mayor por aproximadamente diez años, pero siempre le hice ver que era algo que no me importaba, hasta que simplemente entendió que ese cliché sobre el amor y las edades es simplemente eso, un cliché. 
 
Para nuestra suerte pronto sería pensionado de su trabajo pues había trabajado desde joven y en nuestros planes estaba vivir juntos cerca de aquellos que nos querían, ya fuera en su país natal o en el mío. 
 
Cuando llegó el momento de vernos de nuevo fue mágico y único. A diferencia de mi primer esposo a él mis hermanos, todos, lo quisieron desde el primer segundo y es que en verdad su aura era diferente, más cálida y más amorosa.  
 
Estuvo una semana entera conmigo, lo lleve a diferentes partes y le hice comer de todo, pero principalmente y por primera vez en mi vida sentí que hacía el amor con alguien que me correspondía, fue como vivir mi primera vez de nuevo, de una  manera más placentera simplemente no tengo palabras para describir que efectuar el acto del amor con la persona indicada es simplemente único. 



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En el texto hay: amor, dolor, fuerza

Editado: 27.11.2019

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