Líneas Huérfanas

17 - ASÍ ESTOY BIEN

NARRADOR: Ramiro vivió sus primeros 20 años en el seno de una familia numerosa. Era el quinto de nueve hermanos, y una vez emancipado, durante mucho tiempo fue parte de reuniones familiares frecuentes y populosas. Siempre había algún cumpleaños que festejar, entre hermanos tíos, sobrinos y, por supuesto, sus padres. Ellos eran los patriarcas que habían valorado y priorizado la unión y el buen trato entre todos mientras estuvo a su alcance.

Cuando tenía 40, su padre falleció y su madre enferma no tenía la fuerza de voluntad suficiente como para seguir organizando, ni convocando a cada pariente. Algo que había resultado mucho más desgastante de lo que creía cuando lo hacía su esposo. Ramiro estaba casado desde hacía doce años con Silvia, para ese entonces. No habían tenido hijos, y gracias al carácter bastante ríspido de su exesposa, también habían dejado de asistir a esas reuniones. Cada cumpleaños se había limitado a un llamado telefónico o mensaje con una excusa por no asistir, la promesa nunca cumplida de una futura visita, y tal vez un regalo enviado por correo o mensajería.

Por eso mismo cuando Silvia lo dejó, y con su madre también fallecida, Ramiro había quedado solo, sin compromisos diarios, apenas con un par de amigos de la vida y sin siquiera una pareja estable a quien le importara.

Ahora, a sus 57, solía tener una rutina diaria que en los últimos años, era casi toda su actividad social. Iba al mismo café en la esquina más transitada de su barrio, a tomarse un café en la misma mesa, pegada a la vidriera. Constaba de un coqueteo con la camarera que accedía gracias al respeto con el que Ramiro la trataba, una charla “de gaste” futbolero con el dueño en la barra, ya que hinchaban por equipos contrarios, y quizás algún intercambio fugaz con otro parroquiano sobre la noticia del día, si es que era algo que mereciera la pena. Al cabo de una hora, hora y cuarto, ya estaba fuera, rumbo a su casa a disfrutar de su retiro como profesor de secundaria, probablemente viendo TV o leyendo algún libro y no mucho más.

Pero ese día, diez minutos antes de que planeara ponerse de pie, una mujer desconocida se sentó frente a él, con una enorme y amplia sonrisa que casi se unía con su larga y lacia melena azabache a cada lado. Tenía ojos negros, muy vivaces y profundos, y miraba a Ramiro como si lo conociera de toda la vida. Él se sobresaltó, pero no quiso ser descortés, de ninguna manera.

 

MUJER: Hola Ramiro, ¿por qué me mirás como si no me conocieras?

 

RAMIRO: ¿Debería? La verdad es que no te ubico, si es cierto que te conocía de antes, ¿no estarás confundida?

 

MUJER: Te aseguro que no. Igual, aprovechemos este olvido para jugar un poco, ¿te parece? ¿O tenés algo mejor que hacer?

 

RAMIRO: La verdad es que no, tengo un rato más y me gustan los desafíos. ¿Qué tenés en mente?

 

MUJER: Te voy a hacer algunas preguntas y vos me vas a responder con toda honestidad, ¿te parece? Y te aseguro, que al final, o quizás antes, te vas a dar cuenta de quien soy.

 

RAMIRO: Está bien, me gusta la propuesta. Lograste intrigarme.

 

MUJER: Nos conocimos cuando eras chico. Yo te veía por la ventana, mientras tus hermanos hacían de todo por llamar la atención de tus padres, vos, como si ser “el del medio” significara tener que mostrar alguna clase de equilibrio, soportabas cualquier cosa. Y para lograrlo, te aislabas como si estuvieses en otro mundo.

 

RAMIRO: ¿Tanto hace que nos conocemos?

 

MUJER: Sí, digamos que ahí comencé a observarte. Después cuando te pusiste de novio. O te pusieron. Porque, decime la verdad, ¿acaso Silvia no hizo todo desde el minuto cero para que terminen juntos? ¿O a vos te tenía flechado desde siempre?

 

RAMIRO: No, para nada. La verdad es que a mí me gustaba otra chica. Pero no eras vos, aunque pareciera que estabas muy cerca para ver todo con tanto detalle. Igual para mí, el hecho de que ella controlara todo y tomara las decisiones por ambos, me quedó mucho más claro cuando se fue. Y ahora que lo pienso, me llevó unos cuantos años caer.

 

MUJER: Quizás demasiados, aunque cada uno tenga su tiempo de proceso y eso hay que respetarlo. Y no, no era yo la que te gustaba, aunque tus coqueteos conmigo a esa altura eran evidentes.

 

RAMIRO: Me estás haciendo sentir mal, de verdad no te recuerdo, aunque tu cara… bueno, sos hermosa, y tenés un aura especial, es innegable.

 

MUJER: Gracias, pero ojo con eso, porque te aseguro que a veces me puedo ver bien fea. Ahora estoy maquillada y todos me quieren cerca, pero una vez que me ven al natural, en crudo, la gran mayoría quisiera tenerme bien lejos.

 

RAMIRO: Lo dudo mucho. Pero, dale, sigamos. Decime algún otro momento en el que hayas estado cerca, no puede ser que no te recuerde. No quiero perder el juego. Y hablando de eso, ¿podríamos jugar por algo, no? Te invito a una cena si no logro recordarte.

 

MUJER: ¿Y si ganás y me recordás?

 

RAMIRO:También pago yo, pero con una sonrisa.

 

NARRADOR: Rieron cómplices. Ramiro estaba desconcertado, pero al mismo tiempo, se sentía cómodo en esa situación extraña. Aquella mujer parecía conocerlo al detalle, así que debía estar muy cerca en su vida desde las instancias más tempranas. Su cabeza intentaba procesar cada recuerdo, pero no había manera de que pudiera asociar ninguno de ellos a su rostro. Ni siquiera tenía amigos de los que pudiera sospechar que le estuviesen jugando una broma. Por primera vez, se sentía motivado para intentar descifrar un misterio, del que sabía que tenía todo a su disposición. Solo debía colocar correctamente las piezas en su propia cabeza.



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En el texto hay: misterio, versos, historias

Editado: 24.08.2022

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