(Poema de Eber, encontrado en las últimas páginas de su diario)
Te escribo con las manos sucias de barro,
con las uñas quebradas por cavar mi propia fosa
entre los lirios que él pisoteó.
—¿Ves cómo florecen donde mi sangre goteó?—
Yo, que fui hijo de nadie,
que aprendí a oler la tormenta en los huesos de mi madre,
hoy tengo raíces.
Tus manos son mi tierra.
¿Qué cosecharemos de tanto dolor?
¿Los versos que arrancaron de mi libro
o los jirones de alma
que dejaste en el sótano?
El cazador viene por nosotros.
Lo sé por cómo aúllan los perros
en los campos quemados.
Pero mira:
la luna llena es un farol
y tenemos cuchillos.
P.D. Si no sobrevivimos,
que estos lirios crezcan
donde nuestros corazones
dejaron de latir.