Lío en el arcén

10.

—¿Quién es? —murmuró Diego solo moviendo los labios.
Me encogí de hombros.

—Ojalá lo supiera yo también.

La pantalla mostraba un número larguísimo, completamente desconocido. Carraspeé y pulsé el botón verde.

—Dime.

—Pup... —la voz femenina al otro lado se detuvo. Diego casi pegó la oreja al móvil. —Xermán, ¿puedes venir a buscarme?

Su voz sonaba pastosa, arrastrando las palabras. Estaba clarísimo: iba bebida. Agradecí en silencio haberme limitado a medio trago de cerveza aquella noche.

¿Y de qué me alegro exactamente? ¿Soy chófer ahora?

—¿Leila? —traté de alejarme de Diego, pero cuando ese sabueso olía drama, ya no había escapatoria.

—¿Quién más iba a ser? ¿Te llaman muchas chicas a estas horas? —rió con un tono juguetón—. Cuidado, que voy a empezar a ponerme celosa.

Qué cría más absurda. El ejemplo perfecto de niña mimada que jamás ha sostenido algo más pesado que una cuchara de plata.

—Xermaaan —alargó mi nombre con exigencia—. ¿Vas a venir o no?

Apreté el teléfono entre el hombro y la mejilla, los nudillos tensos hasta ponerse blancos.

—¿Dónde estás?

—En Closer —respondió antes de soltar un hipo sonoro—. Cierran pronto, así queee...

¡Por el amor de Dios! De esa chica solo venían problemas. Nadie me pagaba por esto —aunque deberían, porque mi paciencia estaba en números rojos.

—Llego en diez minutos —mentí, sin tener idea de dónde estaba ese “Closer” o “Closet” o lo que fuera, pero con la esperanza de encontrarlo antes de perder la calma.

—¡Ooooh, vaya! —gritó Diego, enseñando todos los dientes—. ¡Qué sorpresa! ¿Y si no hubiera venido yo esta noche?

—Serías más feliz en tu ignorancia —gruñí, poniéndome una camiseta negra.

—Xermán, cuando hablaba de “negocios”, no me refería a reuniones nocturnas con la hija del jefe —bromeó, pero su tono empezaba a volverse serio.

—Menos charla, —mascullé mientras buscaba mis vaqueros—. Que los chismes vuelan más rápido que el wifi, y luego vienen los dramas.

—Ay, qué delicado estás. ¿Y qué quiere la princesa? ¿Le dio frío en la cama?

Le lancé el cinturón con la intención de callarlo un rato.

—Te juro que te voy a dar en esa calva brillante —respondí mientras me ponía los calcetines—. La llevé en coche después del trabajo, ¿recuerdas? Tú te fuiste con Alicia. Pues parece que ahora tengo contrato de por vida.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 21.10.2025

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