Líneas Huérfanas

1 - NO DEJES QUE ME DUELA

Y llegó el gran día en el que la solución a todos los problemas existenciales fue descubierta. Ya se había determinado que la felicidad futura, la armonía y el bienestar, de cara al futuro, de cada uno de nosotros, dependía de sus recuerdos, de las vivencias pasadas, de su memoria. Entonces, luego de un enorme proceso de prueba y error, se creó un método por el cual, todos podían pedir una memoria a medida que los liberara de traumas. O, por el contrario, que les incluya alguna experiencia traumática ligera, como para generar una posible evolución en su comportamiento, porque también existía gente que hacía de ellos una motivación.

Había para recuerdos para todos los gustos. Equipos de especialistas trabajaban para satisfacer todas las demandas posibles, y creativos generaban más y más recuerdos jamás vividos para que todos tuviesen variedad y calidad, sin superposiciones incómodas.

Claro que para entonces, la Inteligencia Artificial era la vedette irremplazable y capaz de abastecer al mundo entero de líneas de tiempo originales y vistosas, pero siempre había clientes dispuestos a pedir que un equipo de guionistas se sentara en un brainstorming a componer su historia de modo artesanal, a la vieja usanza.

Entre muchas de las ventajas que tuvo este descubrimiento, fue la enorme caída de los niveles de criminalidad. Un tiempo atrás se había desarrollado la manera de manipular una psiquis para que no evolucionara en una personalidad psicopática, y ahora se sumaba que todo trauma que pudiera potenciarlo, quedara enterrado en un mar de nuevos recuerdos, creando una personalidad totalmente optimizada.

Desaparecieron las inseguridades, los complejos de no haber vivido experiencias gloriosas, los anhelos de viajes, los comportamientos miserables y sobre todo el resentimiento que provenía del dolor que se negaba a cicatrizar. Incluso algo tan natural como la pérdida de seres queridos, era posible de compensar con la simple desaparición del mal momento.

Claro que se podía elegir, pero eran muy pocos, y cada vez menos, los que elegían mantener ese dolor tan humano, intacto.

Incluso hasta se podía dignificar algo como una cicatriz o herida obtenida de manera vergonzosa, cambiándola por una anécdota épica que la llenara de gloria. Como la historia de ese hombre que siendo poco más que adolescente, perdió su brazo intentando sacar medio cuerpo desde la ventanilla de un tren en movimiento. Una señal en el camino se lo cercenó sin advertencia y por poco pierde la vida.

Durante mucho tiempo su anécdota fue objeto de burla, porque no podía dejar de pensarse en el resultado esperable y hasta justo de una imbecilidad, fruto de la imprudencia. Y ese muñón era el constante testigo de algo patético, se convirtió en una medalla de guerra cuando comenzaron a implantarse recuerdos y decidió ofrecerse como voluntario.

Ahora, cada vez que le preguntaban cómo había perdido su brazo, narraba con orgullo el día en que, estando en el centro de la ciudad, en horario de mucho tráfico, salvó a una niña de ser atropellada. Se lanzó sin dudarlo sobre ella y logró evitar que sufriera el más mínimo daño. Pero el auto que iba a gran velocidad pasó por encima de su propio brazo, con tanta mala suerte que hubo que amputarlo sin posibilidad de reconstrucción. El muchacho contaba su historia con los ojos cristalizados, como si recordara el dolor de manera muy vívida, y la gente lo escuchaba con atención y conmovidos con su actitud. Todo lo que implicaba esa historia era digno de ser recordado y homenajeado, ya nada quedaba de ese tonto accidente adolescente a bordo de un tren.

Pero a veces también aparecían ciertos eventos que terminaban siendo paradójicos, o inevitables, demostrando una vez más la falibilidad del sistema.

El sujeto Adam B. era uno de esos casos. Llevaba años en prisión, condenado a muerte. Había secuestrado, violado y asesinado a una decena de mujeres, desde menores a señoras de mediana edad y a pesar de que la orden de ejecución llegaba año tras año, siempre era apelada por una organización de derechos humanos, que lograba su aplazamiento. Ahora Adam se disponía a ser parte de un experimento de supresión e implantación de recuerdos, que presuntamente lo convertirían en un hombre con un pasado intachable. Una parte de la sociedad consideraba esto como una real aberración, una falta de respeto para las víctimas y sus familiares, y la ausencia total de una justicia que pudiera impartir castigo ejemplificador a los responsables de crímenes tan brutales. Pero las leyes, votadas en el parlamento, habían sido modificadas para exculpar a todo aquel que se sometiera al nuevo tratamiento y pudiera borrar su pasado. No habría delito que castigar, y por el contrario, de esta manera podía integrarse cualquier ciudadano perdido a la nueva sociedad.

El Dr. Peters sería el encargado de aplicar la técnica, y un secreto inquietante se escondía en su propio pasado. Peters había perdido una hija a manos de un asesino tiempo atrás, y se negó, en pleno derecho, a ser tratado por el centro en el que trabajaba para eliminar esos tortuosos recuerdos. Claro que no había sido Adam el asesino de su hija, pero le resultaba imposible no asociar a ese perverso que le arrebató a su niña, muerto en un tiroteo con la policía, a este nuevo “ciudadano” al que se intentaba recuperar.

El supervisor de Peters, el Dr., Miller, conocía la historia de su colega, pero aprobó que fuese él mismo quien se encargara, luego de evaluarlo psicológicamente y considerarlo apto.

El tratamiento consistía en la aplicación de tres inoculaciones y luego la inducción de ondas electromagnética, que completaban el trabajo de estimulación de las nanopartículas inoculadas. Todo debía hacerse en el lapso de una semana y en un ambiente hermético y aislado. Al tratarse de un recluso en este caso, el alta se daría solo para que regrese al pabellón, y la libertad, por el momento, no estaba en discusión. Únicamente la amnistía a su condena de muerte, si daba resultado.



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En el texto hay: misterio, versos, historias

Editado: 24.08.2022

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