Lineage Chronicle: First Hunt

Capítulo 3: Búsqueda

ASH GROVE

En un día soleado, un hombre llegó a su tienda para empezar la jornada con los quehaceres del negocio.

El aire salobre del puerto se colaba por cada rendija, mezclado con el crujido de la madera vieja del muelle y el lejano graznido de las gaviotas.

Decidió, por última vez, encargarse de las cajas del fondo exterior. Pero mientras descargaba, se percibía en el ambiente que alguien lo acechaba. Un escalofrío recorrió su espalda; el aire se volvió un poco más frío… quizá por las olas cercanas, o tal vez por algo más.

De pronto, se escuchó un ruido: algo metálico cayó y rodó por el suelo, retumbando entre las paredes de madera.

El hombre, percatado de eso, avanzó a inspeccionar con pasos lentos. El eco de sus botas resonaba en el silencio tenso.

Descubrió al culpable: un gato, que se arqueó, bufó con un chillido agudo y huyó despavorido hacia la calle, perdiéndose en la bruma matinal.

El corazón del hombre se relajó un segundo… hasta que se dio la vuelta y vio a una criatura escamosa lanzándose sobre él.

La piel del monstruo relucía húmeda bajo el sol, sus ojos fríos como vidrio marino.

Lo único que alcanzó a hacer fue soltar un grito ensordecedor que se perdió en el rumor de las olas antes de desaparecer.

EN MEDIO DE LA CARRETERA

En unos flashbacks se veía a Chase y Jack enfrentándose a la bestia: zarpazos cortando el aire, el rugido de las criaturas y la respiración agitada resonaban como un eco angustiante. Luchaban contra la manada de monstruos y Sullivan, entre gritos, fuego y sangre, sacrificándose para salvarlos. Entremedio de los recuerdos se escuchaba una voz, firme pero distante:

—Chase, despierta, ya estamos llegando —dijo Jake.

Chase despertó como si no hubiera dormido en días, el pecho subiendo y bajando con esfuerzo.

—¿Cómo que ya llegamos? —preguntó, refregándose los ojos pesados.

—Te dormiste algunas horas y faltan 5 minutos para Ash Grove —contestó Jake, con la vista fija en la ruta.

—Ah, genial, encima amaneció —murmuró Chase, mirando el cielo grisáceo que despuntaba.

En las cercanías se veía el cartel oxidado de un pueblo pesquero: Welcome to Ash Grove. El hierro vibraba suavemente con el viento marino.

—No parece mal lugar… me pregunto qué habrá buscado acá mi abuelo —pensó Chase en voz alta.

En la recepción del hotel, el olor a madera húmeda y café viejo impregnaba el aire. Jake hacía el registro mientras Chase agarraba un diario para ver qué pasaba en el pueblo. Ya en la habitación, de cortinas raídas y alfombra gastada, Chase comentó:

—Deberías ver lo que descubrí en el diario.

Jake se acercó.

—¿Qué es?

—Mira: empezaron a ocurrir desapariciones y la policía está investigando.

—Recién llegamos y ya hay problemas —dijo Jake, tirando el diario sobre la mesa—. Así que esta será nuestra nueva realidad.

—Voy a revisar la bitácora de mi abuelo para ver cómo empezamos —respondió Chase, hojeando el cuaderno con cuidado.

Entre las páginas encontró un recorte con la foto de un hombre.

—Entrevista a José Hernández… parece vieja la noticia.

—Bueno, ahí tenemos nuestra pista, tenemos que encontrar a este Joseph —dijo Jake.

—Se dice José —corrigió Chase.

—Bueno, no sé hablar mexicano —respondió Jake con ironía.

—Es español el nombre —replicó Chase, en tono serio.

—Mejor vamos a buscar esa pista antes de que te golpee —bromeó Jake.

Chase, con la bitácora en la mano, comentó:

—Este hombre pudo hablar con mi abuelo. ¿Cómo vamos a encontrarlo?

Jake, sonriendo con seguridad, señaló al vendedor en la calle.

—Este pueblo es pequeño, solo hay que preguntarle a la persona indicada.

—Hola, amigo —saludó Jake al acercarse.

—Hola —respondió el vendedor, con mirada rara.

—Vos parecés de los que conocen a todos acá, ¿nos ayudarías a buscar a una persona? —preguntó Chase.

—Sí, conozco a la gente… pero eso depende.

—¿Depende? —repitió Chase.

—Depende de cuánto estén dispuestos a dar.

Jake puso cara seria y sacó la billetera.

—¿Cuánto quieres?

—Treinta.

—¿Treinta dólares? —Jake se guardó la billetera riendo—. Tengo una mejor propuesta.

De manera rápida, lo tomó del cuello de la remera. El olor del sudor del hombre se mezcló con el aire salino. Chase intervino:

—Bueno, ¿qué tal si nos calmamos? —y apartó a Jake del vendedor asustado—. Solo díganos si conoce a José Hernández.

—Sí, lo conozco, tiene una tienda de mariscos al final de la calle —contestó el vendedor, tragando saliva.

—Ok, gracias —respondió Chase, alejándose con Jake.

—Me hubieras dejado golpearlo un poco —refunfuñó Jake.

YA EN LA TIENDA DE JOSÉ

Chase miraba por el vidrio, empañado por la humedad.

—La tienda parece vacía… igual entremos, quizá tengamos que llamarlo.

Jake abrió la puerta.

—¿Hola? ¿José Hernández? —llamó.

Silencio total. Solo el leve golpeteo del viento en la chapa del techo.

—Son recién las 10 de la mañana… ¿Por qué no hay nadie? —se preguntó Chase.

Jake avanzó hacia la puerta de la trastienda.

—Bueno, quedará otra cosa que investigar.

—¡Jake, qué haces! Es propiedad privada —protestó Chase nervioso, siguiéndolo.

La trastienda los llevó al fondo, donde había suministros y cajas tiradas. El aire estaba impregnado de sal, humedad y un olor metálico inquietante. Jake cortó el silencio:

—Qué olor raro hay aquí.

—¿Olor? Yo no siento nada —contestó Chase.

—¿Estás diciendo que invento olores? —gruñó Jake.

—No, a menos que tengas olfato de lobo —bromeó Chase.

—Mejor me voy a investigar por allá —añadió, apartándose un poco.

Jake se inclinó sobre unas cajas y señaló una con manchas oscuras. Mientras tanto, Chase notó en la esquina una pequeña cámara de vigilancia apuntando a la sala. Su observación se cortó con la voz de Jake:




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