Líneas Huérfanas

11 - UN SEGUNDO

—¿Puedo pedirte un favor?

—Si, decime

—Que me guardes un segundo, este que acaba de pasar.

—No te entiendo, ¿querés que te dé un segundo para decirme algo?

—No, no, simplemente que me guardes en tu memoria este, ese en el que nos vimos por primera vez a los ojos y por un momento, fuimos uno.

—Me parece que estás imaginando cosas.

—Es probable. De hecho, así fue. Y disculpame si te metí en el mismo bote. El que te lleva navegando por esas aguas que terminan confluyendo. A veces el curso puede fallar, o el bote zozobrar, pero lo que uno siente, no admite confusiones, y de eso me hago cargo. Te vi compartiendo el resto de mi vida, y por ese instante, fui muy feliz.

—¿Siempre tenés esos versos a mano para encarar a alguien?

—No, por favor. Sé que suena a que estoy tirándome un lance con vos, sin embargo no es así. No pretendo más que lo que te pedí. Y ahora estoy seguro de que lo vas a hacer, de que vas a cuidar ese segundo en tu memoria, por si lo llego a perder. Tampoco es que pretenda que alguna vez me lo devuelvas, no creo tener tanta suerte. No obstante, pienso como los griegos antiguos, que nada perece si permanece en la memoria.

—Es que solo fue una mirada. No te voy a negar que no me pasa muy seguido, pero…

—Lo sé. A mí tampoco, quedate tranquila. Es una especie de magia. Aprendí a convivir con ella, a tener una cantidad discreta de segundos que atesoran miradas como la que tuvimos, con promesas imaginarias de grandes historias de amor que rara vez serán. Y esta es la primera vez que decido ir más allá. No con la intención de pedirte que nos veamos de nuevo, o de que salgamos. Aunque te parezca mentira, soy bastante introvertido y esas cosas me ponen muy incómodo. Pero también un poco me pasa como el tartamudo que puede cantar sin que le tiemble la voz, cuando pienso en las implicancias de lo sucedido, puedo transmitirlo sin que mi timidez me juegue una mala pasada.

—Eso quiere decir que ni siquiera me vas a pedir el teléfono.

—No estaba en mis planes.

—¿Y si yo te lo quisiera dar?

—Me pondrías en el compromiso de querer llamarte y que al final, tenga que darte la razón y que todo esto fuese un intento de seducción.

—Sos un bicho muy raro. Sin embargo admito que vi en tu mirada algo…

—Lo sé. El bote del que te hablé, por un momento iban por el mismo cauce. Ya tenés ese segundo guardado, es solo lo que quería.

—Está bien, el sábado salgo a las 20:00, si me pasas a buscar, tengo una bolsa entera de segundos para regalarte. ¿Te serviría algo así?

—No pretendía tanto. Creo que hice bien en pedirte eso. Pero acepto.

—Sos tremendo, ¿a cuántas les habrás pedido que te guarden ese segundo?

—Te equivocas, ¡nunca es el mismo!

do resistir el impulso.

Él se quedó mirando la pantalla eternos segundos mientras sonaba la melodía. Sus ojos se cristalizaron y si el reflejo no la engañaba, ella pudo notar como caía una lágrima.

Cortó. Esa demora le dolía tanto como a él y no estaba segura del desenlace. Ninguno de los dos merecía reavivar el dolor de lo que no fue y se negaba a desaparecer.

Tomó a su hijo de la mano y se alejó lo más rápido que pudo.

—A quién llamabas, mamá?

—A un número equivocado.

—¿Te lo dieron mal?

—No, en realidad a veces el equivocado es uno y le echa la culpa al número. ¿Vamos a tomar un helado? No hay nada como disfrutar del sabor de algo real.

 



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En el texto hay: misterio, versos, historias

Editado: 24.08.2022

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