Lineage Chronicle: First Hunt

Capitulo 11: descubrimiento

Chase se levantaba un poco aturdido de la cama, llevándose la mano a la nuca. Con la vista nublada, increpó a su abuelo:

—Abuelo, ¿me pegaste para desmayarme?

Abraham lo miró de frente, sin titubear, y le admitió que sí; era la única forma de salvarlo porque se negaba a irse. El viejo sentenció que aquel chico tenía una fuerza especial, y eso haría que Joseph no lo matara, pues lo vería como algo único para investigar y experimentar.

—Solo fue un sacrificio y retirada estratégica tu amigo lo entendió bien —concluyó Abraham con frialdad.

—¡Estoy harto de esto! ¡De este mundo y de ti por mentirme tanto! —estalló Chase, poniéndose de pie de un salto—. Quiero saber ya mismo todo lo que estás ocultando, en especial lo que mencionó ese hombre demente.

—Son mentiras de ese demente con el artefacto —respondió el viejo, intentando evadir la mirada de su nieto.

—Eso no es mentira, sé que con eso no miente —le recriminó Chase—. Te alteraste bastante. ¿Qué secreto sobre ti iba a revelar Joseph?

Abraham guardó silencio un segundo. Luego lo miró con una seriedad que calaba los huesos.

—¿Quieres saberlo? Muy bien —dijo Abraham.

Se sentó sobre la cama, tomó aire como si cargara con el peso de siglos y soltó la verdad:

—Pertenecemos al linaje Van Helsing.

—¡EHHH! —pronunció Casey desde una punta de la habitación, encogiéndose e intentando no sobresalir ante semejante confesión.

—Eso es lo que querías oír, chico —continuó Abraham.

De repente, el mundo a Chase le daba vueltas. La realidad que conocía se desmoronaba.

—¿Eh? No... no puede ser. Mi apellido es Banister —balbuceó Chase, sintiendo cómo la lógica se le escapaba entre los dedos—. Además... eso significaría que tú y el señor Dwight...

—Sí que somos primos —lo cortó el abuelo, con voz grave—. Pero te mintió porque respetaba la voluntad de tu padre.

Abraham se inclinó hacia adelante, con la mirada cargada de un viejo dolor.

—Él es la razón por la que tardaste tanto en saberlo, Chase. Tu padre iba a ser la próxima generación, el heredero de todo esto. Pero un día discutimos sobre ese destino y cortó todo lazo conmigo. Adoptó nuestro apellido falso como legítimo solo para asegurarse de no tener nada que ver con el mundo de los Van Helsing.

Abraham se acercó, lo tomó del hombro con una mano y le habló con una sinceridad amarga:

—Chase, tienes que entender que nunca te quise abandonar y dejar solo a tu amigo, pero tenía que intentar detener y cerrar este caso. Sullivan lo entendió y por eso me dejó ir, y ahora que no está, tengo que honrarlo a él y a Josh terminándolo.

—¿Josh? —le preguntó Chase, confundido por el nombre.

—Sí, él es por quien empezó este caso y también es la razón por la que no me deja hace treinta años —confesó Abraham.

El abuelo relató entonces que todo empezó cuando estaba por jubilarse de la cacería para formar su familia. Habían hecho una fiesta con todos; incluso el "ñoño" de Ian había asistido, a pesar de ser reservado. Fue entonces cuando Josh Stumacher, un joven con un futuro brillante como cazador, le pidió una última cacería en San Francisco tras una “bestia especial”. Abraham declinó: no quería revivir la chispa y solo le advirtió que tuviera cuidado.

—Ahí firmé su sentencia —admitió Abraham con la voz quebrada—. A las horas, él me habló totalmente asustado y agitado, diciéndome que esto no era una simple criatura, era toda una bestia desconocida para nosotros y que se confió. Me dio su dirección y fuimos con Sullivan de prisa al centro para salvarlo, pero cuando llegamos ya era tarde. Vimos un charco de sangre y a Josh tirado en el piso; la bestia lo había rebanado como si fuera una hoja de papel. Ahí la vimos, en lo alto de un edificio, rugir como si tuviera un megáfono; nunca había sentido tanto miedo e impotencia en mi vida como esa vez.

Por su culpa, un hombre había muerto. Abraham se obsesionó durante décadas, buscando respuestas en bitácoras de antepasados hasta conectar los puntos.

—Ahí decidí marcharme, esperando que en la ignorancia tú, Chase, estuvieras a salvo, pero parece que me equivoqué —concluyó el viejo cazador.

En otro lado de la ciudad, el lugar se veía semioscuro, con la poca luz que venía de las máquinas que había en ese laboratorio. Allí se encontraba Jake en una camilla, esposado, inconsciente, hasta que recuperó la razón y vio que estaba amarrado.

—¿En dónde estoy? —preguntó Jake.

—Estás en mi humilde morada, Jake Schmidt —le respondió una voz desde el fondo—. La razón por la que estás aquí es porque vi que eres un espécimen sumamente especial, y no solo por ser amigo de los Van Helsing.

—¿De qué habla? —soltó Jake, confundido.

—Ah, sí, sorpresa: Chase es un Van Helsing, como su nada despreciable abuelo. Pero, como dije, tú tienes algo que ellos no, y es tener las habilidades de un ser sobrenatural teniendo un ADN totalmente humano.

Joseph se acercó un poco más y continuó con su explicación:

—Mientras estabas dormido, estudié a fondo tu mapa genético y no hay una gota de rareza; por eso me intriga cómo un ser humano tiene la fuerza para cargar varios cientos de kilos y, mucho más importante, regenerarte de heridas mortales.

—Bueno, espero que un puto psicópata de la ciencia las tenga, porque yo no —le soltó Jake con rabia.

—Ah, eres muy gracioso; los de tu generación son así —le dijo Joseph con una sonrisa burlona—. Siempre retando o burlándose de sus mayores.

—¿Mayores? Pero debes tener solo diez años más que yo —replicó Jake.

—En eso te equivocas, my friend, soy mucho más viejo —le decía Joseph mientras sacaba de un frasco una jeringa con una sustancia negruzca. Se la mostró a Jake mientras se la inyectaba a sí mismo. Esto es sangre de sirena con sangre de vampiro bien mezcladas; pueden parar el envejecimiento del organismo por cinco años. Por eso puedo tener la edad de Abraham, pero no verme como él.




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