Líneas Huérfanas

22 - LAS PIEDRAS

Abrió la puerta y se encontró con la sonrisa más amplia y brillante que había visto en su vida. La chica era menuda, llevaba el cabello corto y sus ojos eran chispeantes. Pero lo más extraño, aunque le pareciera agradable, era la mirada. Ella lo observaba como si lo conociera de siempre, mientras que a él, apenas le parecía alguien familiar.

 

—Hola vecino. Me dejaron algo para vos —dijo mostrando una mochila negra, que también se le hizo conocida, pero no como algo que le perteneciera—. ¿Puedo pasar?

 

Marco se sintió desconcertado, pero al mismo tiempo sentía una curiosidad creciente. Ahora sabía que se trataba de la chica que vivía en la otra cuadra y a la que veía cada día de pasada cuando iba a su trabajo, por lo general limpiando su jardín o la vereda. Aunque seguía sin entender por qué ella tendría algo suyo.

 

—Si, claro, disculpame la demora, pero me sorprendiste. Adelante.

 

Ella entró decidida. Marco le ofreció café. Comenzaron a beberlo en silencio. Antes de que la situación se tornara más incómoda, la chica comenzó a hablar.

 

—Soy Lara. Espero que me recuerdes a pesar de tu cara de sorpresa, porque yo te tenía presente aún antes de la llegada de…. —se interrumpió antes de tomar la mochila—, esto. Un hombre de unos setenta y pico de años, vestido de negro, de sombrero y con aire muy misterioso, me la dejó pidiendo que te la entregue. La verdad, debería haberle preguntado por qué no te la trajo directamente, o bien rechazarla. ¡Hasta podría haber sido una bomba! Pero por alguna razón que no termino de entender, se la acepté y solo asentí con la cabeza que te la daría, sin decir nada más hasta que desapareció.

—Bien, entiendo que te hayas sentido confiada, pero ¿qué tal si trajiste la “bomba” y me termina explotando a mí. O a los dos, en este momento.

 

Lara exhibió su sonrisa de dientes perfectos de nuevo, Marco comenzó a sentir la necesidad de hacer que el gesto se repita todas las veces que pudiera, le parecía hermosa.

 

—No te preocupes, no pude con mi curiosidad. La mochila está llena de piedras.

—¿Piedras? ¿Escombros? ¿qué tipo de broma…

—No, te mostraré. —abrió el cierre y le señaló el interior. Más que piedras parecían huevos, eran pulidas, brillantes, del tipo cántaro o guijarro, nada con bordes afilados o que parecieran restos.

—No entiendo.

—Pues, cuando te explique vas a entender menos. O más, al final de todo. Esto seguramente debe tener algo de lo que debas aprender. Porque me sirvió de mucho recibirlo, aunque el paquete no fuese para mí.

—Bien, por favor, decime todo lo que sepas, porque de verdad no entiendo nada. Creo que vi esa mochila en un negocio hace unos meses y me gustó mucho, pero no me decidí a comprarla, pensando en que viajo poco, o que cuando salgo lo hago a un destino cercano y no llevo muchas cosas, pero estoy seguro de que no es mía.

—Diste en el clavo. Estas piedras simbolizan todas las decisiones que no tomaste en tu vida.

 

Marcó sonrió por primera vez con franqueza.

 

—Ahora entiendo todo, me querés vender un curso de coaching. Buen truco, la verdad, sos muy original.

 

Lara abrió la boca, sorprendida, pero luego pensó en toda la situación y no le pareció descabellada la acusación, así que lo acompaño con otra carcajada.

 

—¡No, tonto! Ni siquiera creo en el horóscopo. Mucho menos hago autoayuda. Si me prometés que no vas a asustarte, te muestro por qué estoy diciendo esto. ¿Estamos de acuerdo en que no nos conocíamos, verdad? Digo, más allá de vernos cuando pasas por la puerta de casa, a veces sin saludar.

—Si, claro. Adelante.

 

Lara metió la mano y tomó una piedra blanca. La apretó en su puño y cerró los ojos por unos segundos.

 

—Esta es de cuando no hiciste ese curso de paracaidismo. Te morías de ganas, pero tanta gente te dijo que estabas loco, que te podías matar, que no servía para nada, que al final, desististe.

 

Marco frunció el ceño, con algo de intriga.

 

—¿Cómo podés saber eso?

—No lo sé, me lo está diciendo la piedra. ¿Fue así o no?

 

Lo peor de lo que decía Lara, no era el hecho de saber del curso, que había pasado hacía no menos de diez o doce años, sino de saber exactamente el motivo por el cual no quiso tomarlo.

 

—Está bien, eso pasó, pero me dijiste que esas piedras significaban decisiones que no tomé. Sin embargo, decidí NO tomar ese curso.

—Error, la decisión no fue tuya. Dejaste que los demás la tomen por vos.

 

Marco se quedó pensativo. Lara dejó la piedra blanca sobre la mesa y tomó otra, un poco más grande, de color ámbar.

 

—Esta es de cuando no quisiste asociarte a ese amigo que te propuso un negocio de envases personalizados. No lo hiciste por no arriesgar lo poco que tenías para invertir. Y al final tu amigo lo hizo solo y hoy es líder en el rubro. Antes de que me preguntes, tampoco decidiste no hacerlo, hubo gente en tu familia, de hecho también tu pareja en ese momento, que te recomendaron no “cometer esa locura”.



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En el texto hay: misterio, versos, historias

Editado: 24.08.2022

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