Alguna vez me preguntaron, como a todos,
“qué querría ser de grande”.
Y sin que me diera cuenta,
ese día llegó, ausente de respuesta.
Porque si antes contesté fue por reflejo.
Sin idea de lo que vendría después.
Sin saber de lo que de verdad te hace crecer.
La pregunta parecía ser sobre profesiones
Si quisiera ser ingeniero, médico o aviador.
Si quisiera ser abogado o constructor.
Pero nade consultó si quisiera ser de alguien,
su más grande amor.
“Sos chico, ya habrá tiempo”, me decían si curioseaba,
Sin que yo pueda entender,
que el dar amor, no puede dejar de ser materia,
si hablamos de real educación.
Entonces tuve que aprenderlo por observación.
Como tuve suerte, fui testigo,
de dos seres que se amaban sin concesiones.
Su amor no era perfecto, pero si equilibrado.
A veces parecía resquebrajarse,
pero ahí estaban ellos, reparando todo a nuevo.
A veces brillaba con intensidad,
y entonces allí seguían, aunque disfrutando a pleno.
A veces se escondía, como ausente,
hasta que desde el fondo gritaba,
que jamás se iría, mientras lo cuidaran.
Que jamás se apagaría, mientras lo alimentaran.
Y cumplió la promesa y los acompañó
Hasta que uno de ellos dio el último suspiro
Y así y todo, jamás dejó que impere el olvido,
y ese amor nunca dejó solos a ninguno de los dos.
Y entonces supe que cuando fuese grande, querría uno igual.
Un amor que pueda generar yo mismo,
pero al que se pueda mantener de a dos.
Uno que sea tan transparente
que no permita que nos ocultemos
ni nos reflejemos mal.
Uno que nunca me deje quitar más de lo que doy,
ni que omita recordarme,
que para que no se vaya, ni se muera,
nunca habrá un “yo” que valga más que el “nosotros”.
Ni un “nosotros” que anule nuestros “yo”,
sino que los eleve.
Hoy ya soy grande y nadie me pregunta qué quiero ser.
Y al fin soy lo que nadie imaginó (ni siquiera yo).
Y ya fui el gran amor de alguien y otros lo fueron para mí.
Y también pude serlo y no fue así,
porque no todo en la materia aprendí.
Así que pueden seguir preguntando,
sobre lo que quiero ser de grande,
porque me voy a sentir realmente enorme,
cuando alguien por fin me diga,
que he aprendido a amar.