Lirios bajo la Luna

Capítulo 12

La noche envolvía el bosque como un manto oscuro, apenas rasgado por el haz tembloroso de la linterna que Eber sostenía con manos frías. A su lado, Ernesto caminaba en silencio, el cuchillo de cocina de Gema reluciendo bajo la tenue luz. El aire olía a tierra húmeda y a algo más… algo metálico, como hierro viejo.
—No deberíamos estar aquí —murmuró Eber, pero sus pasos no se detuvieron.
—Alguien más lo está —respondió Ernesto, señalando hacia adelante con la barbilla.
Entre los árboles, un destello pálido los llamó. Un círculo de lirios blancos, iluminados por la luna como si alguien los hubiera dispuesto allí deliberadamente. Y en el centro, el libro de Eber.
El corazón de Eber latió con fuerza. Lo reconoció al instante: la cubierta de cuero gastado, las páginas ligeramente curvadas por la humedad. Pero algo estaba mal. El libro estaba abierto, como si alguien lo hubiera estado leyendo, y una de sus páginas había sido arrancada de cuajo.
—No… —Eber cayó de rodillas junto al libro, tocando el borde rasgado con dedos temblorosos.
Ernesto se agachó a su lado, iluminando la página opuesta. Manchas oscuras se extendían sobre el papel, secas pero inconfundibles. Sangre.
—¿Qué página era? —preguntó Ernesto, aunque algo en su voz sugería que ya lo sabía.
Eber tragó saliva.
—Era… la que guardaba tu poema.
Un silencio espeso cayó entre ellos. Ernesto apretó el mango del cuchillo, los nudillos blanqueando. Alguien había estado allí. Alguien que sabía.
De repente, un crujido secó el aire detrás de ellos. Eber giró, la linterna temblando en su mano, pero solo alcanzó a ver una sombra deslizándose entre los árboles. Rápida. Demasiado rápida.
—¡Eh! —gritó Ernesto, levantándose de un salto, pero la figura ya se había esfumado.
Eber recogió el libro, apretándolo contra su pecho como si pudiera protegerlo. La página arrancada era una advertencia, un mensaje. Alguien no solo los estaba observando… sino jugando con ellos.
—Tenemos que volver —dijo Eber, pero Ernesto no se movió.
—No —respondió, mirando hacia donde había desaparecido la sombra—. Tenemos que cazarlo.
Y bajo la luz fría de la luna, los lirios susurraban secretos que ninguno de los dos estaba listo para escuchar.



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Editado: 24.06.2025

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