Lineage Chronicle: First Hunt

Capítulo 4: Noche en el museo

Jake y Chase entraron a la ciudad, Chase no podía dejar de observar la ciudad pintoresca: fachadas antiguas, faroles de hierro, un bullicio ordenado que contrastaba con la calma de sus pueblos chicos. El contraste lo dejaba atónito.

Detuvieron el auto en la esquina de un restaurante. Jake mascullaba contra el parquímetro, mientras Chase aspiraba el aire fresco con una sonrisa breve, como si todo fuese nuevo.

—¿Entramos? —sugirió, mirando el letrero de neón.

Jake resopló y lo siguió.

Dentro, el olor a café recién molido y fritura impregnaba las mesas. El murmullo de cubiertos y vasos creaba un fondo constante. Jake ya tenía un pastel de café delante; Chase esperaba su hamburguesa con impaciencia.

—Linda ciudad —comentó Jake, probando el pastel con calma.

Chase apoyó la bitácora del abuelo sobre la mesa. Jake arqueó una ceja, incrédulo.

—¿En serio ahora te vas a poner a buscar pistas?

—Solo tenemos esto. Él vino acá buscando algo. Ni siquiera sabemos qué era o dónde está. Algo deberíamos encontrar para empezar.

Pasó páginas sin descanso: símbolos, notas crípticas, garabatos. Nada le hacía sentido. Chasqueó la lengua y cerró el libro con fastidio.

—No encuentro nada que ayude.

Jake masticaba tranquilo, como si no le preocupara.

—Entonces las pistas están acá, en la ciudad.

Mientras decía eso, un hombre en una mesa cercana giraba disimuladamente para ojearlos. Jake lo notó al instante.

—Alguien nos está mirando. Agarra tus cosas y sígueme.

Chase lo miró con cara de protesta.

—Pero mi hamburguesa todavía no…

—No importa, ya pedirás otra.

Jake ya estaba de pie. Chase bufó, recogió la bitácora y lo siguió hasta la salida.

El extraño salió del restaurante apenas segundos después de ellos. Se mantuvo a distancia, con pasos contenidos, hasta ver que los muchachos doblaban en un callejón. Entró tras ellos, pero el pasillo estaba vacío.

—¿Dónde se habrán metido? —murmuró, girando la cabeza de un lado a otro.

Una mano le cayó de golpe en el hombro y lo empujó contra la pared. El sonido seco del impacto reverberó en el callejón.

—¿Quién eres? —Jake lo mantenía inmovilizado, un arma apuntando directo al pecho.

Chase, sorprendido, se quedó helado.

—¿De dónde sacaste el arma?

—Desde lo de Ash Grove la llevo encima —escupió Jake, sin bajar la guardia.

El desconocido levantó las manos lentamente, intentando calmar la tensión.

—No hace falta llegar a esto muchachos…

—Si alguien nos sigue, claro que hace falta.

—No quería seguirlos. Solo quería confirmar si eran como me había dicho él.

Jake presionó más el hombro del hombre.

—¿Él?

El extraño, con voz semi calmada , se quitó la capucha. Su rostro arrugado quedó expuesto bajo la luz tenue.

—Hablo de tu abuelo chase. Soy un amigo de antaño de el

—Pasen, caballeros. Esta es mi casa.

La vivienda tenía un aire solemne. Muebles de madera oscura brillaban bajo la luz de lámparas antiguas, vitrinas exhibían objetos extraños y polvorientos, y los cuadros en las paredes parecían seguirlos con la mirada. Chase se sentó en el borde del sillón, incómodo; Jake permaneció de pie, observando todo con recelo.

—Déjenme presentarme: Ian MacAllister. Vengo de una larga estirpe de coleccionistas y conocedores de rarezas… incluso de las más misteriosas.

Jake ladeó la cabeza, escéptico.

—¿Y sabe de cosas sobrenaturales?

—Ian frunció el ceño, ofendido—. No lo llamaría de manera tan vulgar… pero sí.

—¿Y qué vínculos tenía con mi abuelo? —preguntó Chase, inclinándose hacia adelante.

Ian entrecerró los ojos, como repasando un recuerdo.

—Nos conocimos en nuestra juventud. Una vez, buscando una joya rara en un bosque, un wendigo me atacó. Recuerdo el frío, sus garras acercándose… hasta que Abraham apareció y me salvó. Desde entonces, me consultaba como experto.

Jake cruzó los brazos con impaciencia.

—No necesitamos saber de su vida. Queremos saber qué hacía acá el abuelo de Chase.

Ian sostuvo la mirada, molesto, antes de continuar.

—Vino por un artefacto. Me mostró esta foto —sacó una arrugada de su bolsillo y la dejó sobre la mesa—. Estaba guardado en el museo de la ciudad. Planeaba “tomarlo prestado” para estudiarlo.

Explicó que Abraham había irrumpido de noche y que lo último que supo de él fue una llamada agradeciéndole su ayuda antes de marcharse de la ciudad.

Chase abrió los ojos, incrédulo.

—¿Y solo se fue así, nada más?

—Sí. No sé si logró conseguirlo o si se asustó y huyó.

Jake se incorporó con gesto pensativo.

—Si no sabemos si lo consiguió, podríamos hacerlo nosotros. Si lo tenemos, quizás vuelva.

—¿Y si ya lo consiguió? —preguntó Ian, arqueando una ceja.

Jake se encogió de hombros.

—Bueno… hasta ahí llegaba mi idea.

Chase soltó un suspiro cansado.

—Es nuestra única pista. Tendremos que intentarlo.

En las calles de la ciudad

Jake avanzaba hacia el museo refunfuñando:

—¿Por qué yo tengo que hacerlo?

Chase y el coleccionista lo seguían desde otro punto con una computadora.

—Siempre que estamos en un hotel ves James Bond, ¿no querías serlo? —ironizó Chase.

—Sí, pero él se infiltraba en lugares geniales. Yo voy a un puto museo.

—No importa. Además, tenés las habilidades para esto; yo estaría muerto de nervios.

Jake masculló.

—También porque no te dejé llevarte la hamburguesa.

—En parte, sí —contestó, justo antes de llegar a la puerta lateral del museo.

Ian tomó la palabra por el auricular:

—Ponte los anteojos y oculta el micrófono.

Jake se ajustó el equipo. Del otro lado, Chase e Ian podían mapear el interior.

—Dirígete al extremo este. Ahí, detrás, está la bóveda donde guardan los objetos.

Jake caminaba, observando las cámaras de vigilancia. Llegó a una puerta con sensor de tarjeta. Chase analizó el video.




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