Líneas Huérfanas

6 - ¿CÓMO ESTÁS?

—Hola, ¿cómo estás?

—Bien, gracias!

—No, no me entendiste, te pregunté de verdad “cómo estás”. No era parte del saludo.

—Bueno, gracias, aprecio el interés. Ya te dije que bien, como siempre.

—Disculpame si no termino de creer que eso solo sea lo que tenés para decirme. Sé que es normal porque nunca te lo pregunto, pero creo que llegó el momento. ¿Cómo estás?

—Está bien. Intentaré explicarlo. Me siento bien, en control de mis emociones, pero a la vez algo contenido y frustrado. Siento que no puedo ser yo mismo al entregar lo que tengo para dar. Que debo contener el amor que brindo. O que quiero brindar, porque no quiero ser malinterpretado, o porque no quiero ahogar o espantar a quien quiero. Como si se tratara de una planta a la que en lugar de regar todos los dias solo humedeciendo la tierra, le tirara un balde de agua de golpe. Sin dudas la arruinaría.

—Bueno, gracias por compartirlo al fin. Pero decime, ¿no sos capaz de saber cuando le tirás agua por demás a una planta como para arruinarla? ¿qué te hace pensar que al demostrar amor no es lo mismo?

—Si, quizás no sea la mejor analogía.

—Al contrario, ¡es muy buena! Porque es intuitivo. Probablemente nadie te lo haya enseñado pero sepas cómo hacerlo. Amar es igual.

—Bueno, pero una planta no tiene tantas maneras de responder a las atenciones y cuidados. ¿Que pasa si no hace nada, si te muestra frialdad? No digo que uno lo esté esperando, pero quizás por eso la analogía no sea buena.

—Las plantas te dan aroma, oxígeno, flores con colorido. Todo porque les das cuidado y las iluminas. Claro que lleva tiempo, a veces esa frialdad es solo parte de un proceso que requiere de paciencia.

—Entonces ¿cuánto debería esperar para que eso se sienta igual del otro lado? ¿Para que sienta que hay el mismo interés por amar del que tenga yo? ¿Cuánto tardará la otra “planta” en acusar recibo de las gotas de amor en dosis diarias?

—O cuánto tiempo hasta que te pregunte: ‘¿cómo estás?”

—Exacto, algo así.

—Cada uno tiene sus tiempos. A veces parecen eternos, y si bien la paranoia nunca es aconsejable, tampoco sabemos que tan bien negocian la cabeza y el corazón del otro lado. No hablemos de malas intenciones, pero si de confusiones como la que tenés ahora.

—Entiendo, aunque sigo sin ver la solución.

—Hablarlo siempre es un principio de solución.

—Y es también exponerse. Como el baldazo de agua a la planta.

—No, ya quedamos en que sabés perfectamente que eso mataría a tu planta y por eso no lo hacés. Hablar no es tirar un baldazo, es comenzar a regar con fertilizantes.

—Siempre tenés la palabra justa. O la cantidad de agua para no causar daño. Entonces, ¿qué hago?

—Te voy a dar dos recomendaciones, espero que te alcancen, es mejor que nada y algo por donde comenzar.

—Te agradezco.

—La primera, esperá que te pregunte “cómo estás”. No importa que lleves mil veces preguntando vos primero, esperá a que llegue ese momento. Y cuando pase, no respondas “bien”, como si fuese un saludo, abrí tu corazón. Si es la persona correcta, lo apreciará y las cosas mejorarán. Si no, ya no seguirás perdiendo el tiempo. Ninguno de los dos lo hará.

—Suena lógico. ¿Y la segunda?

—Dejá de hablar tanto con el espejo, no siempre te va a decir lo que quieras escuchar.

—Es verdad, pero ¿no sería eso lo mejor?

—Es lo que te recomiendo, pero insisto en que tal vez no sea lo que quieras escuchar. Es tu decisión…

 



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En el texto hay: misterio, versos, historias

Editado: 24.08.2022

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